“Teníamos unos protocolos bastante seguros, salvo cuando los derribaba el señor García Castaño con sus peticiones bajo cuerda”. El inspector jefe de la Policía -ya retirado- Constancio Riaño compareció el mes pasado en la Audiencia Nacional y narró ante el juez del caso Villarejo cómo era la operativa que se seguía en la Comisaría General de Información para filtrar datos policiales reservados al excomisario Villarejo. Luego el polémico mando los usaba en sus investigaciones privadas para clientes adinerados a cambio de grandes sumas de dinero.
Constancio Riaño, jubilado desde 2016, se encuentra investigado por participar de ese tráfico de información confidencial. Se le acusa de los presuntos delitos de cohecho y revelación de secretos. Tras 20 años fuera de la Policía -en los que desempeñó puestos como el de jefe de seguridad de La Caixa-, regresó al Cuerpo, concretamente a la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) que dirigía el comisario Enrique García Castaño, el Gordo, persona de la confianza de Villarejo.
La UCAO es un Departamento especialmente sensible dentro de la Comisaría General de Información, encargada, entre otras cosas, de la lucha antiterrorista. Su papel es suministrar datos y aparatos de investigación (micrófonos, balizas, cámaras…) a las unidades investigadoras. “Teníamos un protocolo muy claro: todos los grupos nos pedían las cosas por escrito y firmadas por su comisario, llegaban 100.000. Y la otra vía era los post-it amarillos, que casualmente todos han terminado en poder del señor Villarejo”, ironizó Riaño ante juez y la Fiscalía anticorrupción.
"Villarejo entraba camuflado sin controles"
Según la versión de este investigado, con esos post-it García Castaño les indicaba lo que le tenían que mandar a él o al entorno de Villarejo. “Los post-it venían del señor García Castaño, del amigo del señor Villarejo, que entraba frecuentemente en la Comisaría General además de forma camuflada sin los controles previos”, enfatizó el inspector jefe jubilado alzando la voz.
El exinspector jefe derivó así toda la responsabilidad del tráfico de información en su superior García Castaño. Eso a pesar de que en la causa constan correos a nombre de Riaño incluyendo datos policiales remitidos al entorno de Villarejo. La versión de García Castaño es que su exsubordinado hacía esas cosas a sus espaldas y no solo con el clan Villarejo, sino con otros expolicías, entre ellos el mando franquista Antonio González Pacheco, Billy el Niño, reclamado por Argentina por torturas.
Riaño admitió haberle facilitado datos a Billy el Niño para ayudarle, pero negó en cuanto al resto su conocimiento de que estuviese haciendo algo ilegal: “Yo estaba absolutamente seguro de que yo estaba trabajando para mi país. Yo no me cuestionaba si esa petición de García Castaño se la había hecho un país extranjero, yo qué sé... ni me lo cuestiono, somos un Cuerpo jerárquico, yo no me cuestiono las órdenes de mi jefe. Me ponía un post-it de esos: ‘Averíguame todo de este’. Yo pensaba que era algo de la lucha antiterrorista”.
En la documentación que obra en poder de los investigadores también constan los nombres de los subordinados que hicieron las consultas de los datos que acabaron en poder de Villarejo o sus colaboradores. Riaño, que era su jefe directo, argumentó ante el juez que en ocasiones García Castaño le puenteaba y encargaba consultas directamente a sus subordinados.
"Un elefante volando"
“¿Usted ha traficado con datos de carácter reservado para facilitárselos, a cambio de precio o no, a personas de fuera de las investigaciones policiales oficiales?”, le preguntó de forma directa el fiscal al investigado. Riaño pareció haber encajado un golpe porque se tomó unos segundos para responder de forma no menos contundente. “Señor fiscal, hay las mismas posibilidades de que un elefante vuele a que yo cometa cohecho. Nunca he metido la mano en el cajón. Soy una persona muy rara, no me gusta ni comer”, dijo.
Riaño confesó al juez que, de haber sabido que esos datos iban para Villarejo, jamás hubiese usado su cuenta de correo corporativo. “Si uso mi correo electrónico, ¿cómo voy a pensar que eran para investigaciones no oficiales?, no sería tan estúpido”, llegó a decir el exinspector jefe, aunque luego admitió que algunas de esas comunicaciones eran verbales. “¿Ve como no todo era conducto oficial?”, le apuntó el fiscal.
Según los correos incautados, la información sensible la recibía un expolicía retirado que había estado durante años destinado en la Comisaría General de Información. Se llama Antonio Bonilla, también investigado en la causa. Tras su jubilación pasó a colaborar con una de las empresas de Villarejo. Riaño aseguró que a Bonilla apenas le había visto “dos veces o tres veces”.
"Nunca me he tomado un café, ni es amigo mío, ni hemos trabajado juntos... Una vez, me parece que en una partida de mus que les faltaba uno, ahí me lo presentó García Castaño. Me dijo: 'No está asignado a un centro, pero trabaja para mi'". En ese punto el fiscal le volvió a interpelar: “¿Qué significa trabajar para él, por qué no le dijo que trabajaba para la Policía?”. “Ah no sé, eso pregúnteselo a él”, zanjó Riaño.