"¿Qué parte del no, no ha entendido?". Así rezaba, con esa coma innecesaria, el mensaje que colgó Pedro Sánchez a finales de enero de este año en respuesta a un ofrecimiento del presidente en funciones para desbloquear el atasco emergido de las urnas. Las relaciones entre ambos dirigentes se habían enfriado durante la campaña electoral. "Indecente, ruin, miserable". Aquel debate televisivo vino a ampliar la enorme brecha existente. La consiguieron agrandar, sin embargo, conforme avanzaba el proceso negociador para la investidura.
Ni se hablan, ni conversan, ni se mensajean, ni se citan. Ni siquiera pueden charlar telefónicamente porque Sánchez ha destrozado esa 'línea caliente', ese 'teléfono rojo' que siempre ha existido entre los dirigentes de los dos grandes partidos, según confiesa un colaborador próximo a Moncloa. Rajoy no puede coger el móvil o descolgar el auricular para conversar con el jefe de filas de la oposición. Bloqueo absoluto, ni siquiera para tratar asuntos de relevancia institucional, como por ejemplo una reunión del Consejo Europeo, una información sobre terrorismo yihadista, una cuestión en torno a la seguridad del Estado.
Un mail o una misiva
¿Telefoneará ahora Rajoy a Sánchez? El presidente del Gobierno ha pospuesto su promesa en varias ocasiones. Primero aguardó al final de las negociaciones del PSOE con Ciudadanos, ahora hasta que Podemos celebre su consulta a las bases. 'Después del 18', era la última declaración desde Moncloa. Pero no será una llamada telefónica, afirman con un punto de ironía en círculos de Génova, sino quizás se recurra a una carta. O a un correo electrónico, al estilo de la Generalitat, que envió por mail su petición de audiencia de Puigdemont con Rajoy. La entrevista tendrá lugar el día 20, según se informó días después desde Moncloa.
Rajoy siempre había mantenido un hilo de contacto tanto con Zapatero como con Rubalcaba para tratar cuestiones de relevancia nacional. "Ahora es imposible", dicen en fuentes de Moncloa
Nunca había ocurrido tal cosa, comentan en Moncloa. Ni siquiera en los tiempos más complicados del pasado reciente, el jefe de filas del PP siempre había mantenido un hilo de contacto tanto con Zapatero como con Rubalcaba para tratar cuestiones de relevancia nacional. "Ahora es imposible", dicen en fuentes de Moncloa. Cuando Rajoy pretende trasladar alguna información o incluso concertar una cita para asuntos de relevancia nacional, ha tenido que recurrir a intermediarios. Jorge Moragas, el jefe de gabinete de Rajoy ha ejercido alguna vez esa función de 'go-between' con José Enrique Serrano, el histórico socialista que ejerce ahora como miembro destacado del equipo de negociación del PSOE de cara a los pactos. José Luis Ayllón y Rafael Hernando, hacen lo propio con César Luena y Antonio Hernando en pasillos del Congreso.
Cuando Rajoy quiere transmitirle algo a Sánchez, lo que ocurre con escasa frecuencia, ha de recurrir a esta vía paralela, a este procedimiento inusual. Sánchez no le coge el teléfono o no le responde la llamada. Su gabinete en Moncloa telefonea a Ferraz pero no logra ser atendido. La única vía es la de los intermediarios. En pocos países con democracias avanzadas ocurre una situación semejante, comentan en círculos del presidente. Rajoy consiguió hablar con Sánchez luego de la proclama independentista aprobada por el Parlamento catalán tras las elecciones de septiembre. Poco más. El tenso maxilar de Sánchez al encontrarse con el presidente en el funeral de los militares españoles asesinados en Afganistán, a mediados de octubre pasado, resultó muy expresivo. Rajoy se lo devolvió luego en febrero, en su encuentro en el Congreso, cuando evitó coger la mano que le ofrecía el líder socialista.
Vinieron luego reproches, insultos, desprecios, ataques. Estos tres meses de negociaciones postelectorales han incendiado aún más las relaciones entre ambos líderes. El acuerdo se antoja inalcanzable, el diálogo improbable, pero la conversación telefónica directa entre los jefes de filas del PSOE y PP, es drásticamente imposible. El secretario general del PSOE se ha cargado el 'teléfono rojo'. Esa parte del 'no', en Moncloa, la han entendido a la perfección.