Íñigo Errejón, uno de los fundadores de Podemos, defendió siempre que el objetivo de la izquierda no es la reunión de la izquierda, sino trascenderse en algo muy superior: la construcción de pueblo. También sostiene que los revolucionarios se prueban cuando son capaces de generar orden. Un orden nuevo, pero orden al fin y al cabo, que dé certezas y que incluya también a la mayor parte de quienes están en contra de él.
"Seguramente, la prueba fundamental, lo más radical, no es asaltar el palacio, es garantizar que al día siguiente se recogen las basuras", escribió en su último libro. El mensaje tiene calado, porque su expartido ha detectado una quiebra de las certezase en los ciudadanos. Y va a aprovecharla. El grito de "solo el pueblo salva al pueblo" que ha corrido como la pólvora tras la tragedia de Valencia es la ventana de oportunidad de otro momento populista. El mensaje de marras ya se cantaba hace casi 10 años ante Pablo Iglesias, cuando Podemos se quedó a las puertas del Palacio de la Moncloa. Ahora, Podemos vuelven a desempolvarlo.
La lluvia incensante que segó hace poco más de dos semanas la vida de al menos 224 personas en el litoral mediterráneo ha abierto un agujero en la moral del país de difícil reparación. Y ha calendato el caldo para que surja de nuevo en España un liderazgo populista que vaya ‘contra todos’ y grite ‘abajo todos’. Los cuarteles generales de las formaciones más alejadas del centro político lo estudian estos días para intentar patrimonializarlo. Y los dos grandes, PSOE y PP, para intentar frenarlo.
Aunque no está nada claro quién se puede hacer con ese hueco. ¿La extrema derecha? ¿La extrema izquierda? Ambas fuerzas ya han tenido sus momentos de auge y caída en España. Los políticos españoles piensan más en personajes de la tecnopolítica cuando se les pregunta:
- "¿Alvise Pérez?"
- "Podría ser".
El próximo aterrizaje en la Casa Blanca del magnate Elon Musk, de la mano del próximo presidente Donald Trump, es un aviso para navegantes. La ola procedente de Estados Unidos puede azotar España tras recorrer el Atlántico. Las modas políticas se contagian a la velocidad de la luz.
Podemos, que nació para aprovechar la onda de descontento del 15M, se constituyó con un fin muy concreto: asaltar los cielos. Es decir, llegar al poder por la vía rápida y derribar por completo lo que llaman el "régimen del 78”. Pero eso no pasó. Los morados saben que el devenir de estos años les ha cambiado el guion. No lograron su objetivo de ganar las elecciones y sobrepasar al PSOE. Así que les tocó “institucionalizarse”, hacer oposición y finalmente gobernar junto a los socialistas, lo que les ha recordado que es más fácil ser un 'Pepito Grillo' que tomar decisiones en un despacho.
Más de una década después, la tragedia de Valencia ha socavado la confianza en el Estado autonómico, así como la credibilidad de la tarea pública, que se ha desmoronado por completo. Los políticos son el centro de todas las iras. Y temen que la situación ya no sea reversible. La huida del presidente Pedro Sánchez durante el 'motín de Paiporta', que evidenció su desconexión con la calle, y la imagen embarrada de los Reyes ante el estallido de indignación ciudadana evidencian el deterioro del sistema español, atrapado desde hace años en un enjambre de polarización, crispación y desconfianza en las instituciones que los morados quieren remendar. Aunque parecen olvidar que ellos son ese mismo sistema desde hace una década.
A todo esto hay que sumar la descarnizada lucha por reinar en la izquierda. Hace tiempo que en la cabeza del núcleo dirigente de Podemos está el plan de asalto al liderazgo de la izquierda tras los fracasos electorales de Yolanda Díaz al frente de Sumar. Lo cierto es que nadie en Podemos cree en Sumar. Y ahora, tras la caída de Íñigo Errejón, señalado por acoso sexual, mucho menos.
La organización que lidera Ione Belarra condicionó siempre su acercamiento al frente de partidos que integran Sumar a que cayeran Díaz y Errejón. "Hay muchos agravios, porque se ha maltratado a Podemos. Sumar ha sometido a Podemos a una constante humillación y así es muy difícil hacer política. La militancia está muy dolida con el maltrato. Pero Podemos ha empezado a levantarse y eso es bueno. Aunque se necesita tender muchas manos, por mucho que el partido las tenga llenas de rasguños", explican en el partido morado. Los planes requieren audacia y suerte.