La contundencia con la que Susana Díaz ha empujado desde la federación andaluza la dimisión de 17 miembros de la ejecutiva federal para acabar con Pedro Sánchez, contrasta con el miedo que albergan ahora ella y los barones regionales que la secundan a haber ido demasiado lejos en la ofensiva contra el secretario general, corriendo el riesgo de perder esta guerra y abocar al PSOE a unas terceras elecciones en las que sufriría una seria penalización debido a su fractura interna.
Hay serias dudas sobre quien tendrá la mayoría en el comité federal
Los dos sectores enfrentados tienen claro que si este sábado Sánchez demuestra que tiene la mayoría en el comité federal, no habrá margen alguno para facilitar la investidura de Mariano Rajoy y, por tanto, la nueva convocatoria a las urnas sería inevitable. El Gobierno “del cambio” que hasta hace poco defendía Sánchez ya no es viable, no solo por el rechazo de Ciudadanos a mezclarse con Podemos sino también por el roto que la formación de Pablo Iglesias le ha hecho al PSOE en Castilla-La Mancha. Por tanto, los barones consideran que Sánchez buscaría una salida inmediata precipitando las elecciones, algo que consideran suicida y podría dejar a los socialistas por debajo de los 50 escaños.
En Ferraz, donde ayer se reunió lo que queda de la ejecutiva federal, los fieles a Sánchez opinan que quienes han roto todos los esquemas de lealtad que tradicionalmente han regido en el PSOE han sido, precisamente, los barones que pilota Susana Díaz, intentando precipitar por las bravas un relevo en la dirección. Solo si el secretario general “en funciones” saliera escaldado este sábado de la reunión a la que están convocados cerca de 300 dirigentes, se plantearía una marcha atrás, eso sí para coger fuerzas y concurrir a las elecciones primarias donde, tarde o temprano, tendrá que pronunciarse la militancia. A esta consulta interna, Sánchez iría con la mentalidad de asistir a un plebiscito: “yo soy la izquierda del partido, pero si queréis elegir a los que proponen convertirse en subalternos del PP, allá vosotros”.
Susana Díaz entonó ayer en Sevilla una homilía abierta a los medios en el comité director del PSOE andaluz. Como es su costumbre, no despejó si se presentará o no como candidata al trono de Ferraz y aprovechó para golpear a Sánchez. Con un lenguaje alambicado, le dijo que los militantes no son los que tienen que decidir la estrategia del partido, que se mueve por intereses personales, que su gestión ha traído en los dos últimos años numerosas derrotas electorales y que, por lo menos, José Luis Rodríguez Zapatero, al que elogió junto a Felipe González, actuó por el interés de España.
Díaz acusa a Sánchez de haber dirigido el partido con temeridad y de no haberle defendido siquiera de los ataques de Podemos. La presidenta andaluza dice estar convencida de que Pablo Iglesias quiere devorar al PSOE como lo ha hecho con Izquierda Unida y ella se pone a disposición de toda la organización para impedirlo.
La traición de la presidenta del PSOE, Micaela Navarro, es una de las que más le han dolido a Sánchez
Pedro Sánchez siguió los lances de Díaz desde el cuartel general de Ferraz y no se sorprendió de lo que vio por el monitor. En cambio, sigue dolido por la traición que ha sufrido de otra andaluza, ni más ni menos que la presidenta del PSOE, Micaela Navarro. Es una de las dimisionarias y no se lo esperaba de ella porque en el partido es conocida la mala opinión que tiene de la presidenta de la Junta –sufrió acoso laboral cuando era su subordinada – y, sin embargo, siempre se ha distinguido por elogiar la valía del secretario general. Infidelidades como estas pueden volver a repetirse mañana en un comité federal que se presume de alto voltaje.