Tan sólo un exconseller acudió a su despacho el primer día laborable de la república 'independiente y soberana' de Cataluña. Josep Rull, titular de Territorio, colgó en la red una fotografía en su despacho, en cumplimiento de las obligaciones "encomendadas por el pueblo de Cataluña". Las consejerías amanecieron vacías. Los exmiembros del Govern esquivaron la rutina y evitaron presentarse a trabajar. "Estamos en el limbo", señalaba un exalto cargo de la Administración.
"No sabemos quién manda, ni lo que tenemos que hacer. Ni siquiera sabemos si somos independientes", añadía con sorna. Poco se ha explicado el 155 entre la tropa de oficina. Bermúdez de Castro, el jefe del operativo nombrado por Sáenz de Santamaría, presidenta de Cataluña en funciones, acababa de aterrizar. El desembarco de Madrid será "lento, sin estridencias, un goteo", señalaban fuentes de Moncloa.
Los Mossos, los primeros en ponerse a las órdenes del Gobierno central, tenían instrucciones de acompañar a cualquier exconsejero a sus dependencias, permitirle que retirase sus enseres y acompañarle de vuelta a la calle. Caso de incumplimiento, se procedería a la pertinente denuncia que se elevaría a la superioridad. Pocos líos, era la consigna.
No hubo alborotos ni incidentes en la primera jornada del 'Gobierno de la República'. No se registraron escenas de tensión, policías arrojando de sus mesas a los consejeros, activistas blindando los edificios públicos o funcionarios escoltando a sus jefes represaliados.
Por no haber, no hubo ni Govern. En la histórica jornada en la que se ponía en marcha la 'república', no hubo gestos épicos y comportamientos homéricos. Todo se desarrolló en modo gris y ramplón. Nadie dio la cara. El 'número dos' de la consejería de Interior, César Puig, fue de los pocos en acudir al trabajo. Incluso atendió a los medios: "Yo no me doy por cesado porque sólo me puede cesar quien me ha nombrado".
Junqueras cumple su rutina
Oriol Junqueras acudió al departamento de Economía después de comer. Lo hizo acompañado de gente de su equipo de prensa. En la puerta del edificio, dos miembros de seguridad privada saludaron al exnúmero dos de la Generalitat. Junqueras no se había dado a la fuga con Puigdemont. Permaneció en Barcelona. Publicó un artículo el domingo en el que hablaba de que ", en los próximos días, habrá que tomar decisiones que no serán fáciles". No es casualidad que Junqueras y Rull, los únicos exmiembros del 'Govern' que acudieron a sus despachos, aspirarán en su momento a competir en las autonómicas de diciembre.
Algunos cargos 'pedecatos' confesaban que se enteraron en las redes de la fuga de Puigdemont. Nada sabían. Junqueras era de los pocos que conocía los planes
El exvicepresidente, fiel a su estilo prudente y casi insonoro, se encontraba reunido con la ejecutiva de ERC cuando se conoció la querella de la Fiscalía. Comenta alguno de los presentes que no pestañeó. "Lo previsto", le confesó a un próximo. "Sedición y rebelión". Y continuó la reunión. Los republicanos concurrirán a las urnas 'ilegales' de Rajoy. Quizás junto al PDeCAT, que también reunía a su directiva. Ambas formaciones se acomodaban a lo dictado por el Gobierno central -cese del Ejecutivo y comicios el 21-D- mientras sus líderes escapaban a Bélgica con objetivo desconocido. Algunos cargos 'pedecatos' confesaban que se enteraron en las redes de la fuga de Puigdemont. Nada sabían. Junqueras era de los pocos que conocía los planes. Al cabo, tres de sus consejeros participan en la escapada.
Moncloa había seguido con alivio el arranque del 'maldito lunes'. La actitud de Trapero, asumiendo su cese al frente de la policía autónoma, fue un buen síntoma. Interior controlaba a la perfección su negociado. La policía catalana acataba las órdenes sin problemas. Ferrán López, nuevo mayor de los agentes, recibía instrucciones en el despacho del ministro Zoido en Madrid. El flanco más complicado del 155 marchaba bien.
¿Qué sabía el CNI?
Carme Forcadell, la presidenta del Parlament, se sumaba a las buenas noticias. Suspendía la reunión de la Mesa, prevista para el martes, y daba por disuelta la Cámara. Ni declaraciones ni aspavientos. Obediencia absoluta. En las calles, Òmnium y ANC no daban señales de existir. Todo el fin de semana de relax. "Estos son así. Proclaman la república y se van de finde", comentaba algún diputado del PSC.
El único contratiempo inesperado sobrevino al difundirse la especie del viaje de Puigdemont a Belgica. ¿Qué hace ahí?, se decía en las filas independentistas. Nadie sabía nada. Ni siquiera el CNI, según gente del PP. "No olieron las urnas y no han olido la escapada", añadían.
Puigdemont emitió un ecléctico y anodino mensaje el sábado desde Gerona, donde acudió a estar con la familia y relajarse. El domingo se reunió con su abogado, Alonso Cuevillas, y por la tarde vio el partido de su equipo, el Girona, contra el Madrid. Luego, en compañía de sus cinco consejeros, emprendió ruta a Marsella y, desde allí, vuelo hasta la capital de la UE. Sus planes son un misterio. En la familia independentista se reaccionó, primero con sorpresa y, pasadas las horas, con estupefacción. Sólo Lluís Llach colgó raudo en Twitter un comentario de rendido reconocimiento al audaz golpe de efecto del 'MHP'. El 'molt honorable expresident' se había evaporado sin dar cuenta de su estrategia. "Con este hombre hay que tener demasiada fe", señalaban en su partido.