Piense en un invento español. ¿Se le ocurre algo más que la fregona o el chupa chups? En el imaginario colectivo la mopa de Manuel Jalón, que supuso una revolución en el hogar a medidos del siglo XX, y el famoso caramelo con palo de Enric Benat y su logotipo diseñado por Dalí, son los objetos más conocidos pergeñados por la mente de un español. Pero, a juzgar por las solicitudes de patentes, la lista no ha engordado demasiado en los últimos tiempos. Cada año, se presentan en el mundo un millón de aspirantes a inventos. Solo 2.500 son españoles.
Del aluvión de peticiones, un 40% acabará llegando a buen puerto. Y de este porcentaje, tan solo unas pocas serán rentables. ¿Entonces? ¿Es importante que la creatividad acabe plasmándose en marca registrada? "Las patentes suponen un indicador del grado de desarrollo tecnológico de la sociedad”, subrayó un experto en la materia a Vozpópuli.
Y una cuestión de Estado. María Artola, directora General de la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid, reconocía que "en todos los países industrializados, la legislación de patentes constituye un instrumento de primer rango de importancia para impulsar la innovación tecnológica y optimizar la competitividad internacional”.
Innovar o morir
Las patentes también son fiel reflejo de la estructura económica de un país: mientras el perfil germano es claramente de vocación industrial, las patentes españolas caen del lado de la "construcción y la alimentación", remacha el experto. Y un dato esclarecedor: las empresas de Alemania, Estados Unidos y Francia son las que más registran sus patentes en España.
La famosa creatividad española no queda plasmada en forma de patentes. ¿La razón? La mayor parte de los registros de inventos son efectuados por empresas (el 90%). Y hasta hoy, estas no se habían visto en el brete de innovar, apuntan los expertos. Otros muchos países europeos sí registran en comparación gran número de inventos. Es el caso de Reino Unido. Con un amplísimo sector servicios -al igual que España- las compañías que operan en las islas británicas se han visto obligadas a invertir en I+D+i en busca de ventajas sobre sus competidores y de ahí los inventos. ¿La clave? La competencia.
La timidez de las empresas españolas a la hora de asomarse al exterior ha sido otra de las causas que han propiciado que los inventores se hayan afanado poco. Y de las pocas compañías que han tenido el coraje para asomarse al frío exterior, estas acaban registrando patentes en los mismos campos que otros países europeos como Alemania, concluyen los expertos.
Cuestión de marca
Pero las patentes no solo son el punto débil en relación a la propiedad intelectual. Cuesta encontrar una marca española en el top del ránking de las más valoradas. En 2011, los primeros puestos estaban copados por Estados Unidos: Apple, Google e IBM, se colocaban en los primeros puestos del pódium. Para encontrar nombres españoles había que bajar hasta los sótanos de la clasificación hasta el puesto 77 para encontrar a Santander y al 86 a Zara.
Pascual Segura, director del centre de patents de la Universidad de Barcelona (UB) y consejero de la Academia Europea de Patentes (Oficina Europea de Patentes) remarcaba la importancia que tienen las marcas como activo inmaterial "que en ocasiones llegan a superar el valor de los valores tangibles de la compañía". Es el caso del gigante Apple. La famosa manzana mordida de la multinacional estadounidense está tan bien valorada que una sola de sus acciones cuesta prácticamente lo mismo que uno de los productos estrella: el iPad.