España tardó 41 años en volver a tener unas elecciones. Solo los muy mayores sabían lo que era una urna, qué forma tenía y cuál era su utilidad. La Guerra Civil y casi cuatro décadas de dictadura habían hecho que la democracia fuese un recuerdo del pasado, pero la muerte de Franco y un proceso exprés para equipararse con el resto de Europa, donde ya no se dudaba de la democracia, hicieron que este país retomase la costumbre de votar.
Aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976 la Ley de Reforma Política, el siguiente paso era legalizar los partidos políticos, incluido el Partido Comunista (PCE), y convocar elecciones constituyentes para “construir un Congreso de 350 diputados y elegir 207 Senadores”.
Conservadores, liberales, socialdemócratas, nacionalistas, marxistas y hasta carlistas conformaron un total de 82 candidaturas. Todos los partidos políticos habidos y por haber, tanto de reciente creación o inspiración así como los de mayor trayectoria histórica o los forjados durante la dictadura se presentaron a liderar España en la Transición.
Con los candidatos encima de la mesa, la dificultad de llevar a cabo este proceso electoral se trasladaba al bando de los electores. Esa España nuestra era una España rural, analfabeta y a la que habían obligado a perder la costumbre de votar. La televisión pública, la única que existía en esos momentos, tuvo que hacer una campaña especial para contarle a los españoles cómo era ese proceso, qué significaba su voto, dónde tenían que ir a votar o quiénes tenían derecho de hacerlo, porque entonces, al igual que ahora, el derecho de sufragio lo ostentan los mayores de edad, solo que en 1977 la frontera estaba en los 21 años y no en los 18 actuales.
A pesar de los intentos de Televisión Española por culturizar al electorado, la nueva realidad era prácticamente desconocida para la gran mayoría, pues muchos de los que constaban en el censo electoral habían nacido durante la dictadura.
Tener que ir a votar un miércoles 15 de junio era extraño, pero más aún haber sido nombrada presidenta de mesa electoral de las primeras elecciones democráticas y recibir una citación del juzgado.
Durante tres días, María Luisa Belda acudió a su cita en el Juzgado de Primera Instancia de Alcoy (Alicante) para recibir, por escrito y de forma verbalizada, las instrucciones necesarias para saber montar un colegio electoral, conocer los protocolos de actuación y hacer una distinción tan básica ahora, pero tan rocambolesca entonces: las papeletas blancas eran para el Congreso y las de color sepia para el Senado. La fase de instrucción terminó el día antes de la cita electoral cuando ella misma transportó en el Simca 1200 blanco de su padre las urnas y las papeletas perfectamente guardadas y precintadas con laca al Monte de Piedad de Alcoy.
"Como presidenta de mesa, en el Simca 1200 blanco de mi padre llevé las urnas y las papeletas al Monte de Piedad de Alcoy para votar al día siguiente"
Ese 15 de junio de 1977, más de 18 millones y medio de españoles pasaron por las 46.057 mesas electorales distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional para votar en libertad y en democracia. La última vez fue en febrero de 1936 bajo la bandera de la II República.
La jornada, recuerda María Luisa Belda, transcurrió con toda normalidad, de hecho, la gran anécdota fue que no pasó nada aunque era patente que había cierta preocupación lo que condujo a una amplia presencia policial, pues "el abrir la puerta a todas las formaciones políticas con el consiguiente afloramiento de los partidos de izquierda motivó que la gente estuviera asustada por las posibles reacciones de sus militantes”.
Pero nada más lejos de la realidad, como si llevasen años de experiencia en la convocatoria y celebración de elecciones, los colegios abrieron sus urnas a los ciudadanos y sus votos, contados y recontados por la mesa y certificados en el acta por su presidenta bajo la lupa de interventores y apoderados de los distintos partidos, fueron presentados ante el juez de guardia. Eso sí, el ritual de entrega de las listas y la correspondiente acta fue con escolta policial desde el Monte de Piedad hasta el Juzgado de Alcoy.
Con una participación del 78,83% -la más alta después de la registrada en las generales de 1982-, doce formaciones políticas formaron el arco parlamentario con un claro ganador: Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez logró la victoria. Con el eslogan de su campaña: "Vota centro, vota Suárez, vota libertad" condujo a la "vía segura a la Democracia" a un 34,44% del electorado lo que se tradujo en 165 diputados.
El PSOE de Felipe González se convirtió en la primera fuerza de la oposición con el 29,3% de los votos y 118 escaños en el Congreso. Por detrás, el recién legalizado Partido Comunista con Santiago Carrillo a la cabeza obtuvo el 9,33% de los votos y 20 diputados, cuatro más que Alianza Popular de Manuel Fraga que solo obtuvo un 8,2% de respaldo en las urnas.
Qué y quiénes fueron los candidatos
Adolfo Suárez, presidente del Gobierno -desde julio de 1976 a petición del Rey Juan Carlos I- y candidato de UCD se presentaba en su mítico discurso en Televisión Española a dos días de la celebración de las elecciones como “la vía segura a la Democracia” y definió, sin titubear, lo que los españoles iban a encontrarse a un lado y a otro de su línea centrista.
“A nuestra derecha existen partidos y coaliciones que propugnan reformas que nosotros consideramos absolutamente insuficientes y que tienen un talante político que juzgamos poco propicio al diálogo. A nuestra izquierda, los partidos más importantes ofrecen a corto plazo unos objetivos moderados pero ellos mismos no ocultan que su meta es lograr una sociedad inspirada y dominada por la doctrina marxista”.
En este amplio espectro político diseñado por Suárez, ¿qué y quiénes se encasillaban a la izquierda y la derecha de UCD? Según el Ministerio del Interior, hubo 82 candidaturas, una cifra bastante superior a la registrada en las pasadas elecciones del 26 de junio de 2016 cuando se presentaron a los comicios 51 formaciones políticas.
Las grandes cabeceras fueron representadas por históricos líderes políticos y otros que ya apuntaban maneras. Junto a Adolfo Suárez, Felipe González y el exministro de información y turismo de Franco, Manuel Fraga, pudo presentarse a las elecciones con el Partido Comunista (PCE) Santiago Carrillo gracias al talante de Suárez que, tras una reunión secreta con el propio Carrillo en febrero y en pos de celebrar una elecciones totalmente libres, legalizó el partido el 9 de abril de 1977, día que pasó a ser conocido popularmente como el Sábado Santo rojo.
Enrique Tierno Galván, y futuro alcalde de Madrid, encabezó el Partido Socialista Popular, formación que consiguió el quinto mayor registro de votos pero no en escaños al lograr solamente seis. Peor suerte tuvo la Federación Cristiana de José María Gil Robles y Joaquín Ruiz-Giménez que se anotaron un rotundo fracaso al no obtener ni un diputado.
También hubo partidos cuyas raíces franquistas eran más evidentes como Alianza Nacional 18 de Julio, Falange Española de las Jons Auténtica, Falange Española de las Jons, Asociación Círculos José Antonio, Asociación Política Fuerza Nueva y Falange Española Independiente. Ninguno de ellos obtuvo escaño alguno. Y, por si fuera poco, tambien hubo carlista agrupados bajo la formación Montejurra-Federalismo Autogentión que también brillaron por su ausencia en el parlamento pero aún así consiguieron sumar 8.461 votos.
En el lado opuesto, la Federación Laborista, Izquierda Canaria Unida, Candidatura Andaluza de Izquierdas y todos los independientes de provincias como el de Girona, La Rioja, Aragón y Madrid como la agrupación independiente del campo y la ciudad.
Además del signo político, en estas primeras elecciones ya jugaron un papel muy importante los partidos de corte nacionalista. La coalición del Pacte Democràctic per Catalunya -liderada por Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) de Jordi Pujol-, consiguió ser la quinta fuerza con mayor representación parlamentaria con 11 diputados.
En total, se presentaron cinco partidos nacionalistas catalanes aunque solo tres lograron presencia en el Congreso. Además de CDC, Unió del Centre-Democràcia Cristiana de Catalunya consiguió dos escaños y la coalición Esquerra de Catalunya uno.
Los nacionalistas vascos vieron reflejado su triunfo con los ocho escaños del PNV lo que le llevó a ser el sexto partido político en cuanto a representación, y el logrado por EE (Euskadiko Ezkerra).
Puedo prometer y prometo
En total, 82 papeletas distintas para elegir representantes en las Cortes y un sinfín de candidatos inundaron los colegios electorales aquél 15 de junio de 1977. Un amplio abanico donde elegir y con quien consensuar el futuro de España, pues el hemiciclo se perfilaba muy plural –finalmente 12 fuerzas políticas consiguieron escaño en el Congreso- y urgía dotar al país de una Constitución.
Adolfo Suárez, en su discurso previo a las elecciones pidiendo el voto a los españoles, sentó cátedra con aquel “puedo prometer y prometo” y abogó por “intentar elaborar una constitución en colaboración con todos los grupos representados en las Cortes cualquiera que sea número de escaños”.
Suárez consiguió la primera victoria de la Democracia de la que ahora se cumplen 40 años y cumplió lo que prometió: el 6 de diciembre de 1978 fue aprobada en referéndum la Constitución española.