Fernando Martínez Maíllo controló la sala de máquinas del Partido Popular en la última etapa de Mariano Rajoy. Era su mano derecha, su hombre de confianza, su capataz plenipotenciario en Génova. Formalmente, la secretaria general era Dolores Cospedal, que sobrevolaba entre el ministerio de Defensa y el PP. Maíllo se alineó con Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias del partido. Movió muchos hilos, hizo llamadas y activó votos. Perdió.
Casado lo integró en el nuevo equipo. No fue difícil. Maíllo es un político austero de ambiciones. Se sumó al grupo de Dolors Montserrat en la portavocía del Congreso. Aparece en las televisiones y, a veces, se olvida de su sobriedad castellana y se permite alguna frivolidad mediática. Mantiene el contacto con Rajoy y no pasa por ser del menguante grupo de 'conspiradores' contra Casado.
Batalla de Zamora
En Génova se piensa en él para dar la batalla de Zamora. "Es uno de los nombres", dice un alto cargo de la formación. Maíllo no responde. Se hará lo que se diga. Su relación con el mundo municipal viene de antaño. Fue alcalde de su pueblo, Casaseca de las Chanas, 300 habitantes. Una pasaje sentimental de su biografía. Ejerció de vicepresidente de la Asociación de Municipios, un puesto clave que le convirtió en un experto en la política local, amplió contactos con su partido, escudriñó la arquitectura del poder regional y, silenciosamente, dio un salto a Madrid, a la cúpula del partido, sin que se haya desvelado aún quien fue su 'padrino'
Clara San Damián, la candidata oficial para la alcaldía, derrotada hace cuatro años, ha anunciado que prefiere no intentarlo de nuevo. Lo anunció esta semana. Senadora, fue concejala y subdelegada del Gobierno en su provincia. No es la candidata ideal, dicen en el PP. Maíllo sería una baza clave para recuperar ese bastión popular. "No tiene sentido que Zamora sea la única capital donde gobiernan los comunistas, esta historia va a cambiar", dice un dirigente del PP local. Maíllo podría dar la vuelta a este incómodo escenario.
Movimientos sorpresa
Casado desvela este sábado en Palencia, su tierra natal, los candidatos de Castilla y León para las elecciones autonómicas y locales de mayo. Apenas se esperan sorpresas. Alfonso Fernández Mañueco será el aspirante a presidir la Junta, una vez jubilado el eterno Juan Vicente Herrera.
El PP gobierna todos los ayuntamientos de la región salvo Valladolid y Zamora. Al frente del primero está Oscar Puente, del PSOE, y en el segundo, Francisco Guarido, de IU, que gobierna con el respaldo de Podemos. Nadie espera sorpresas en Palencia, donde ejerce Alfonso Polanco, o en León, con Antonio Silván muy consolidado. Su pirueta de última hora hacia las filas del 'pablismo' en la interna del PP fue muy comentada.
En Ávila, provincia por la que Casado es diputado, está de salida José Luis Rivas, alcalde de gestión muy criticada y que no goza tampoco del apoyo en sus propias filas. Ya ha dicho que se va. Un mandato breve y sin apenas frutos. Ángel Ibáñez se perfila en Burgos para sustituir a Javier Lacalle, políticamente agotado después de dos accidentados mandatos. Raquel Fernández seguirá por Segovia y cabe pensar que Adolfo Sanz lo hará en Soria.
La batalla del PP por mantener sus plazas en la región y por recuperar las que había perdido se antoja intenta. En especial, con la aparición de Vox. El partido de Abascal apenas cuenta con infraestructuras en la zona. Una sede en Ponferrada y otra en vías de restauración en Valladolid. Carece de cuadros, de dirigentes y hasta de militancia. En las últimas semanas, sin embargo, la afluencia de afiliados es sorprendente. "Esto va muy rápido", comentan en la dirección nacional. La vieja Castilla es terreno abonado para que Vox logre dar otra campanada. "Madrid, Valencia y Castilla y León, ahí estaremos muy fuertes", señala la mencionada fuente.