Cómo andará Castilla que pide trigo y cómo andará Barcelona y toda Cataluña para que el director del diario La Vanguardia, Marius Carol, escriba en su columna bajo el título Al grito de Order que “más tarde o más temprano alguien deberá gritar como John Bercow, el speaker de la Cámara de los Comunes: Order”. Para añadir que no se construye nada a partir del desorden, como no sea más desorden; que alguien ha decidido convertir Barcelona en un videojuego violento sin pedir permiso, y que eso es una canallada. Y concluir que, ciertamente, si quienes mandan en el país denuncian a su policía y defienden a los incendiarios, mal vamos, y que cuando la televisión pública señala a los Mossos como una amenaza, lo que acaba siendo una amenaza es la televisión pública.
El director del periódico reconoce que costará lo suyo poner a Cataluña en su sitio. Pero el caso es que ni siquiera se advierte el propósito de emprender esa tarea con suficiente seriedad y determinación por parte del presidente del Gobierno en funciones y candidato socialista, Pedro Sánchez. Nuestro líder ha preferido mantenernos sometidos a una ducha escocesa con advertencias tan terminantes como genéricas -no habrá impunidad, aplicaremos el código penal- seguidas de intentos de minimizar los altercados o apuntarse a proclamar que la dosis de provocación es todavía insuficiente para requerir alguna respuesta y encerrarse en aquello de “no hay novedad señora baronesa”.
Sánchez tan pronto irrumpía con un comunicado a media noche cargado de autoridad como cantaba -en unión con el ministro del Interior o el de Fomento con el gorro de portavoz del PSOE o la vicepresidenta- la perfecta coordinación de Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil. Olvidaba que la orquesta del Titanic también interpretaba impecable la partitura mientras el barco se hundía. Mientras dejaba sin aclarar si garantizaría la normalidad en aeropuertos, ferrocarriles y carreteras o si quedaba proclamado el ¡sálvese quien pueda!
El primer regalo que nos hicieron los indepes fue el de Vox, formación de extrema derecha de la que hasta entonces carecíamos, lo que representaba un signo de ventajosa distinción del sistema político español frente a los de los países del entorno
La cuestión es que ese abatimiento, esa deserción, empieza a traducirse en una cotización a la baja en las encuestas y sondeos preelectorales. El primer regalo que nos hicieron los indepes fue el de Vox, formación de extrema derecha de la que hasta entonces carecíamos, lo que representaba un signo de ventajosa distinción del sistema político español frente a los de los países del entorno. Como señaló un periodista, buen amigo, al vicepresidente del Govern de la Generalitat, Pere Aragonés, en el desayuno con el que nos deleitó el jueves 24 de octubre en el Hotel Hesperia de Madrid, en las urnas de las elecciones generales veremos si los indepes nos traen como segundo regalo la victoria de la derecha.
El despropósito ha alcanzado cotas inimaginables. Por ejemplo, el conseller del Interior, Miquel Buch, ha tenido que salir a desmentir que los Mossos tengan connivencia alguna con personas violentas. Pero no hubiera podido decir lo mismo del president Torra que arengaba a los de la CUP en Sant Julià de Ramis para que apretaran y que enseguida se puso a lamentar las detenciones de los ERT (Equipos de Respuesta Táctica), los cuales, si bien andaban preparando explosivos, eran indudablemente de los nuestros y lo hacían por nuestro bien con el propósito de que ganara visibilidad el conflicto catalán.
Tampoco Buch hubiera podido negar la evidencia de que la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), señora Elisenda Paluzie, ande celebrando que los altercados violentos tengan buena acogida en la prensa internacional. ¿Será que asistimos a una adaptación de aquel lema turístico, Spain is different del ministro Fraga, que ahora quedaría en Catalonia is different porque se está quemando y sus llamas alumbran proyectando una imagen distinta con nuevos atractivos. De manera, querida Paluzie, que cuanto mayor la hoguera de las vanidades y de los disturbios mejor para la causa.
Colau, vistas las protestas en vía Layetana contra la Jefatura de Policía, ha pedido que la Policía Nacional abandone esa sede que en mérito a los pirómanos debería serles adjudicada
Así que cuando las barricadas ardientes sean una costumbre y dejen de llamar la atención, habrá que aumentar la dosis del incendio en progresión geométrica para que conforme a la Ley de Weber y Fêchner las sensaciones crezcan en progresión aritmética. Será tal vez el momento de pensar, por ejemplo, en masacres a lo grande como las de los trenes de Atocha en 2004 que tanta cobertura mediática consiguieron. En esa línea, la CUP rehusó, en la presentación de su lista en Madrid, condenar la violencia contra los policías, lo cual es un primer paso muy esperanzador, más aún cuando se ha sabido que los incidentes se han saldado con 200 detenidos y 600 heridos. Interesante que Paluzie recalcara en TV3 que los disturbios no habían restado apoyo a las fuerzas independentistas. Sostuvo que el mundo es así y que “son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada”. En todo caso, volvió al raca-raca para rematar asegurando que la principal responsable es la violencia del Estado.
La que más claro lo tiene es la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que evitó la salida de los bomberos los cuatro primeros días y ahora, vistas las protestas en vía Layetana contra la Jefatura de Policía ha pedido que la Policía Nacional abandone esa sede que en mérito a los pirómanos debería serles adjudicada. La naturaleza tiene horror al vacío y si el Gobierno y los cuerpos policiales bajo su autoridad dejan de garantizar el orden público, surgirán otros suministradores bajo las etiquetas de la CUP o de los somatenes de autodefensa que se organicen. Atentos.