Todo estaba medido al milímetro. Mariano Rajoy ha acudido este miércoles a su cita en la Audiencia Nacional muy preparado, consciente de que el interrogatorio al que se iba a enfrentar se preveía, cuanto menos, incómodo. Era la primera ocasión que un presidente del Gobierno declaraba como testigo en la historia de nuestra democracia, y el líder del PP se ha entrenado a fondo. Con respuestas contundentes y mayoritariamente tranquilas, Rajoy ha respondido a las preguntas de los letrados y fiscales durante dos horas, remarcando siempre una idea: él sólo era responsable de los asuntos políticos del partido y no de la gestión económica.
Una fachada discursiva que no ha resultado impenetrable para los especialistas. Rajoy, disciplinado y acostumbrado a preparar sus intervenciones de forma minuciosa, se ha cuidado de ser convincente, breve e inequívoco en muchas de sus respuestas. Esto le ha ayudado, según el consultor de comunicación Antonio Gutiérrez Rubí, a salir más bien airoso de un interrogatorio en el que se le ha instruido para no perderse en 'excursiones narrativas' -cerrando las oraciones con expresiones concluyentes-, y en el que sin embargo, algunos de sus tics le han delatado.
"Le ha costado coordinar la apertura y el cierre del micrófono, y después ha dado unos golpeteos con los dedos sobre la mesa, lo que reflejaba impaciencia e incomodidad, tanto al escuchar la pregunta como al imaginar su desenlace", concreta el experto.
Aunque el tono de voz del presidente ha estado "controlado" en todo momento para no transmitir nerviosismo, Gutiérrez Rubí cree que no se puede afirmar que Rajoy ha estado "cómodo y relajado" durante una cita en la que el rigor procesal del juez, "que admitía o no admitía algunas preguntas cuando consideraba que no eran pertinentes", se ha convertido en un apoyo fundamental para el testigo.
Desde el inicio de la declaración, la puesta en escena ha sido esencial. El líder del PP ha entrado a la sala con paso firme, dando zancadas grandes y casi aceleradas, y al sentarse se ha colocado la corbata y apoyado los dos brazos en la mesa, con una mano sobre la otra. Gestos aparentemente banales que esconden mucho, según Susana Fuster, experta en comportamiento no verbal. "Se ha dado palmaditas sobre la mano derecha, lo que indica que la procesión iba por dentro y que estaba utilizando un método para calmarse", resalta.
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Fuster, directora del Máster en Comportamiento no verbal y detección de la mentira de la Fundación universitaria Behavior and Law, cree que Rajoy también llevaba muy preparada la imagen que quería proyectar: desde la sobriedad e institucionalidad de su vestimenta oscura hasta los gestos. "Ha sabido gesticular muy bien, porque él es más impávido y no gesticula tanto; y creo que le han aleccionado muy bien, aunque el nerviosismo acababa saliendo de alguna manera", concreta.
Esta tensión implícita se ha dejado entrever, según Fuster, en detalles como el de jugar con el micrófono y cogerlo con las dos manos -"para protegerse"-, el reclinarse hacia atrás al contestar ciertas preguntas, el cogerse las manos y acariciárselas o el esconder el pulgar. Dada su tendencia a utilizar el dedo anular acusador, "que transmite arrogancia", el presidente se ha cuidado de sustituirlo por el dedo en pinza, algo que, como aprecia la especialista, ha tratado de controlar haciendo "un esfuerzo cognitivo muy grande".
Correa y Bárcenas: los momentos más tensos
La especialista en lenguaje no verbal considera que la declaración se ha dividido en dos partes claras: una primera en la que el discurso ha estado más controlado a nivel verbal y corporal, y una segunda en la que el paralenguaje ha delatado que las preguntas sobre Francisco Correa y los SMS de Luis Bárcenas le afectaban emocionalmente. "En la primera parte optaba por contestar con frases contundentes y evasivas, e incluso se permitía un tono burlón. Pero cuando se ha pasado a las otras cuestiones, ha optado por el "No lo sé", "Reconozco hasta un extremo"... Incluso ha apelado a que se empatizara con él, con expresiones del tipo "Ruego que me entiendan" o "Es muy difícil". Había mini-segundos en los que hasta se tiraba hacia atrás y mostraba rechazo a la pregunta", explica.
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Las cuestiones sobre el extesorero del partido han provocado nuevos tics al presidente, como colocarse la solapa de la chaqueta, tensar la mandíbula o apretar los labios, "lo que indica contención". Ante las preguntas del letrado de Adade, Fuster también se ha percatado de la mirada "un tanto inquisitiva" del testigo, que acababa desviando en los instantes de mayor incomodidad. "Intentaba transmitir que estaba por encima de todo, que es el presidente, de ahí el tono a veces socarrón. Pero se veía que no estaba del todo seguro cuando desviaba la mirada, casi como para buscar aprobación", agrega la especialista.
El subconsciente también ha jugado una mala pasada a Mariano Rajoy a través de dos lapsus linguae, que muestran el conflicto entre lo que uno piensa realmente y lo que quiere decir. Al ser preguntado por la reunión con Bárcenas y Javier Arenas, ha tropezado con un término: la "reunción" con ellos -"estaba pensando tanto en reunión como en renuncia"-. El presidente también ha trastabillado al ser interrogado sobre si Álvaro Lapuerta visaba las cuentas elaboradas por Bárcenas, a lo que ha respondido "No desconozco ese hecho", "como dando a entender que lo sabía, y rectificando después". "Es un error del subconsciente que le ha pasado en otras ocasiones, como cuando dijo 'ETA es una gran nación' o 'Somos sentimientos y tenemos seres humanos'".
A diferencia de Houdini, que escapaba usando su resistencia, contorsionismo y fuerza, Rajoy lo hace gracias a estar quieto y a controlar sus palabras"
Para Gutiérrez Rubí, las repreguntas han sacado a la luz la incomodidad y tensión del líder del PP en esta circunstancia excepcional. "Un presidente del Gobierno que va a declarar como testigo tiene que ser muy consciente de que cualquier persona no puede mentir cuando declara como testigo, y mucho menos un presidente, a menos que quiera que su carrera política quede inhabilitada o arruinada. Ha estado tenso, a pesar de su autocontrol", defiende.
El consultor de comunicación ha visto a Rajoy tentado de "utilizar sus latiguillos y su sorna" -como cuando ha bromeado con su respuesta 'gallega'-, algo que, en su opinión, "no le convenía". "Una sala de un tribunal no es un hemiciclo, hay unas normas procesales. Allí no iba el político, iba el testigo. Y como testigo tenía que acatar los consejos que, no me cabe ninguna duda, habrá recibido para contestar las preguntas difíciles y repreguntas".
Rubí cree, sin embargo, que Rajoy es un político que, como Houdini, cuenta con "las virtudes de un buen escapista". "A diferencia del ilusionista, que escapaba usando su resistencia, contorsionismo y fuerza, Rajoy lo hace gracias a estar quieto y a controlar sus palabras". El objetivo, según el experto, es el mismo que el del mítico mago: escapar de las trampas que ha encontrado a su alrededor... y, que por ahora, ha logrado esquivar.