El Gobierno se prepara para una gestión ardua y difícil, con una mayoría minoritaria en el Congreso. Tendrá que labrarse sectorial y metódicamente el respaldo en cada paso, deberá buscar complicidades en cada iniciativa. Ora, con Ciudadanos. Ora, con el PSOE. Quizás el PNV. “Una tarea de miniaturista, un ejercicio de paciencia infinita”, comenta un miembro del nuevo Gabinete.
Negociar, dialogar, pactar, consensuar... Son los consejos que ha esparcido Rajoy tanto en la mesa del Comité de Dirección de Génova como en la del Consejo de Ministros. Lo importante es zanjar cuanto antes los asuntos de mayor urgencia, es decir, el techo de gasto y los presupuestos, un envite en el que el equipo coordinado por Soraya Sáenz de Santamaría, con el respaldo de Cristóbal Montoro y José Luis Ayllón, más el concurso de Rafael Hernando, trabajan desde hace tiempo. Alberto Nadal, reclutado en Hacienda, se suma a este grupo de negociadores.
En el PSOE ya han hecho saber públicamente, que no beberán de ese amargo cáliz. Bastante tuvieron con engullir a las bravas la abstención en la investidura. Un bocado tóxico que aún no han podido digerir. En Moncloa no descartan que, al menos, no caigan en la tentación de incurrir en el veto al proyecto presupuestario, lo que le obligaría a Rajoy a dar una patada al tablero y comenzar de nuevo la jugada. Es decir, sin presupuestos no habría más alternativa que volver a las urnas. Un endemoniado bucle.
El presidente se lo toma con calma. Ya nadie habla de una legislatura breve. Rajoy es consciente de que el PSOE debe dar muestras de ejercer una firme oposición al partido al que le facilitó su continuidad al frente del Gobierno. Pero también cuenta con una baza fundamental y determinante: Los socialistas están maltrechos, abatidos, sin organización ni liderazgo. Y tardarán aún demasiado tiempo en recomponerse. Las voces que llegan desde Sevilla, donde se sustenta el centro de decisiones en torno a la dubitativa Susana Díaz, trasladan la idea de que hay que parar la pelota, atemperar la jugada, no correr demasiado a la hora de convocar el congreso que saque al PSOE de su actual agujero. Hay que dar tiempo a que la ya no tan larga sombra de Pedro Sánchez se diluya. Junio o julio se comenta. Casi nueve meses en manos de una gestora, cada día más difuminada.
Rajoy pidió apoyos a la oposición para completar la legislatura a fin de sacar adelante todas las reformas pendientes, tanto las que exige Bruselas como las que pactó el PP con Ciudadanos o las que espera, ansiosa, la sociedad española. Dada la frágil situación en la que se encuentra el PSOE, el presidente confía en privado no sólo en completar sin traumas dos años de mandato, sino incluso en redondear la legislatura, de acuerdo con las mencionadas fuentes.
Disolución de las Cortes
Si no hay presupuesto, Rajoy rompe la baraja y disuelve las Cortes el 3 de mayo, primera fecha que permite la Constitución, y se embarca en otra aventura rumbo a las urnas. Ningún partido está ahora en condiciones de afrontar otros comicios. Salvo el PP, tal y como indica no sólo el CIS, sino los diferentes sondeos que elaboran en los cuarteles generales de algunas formaciones. De una forma o de otra, habrá presupuestos y, a continuación, se irán saldando los compromisos con Bruselas y se irá cumplimentando el grueso de las cuestiones pactadas con los socios de Gobierno. Rivera se juega parte de su prestigio y aún de su supervivencia en este trance.
“Es el panorama ideal para Rajoy. Todo depende de los demás. Si no colaboran, como ya advirtió en su segundo mensaje de investidura, todos serán culpables, porque todos tienen responsabilidades a la hora de hacer viable un Parlamento de lidia casi imposible”, señalan en fuentes de Génova. El presidente del Gobierno ha subrayado la importancia de mantener engrasados y a punto los lazos con Ciudadanos.
El pacto sobre autónomos ha sido el primer signo de que las cosas marchan bien. Vendrán otros, quizás no los 150 del tratado de investidura, pero sí algunos de los más importantes. Ampliar esta línea de acuerdos hacia el PSOE será otro objetivo irrenunciable. Aún es prematuro. “Los socialistas están a lo suyo y no se pude contar con ellos para cuestiones de enjundia al menos hasta su Congreso. Otra cosa es lograr respaldos parciales en temas muy específicos”, señalan.
Rajoy ha mantenido en Educación a Méndez Vigo porque es un paciente negociador. Le espanta, como al propio presidente, hacerse enemigos. Su fotografía en la tasca con manteles de cuadros con la alcaldesa Carmena evidencian que situarle al frente de la portavocía del Gobierno no ha sido un capricho. Un rostro amable cada viernes, a la hora del vermú, tras el Consejo de Ministros, es medida aconsejable en este periodo de borrar su imagen agria y antipática.
Desactivar el bullicioso frente catalán es tarea encomendada a Soraya Sáenz de Santamaría, que no se entiende mal con Oriol Junqueras, un tipo amable. Aislar políticamente a un Puigdemont, secuestrado por la CUP, será el principal objetivo. Para eso necesita del concurso de Ciudadanos y, naturalmente, del PSC. Iceta, confirmado en su cargo al frente de los socialistas catalanes, no tendrá inconveniente en participar en esta envolvente si se le hace un hueco importante en la foto, comentan en círculos del PP.
Fátima Báñez ya se ha puesto ya en marcha para reactivar el Pacto de Toledo, asunto perentorio. El futuro de las pensiones abruma en la opinión pública y acongoja a los inminentes jubilados. La idea consiste en tener un texto consensuado y factible a la vuelta de Semana Santa. Báñez, que esperaba alguna promoción más importante en el reparto de responsabilidades de Gobierno, está ya centrada en este asunto. Su capacidad de diálogo es encomiable y cuenta con el respaldo firme de Ciudadanos.
Poco a poco, paso a paso, día a día, a ser la norma de Rajoy. Ya no tiene prisa porque, entre otras cosas, el PSOE tampoco las tiene. Susana Díaz se espanta ante la posibilidad de que el tinglado de venga abajo antes de que haya logrado reformar la estructura de su formación. Rajoy lo sabe y le va a dar tiempo. Mientras tanto, el presidente seguirá plácidamente en Moncloa, achuchado por las reclamaciones de Bruselas, con un Gobierno bien avenido, sin protagonismos estridentes, y aliñado con el leve picante de la pugna entre Sáenz de Santamaría y Cospedal, un duelo soterrado que ofrecerá materia de conversación y excusa de argumentos para el mundillo político y los medios. De la ‘tormenta perfecta’ del año en funciones, Rajoy ha pasado al ‘oasis perfecto’ de dos años, al menos, sin contratiempos, sin elecciones en el horizonte y apenas sin una oposición de fuste y bien armada en el Parlamento.