Nunca hasta la presente legislatura la ubicación de los diputados había sido casus belli, pero la adscripción de sus señorías de Podemos en la zona superior del hemiciclo, el ‘gallinero’, fuera del alcance de las cámaras de televisión, ha convertido el reparto de escaños en un motivo de controversia que ha sido calificado de ‘cacicada’ e ‘intento de invisibilizarnos’ por los parlamentarios afectados.
Una norma no escrita establece que los parlamentarios del PSOE se sitúan en la bancada situada a la izquierda de la cámara y los del PP en la derecha. El resto de escaños se reparte entre las demás fuerzas políticas, que por su condición de minoritarias no estaban en disposición de disputar otra ubicación.
Los 69 diputados obtenidos por Podemos y sus alianzas, y los 40 de Ciudadanos otorgan a ambos partidos el ‘derecho’ a una ubicación preferente, entendida como tal aquella que se sitúa justo encima de la bancada del Gobierno, una especie de fila 0. Sin embargo, el acuerdo alcanzado en la Mesa del Congreso por los representantes de PSOE, PP y Ciudadanos, ha condenado a los parlamentarios de Podemos a ocupar buena parte del ‘gallinero’.
Los diputados de Podemos exigen una ubicación acorde con la representación parlamentaria obtenida en las urnas
Aunque aún no están asignados los escaños por diputado, Pablo Iglesias, líder de Podemos se situará en la cuarta fila, de las siete existentes, muy lejos de los miembros del nuevo Ejecutivo, salvo que las conversaciones iniciadas esta semana por Pedro Sánchez para recabar apoyos a su investidura como presidente del Gobierno le sitúen en la bancada azul como vicepresidente.
Pero no sólo los diputados de Podemos ocuparán el ‘gallinero’, hasta el que llega también, aunque en menor proporción, las bancadas socialista y popular. En estos casos el escaño es indicador de la relevancia de los diputados dentro de su grupo. A más ‘peso’ político, más próximo al líder, y viceversa. De manera que tras o junto a él se sitúan aquellos que ostentan cargos en el aparato o bien son presidentes o portavoces de comisiones parlamentarias. La tropa queda asignada a la zona más elevada, que se organiza en ocasiones por criterios geográficos. El ‘ascenso’ en el entramado de poder de su partido de algún diputado durante la legislatura hará que mejore su ubicación.
Hábitat del Grupo Mixto
Pero si de alguien es hábitat natural el ‘gallinero’ es del Grupo Mixto, cuyos escaños han sido ocupados por ilustres parlamentarios como Juan María Bandrés, como diputado de Euskadiko Ezkerra, partido que presidía y del que era fundador, que llegó a sentarse justo al lado del ultraderechista Blas Piñar, líder del ya desaparecido Fuerza Nueva, tras las elecciones de marzo de 1979. “Nuestras relaciones desde que se inició la legislatura fueron cordiales –escribió este último-. La distancia ideológica no impide la amistad, de igual modo que la ideología de los que piensan lo mismo, no la garantiza. Depende una u otra cosa del temperamento personal”. También encontró acomodo en esa zona de nadie el diputado Fernando Sagaseta, famoso por su oratoria vehemente y encendida, elegido en los mismos comicios por Unión del Pueblo Canario (UPC).
Como grupo heterogéneo, en el ‘gallinero’ del Grupo Mixto se han sentado también los parlamentarios de Herri Batasuna (HB), que lograron sus tres primeros diputados (Telesforo Monzón, Francisco Letamendía y Pedro Solabarría) en los comicios de 1979, aunque su estancia en la carrera de San Jerónimo se ha limitado hasta 2011 a tomar posesión de su escaño, pero después no participaban en las actividades parlamentarias. La detención de los integrantes de la Mesa Nacional de la coalición abertzale en 1997, acusados de colaboración con ETA, supuso su ‘desaparición’ hasta los comicios de 2011, donde obtuvieron siete representantes bajo la marca lectoral de Amaiur. Desde entonces no han dejado de intervenir en los quehaceres de la Cámara como cualquier otro parlamentario, aunque los comicios del 20D han limitado su representación a dos diputados.
Al 'gallinero' van los diputados menos relevantes de los principales partidos, los díscolos y los integrantes del Grupo Mixto
Al ‘gallinero’ son enviados también los diputados díscolos que rompen con la disciplina de su grupo. Esta legislatura lo hará previsiblemente el exdiputado popular Pedro Gómez de la Serna, investigado por un caso de cobro de comisiones que le ha llevado a incorporarse al Grupo Mixto. En las filas ‘invisibles’ ya buscó refugio en la sesión constitutiva de la Cámara baja para pasar desapercibido.
En esas filas superiores se gestó también la frustrada ‘conspiración’ contra Mariano Rajoy del Congreso de Valencia de 2008, cuando más de uno y más de dos pusieron en duda su condición de líder indiscutido del partido. Parlamentarios ya sin escaño como Ana María Torme, Vicente Martínez Pujalte, Alejandro Ballesteros o Juan Costa ocuparon bancada en los límites del ‘gallinero’.
Los tendidos del 7 y del 8
Si no en las últimas filas, sí en una de las filas elevadas de la bancada socialista se sentaron también diputados como Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Pablo Castellanos, entre otros que se hicieron famosos por las ‘broncas’ que montaron al presidente Adólfo Suárez, en lo que los periodistas terminaron por definir como “el tendido del 8”. En estas filas elevadas se sentaron diputados como Txiki Benegas, ya fallecido, o José Enrique Serrano. También el PP tiene su ‘tendido’, en su caso del 7, en el que en anteriores legislaturas se aposentaron algunos de sus diputados más ruidosos, como José Madero y Juan Morano.
La única ventaja de situarse en la parte más elevada de la cámara, a refugio de miradas indiscretas, está la posibilidad de dormitar en esas tardes tediosas de pleno en las que se abordan cuestiones de escaso interés. Desde el ‘gallinero’ se accede a través de sus tres salidas a un bar que Gregorio Peces Barba inauguró allá por 1983. Refugio y remanso de sus señorías porque a él no pueden acceder los periodistas, como si ocurre en la cafetería de la tercera planta del edificio de la ampliación.
Y si de ilustres se trata, no se puede dejar de citar al poeta Rafael Alberti y a la presidenta del PCE, Dolores Ibárruri, que en la sesión constitutiva de las Cortes Constituyentes (1977-1979) no llegaron a tiempo de ocupar mejor ubicación y debieron conformarse con situarse en las últimas filas. Poco importó, porque la novedad era tan grande que cualquier intento por disimular su presencia habría sido un rotundo fracaso.