El portazo de Aznar sorprendió a todo el PP menos a Cospedal. Días atrás, en la copa de Navidad de Moncloa, la secretaria general del partido, presente en el festejo en su condición de ministra de Defensa, comentó con los periodistas que la renuncia del presidente de Honor era previsible. "No me produjo ninguna extrañeza. Imaginaba que iba a suceder".
Dolores Cospedal fue la encargada de negociar personalmente, durante todo un año, la ruptura del PP con Faes. "Las dos partes buscaban una solución amigable", comentan conocedores del largo proceso. Así se hizo. Con prudencia, sigilo y hasta secretismo. El pasado 2 de octubre rompieron amarras sin estridencias. Sin aviso previo, sin presencia de medios, con un comunicado por delante, Aznar firmó la disolución del vínculo junto a Cospedal y Zarzalejos, el secretario general de la Fundación. Ninguna de las dos partes quiso darle vuelo mediático a la ruptura. Faes necesitaba libertad para financiarse fuera de las menguantes subvenciones oficiales. Pocos en Génova veían la veían como la fundación del PP. Era la de fundación de Aznar.
La secretaria general cerró su gestión con éxito: "Poco ruido y cada mochuelo a su olivo", resumía un veterano de la formación. Apenas unas semanas después, Aznar daba un paso al frente y consumaba la ruptura. Renunciaba a la presidencia de Honor en un gesto medido y destemplado, con Rajoy presidiendo el Consejo de Seguridad la ONU.
La candidatura de Rajoy
La reacción en el partido fue de sorpresa general. Ni siquiera los altos rectores de Génova se esperaban el desplante. No, al menos, con un Congreso Nacional en puertas. Cospedal, sin embargo, se maliciaba algo así. Aznar no quería aparecer en la candidatura de Rajoy para repetir en la presidencia de Honor. "No me ha extrañado", deslizaba a los periodistas congregados en el festejo navideño de Moncloa. Pocos en la alta dirección popular mantenían una relación fluida con quien fuera su fundador. Cospedal era una excepción.
En la campaña de las autonómicas de mayo de 2015, el fundador del PP acudió tan sólo a cinco mítines. El primero, en Toledo, con la secretaria general. También apareció con Rudi en Aragón, Herrera en la vieja Castilla, Sanz en Rioja y Aguirre con Cifuentes en Madrid. Candidatos del viejo PP, los veteranos de la formación, los escasos dirigentes que todavía mantenían vínculos afectivos con quien había lanzado el partido a una mayoría absoluta sin precedentes.
Cospedal es una especie de la 'señora Lobo' del partido. La Harvey Kietel de Génova. Especialista en atajar 'marrones', en solucionar problemas, en hacerle frente a situaciones complicadas. Ahí está el 'caso Bárcenas', el escandaloso episodio que le tocó torear casi en solitario para blindar a Rajoy. Otros dirigentes del partido, con mayor protagonismo en el caso, se quitaron de enmedio. Como el ignífugo Javier Arenas, urdidor de estrategias desde la sombra pero muy reacio de aparecer en la superficie.
La fecha de estreno
Aznar había tomado su decisión y sería irrevocable, comentan en el entorno de la secretaria general. Cospedal sabía el fin de la película, aunque desconocía la fecha exacta del estreno. Algo le había insinuado a Rajoy, quien no se hablaba con su predecesor desde tiempo atrás. Las relaciones entre ambos se habían deteriorado ostensible y progresivamente. Las tensiones se agudizaron con el caso Madrid Arena, terrible suceso que le explotó a Ana Botella casi recién aterrizada en el Ayuntamiento madrileño. Nunca perdonó Aznar el trato que le dedicó el partido a su esposa. Distante, displicente y hasta acusatorio. Ahi empezó todo.
En cada declaración pública, el ahora expresidente de Honor le dedicaba algún pasaje crítico al actual equipo del partido. Rajoy acusaba los golpes en su estilo, sin inmutarse. En el PP cundía la irritación. Se puso en marcha la operación 'librarse de Faes'. Comenzó a trabajarse en la gestación de una nueva Fundación para sustituir a la de Aznar. Se llamaría Fundación Fraga Iribarne, según comentaban en la anterior dirección de Génova. El proyecto lo guarda Rajoy en un cajón.
No habrá ni presidente de Honor ni nueva Fundación hasta que el Congreso Nacional haya echado el cierre. El antiguo cargo de Aznar se amortiza. La Fundación se pondrá en marcha quizás sobra las bases de Humanismo y Democracia, una entidad de vinculada al PP, de raíces democristianas, con mucho poso UCD, que en tiempos lideró Javier Rupérez y que ahora dirige Rafael Rodriguez-Ponga, un veterano del partido. No es asunto de urgencia ni que a Rajoy le quite el sueño. El nuevo equipo que emerja del Congreso se pondrá a trabajar en el asunto. Quizás para entonces, Cospedal aún siga ahí.