Política

Los independentistas buscan 'hereu': ¿Quién será el sucesor de Puigdemont?

¿Quién sobrevivirá al terremoto del 155 en Cataluña? Puigdemont está políticamente muerto. Las elecciones aparecen como única salida al laberinto.

  • El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras firmar el documento sobre la independencia.

Carles Puigdemont está políticamente muerto. Sea cual sea su respuesta a Rajoy este jueves, el presidente de la Generalitat está quemado, según el comentario unánime. Las bases radicales de la CUP y hasta de la ANC, le consideran un 'traidor' acobardado que no ha sido capaz de emular a Companys y salir al balcón. ERC, sus socios del 'Govern', la zancadillean sin pausa aunque le apoyan de cara a la galería. En su propio partido, el PDeCat, se buscan ya nombres para un futuro escenario. El gran paso no será para ahora, con la tormenta en su momento más dramático, pero ya se divisan cambios en el horizonte más próximo.

La reunión del 'Govern' en la mañana del martes 10-O, previa a la sesión parlamentaria en la que Puigdemont no declaró la independencia y luego la dejó en suspenso, fue tempestuosa y ácida.  Ahí se evidenció la tirantez del equipo de Gobierno, cada vez menos 'Junts' y cada vez menos por el 'sí'. Algunos consejeros, como Santi Vila, el hombre del futuro, mostraron abiertamente su opción en pro de un diálogo y una convocatoria a las urnas. En esa línea se sitúa también su sucesor en Cultura, Lluís Puig, quien hasta ahora ha optado por abrazar el silencio. Ambos conversaron intensamente con Ana Pastor, presidenta del Congreso y muy próxima a Rajoy, en la entrega del premio Planeta esta domingo en Barcelona. 

Marta Pascal, la coordinadora de la antigua Convergencia, tampoco es partidaria de las soluciones drásticas. Mantiene contactos con Madrid y protagoniza frecuentes encontronazos con los republicanos de ERC. Tuvo incluso que publicar una carta en la que mostraba su apoyo absoluto hacia Puigdemont. "Rumores y mentiras", señaló, para desmentir algo que ya es moneda frecuente en la familia secesionista. Huele a cisma en el Govern. La 'no declaración' de independencia ha agitado las aguas en la cúpula separatista.  

Los 'halcones' se agrupan tras el titular de Interior, Joaquim Forn, un independentista furibundo que dirigió a los Mossos en todo el operativo del 1-O y que imparte instrucciones permanentes al mayor Josep Lluís Trapero. El PDeCat está tan dividido como el Gobierno. Artur Mas ha recapacitado, y mueve los hilos en la sombra para complicarle la vita a su heredero, Puigdemont. Considera que el 'president' se ha puesto en manos de la CUP, los radicales que le echaron del Palau de la Generalitat. Mas ahora propugna una negociación y no oculta la posibilidad de las urnas.

Oriol Junqueras, quien acaricia desde hace tiempo la posibilidad de convertirse en 'president', guardó silencio en aquella tempestuosa reunión del 'Govern'. Está a la espera. Insiste en defender públicamente el resultado emergido de las urnas en el referéndum ilegal, pero no va más allá. Su último mensaje público estaba orientado pacificar los ánimos de empresarios y a mentirles a los catalanes asegurando que sus depósitos está garantizados. Un promesa que se recibió como una amenaza.

El horizonte futuro en Cataluña pasa por unas elecciones, según el criterio más entendido. "O las convoca Puigdemont o se las convocan". Es decir, o el 'president' da un paso al costado antes del jueves o el 155 le inhabilita, asume sus funciones y convoca unos comicios autonómicos en tres meses. Antes habrá asumido el control de los Mossos, sin cuya colaboración cualquier paso se antoja imposible de ejecutar. 

No hay herederos claros para asumir el relevo del actual jefe del Gobierno catalán. En su partido sólo aparece la figura de Santi Vila, quien, como el Govern en pleno, está también investigado por el TSJC por la compra fallida de las urnas antes del verano. Desobediencia, malversación y prevaricación, son los cargos. El PDeCat no saldrá entero de este órdago al Estado. Ya hay dirigentes que hablan de necesidad de una refundación radical, sin Puigdemont ni sus colaboradores. Recuperar el espíritu de la vieja Convergencia y alejarse de ERC y la CUP. Es decir, darle una patada al tablero y repartir cartas de nuevo. Desde cero. Empezar por el principio. 

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