El Gobierno aguanta. El presidente Pedro Sánchez no tomará medidas excepcionales a pesar de que Cataluña encadena ya tres jornadas de graves disturbios en las calles de Barcelona. Y confía en que la crisis pierda intensidad después del fin de semana, cuando está prevista la llegada de las marchas de la ANC que están recorriendo el territorio y la huelga general el viernes.
Nervios. Tensión. Preocupación. Algunas contradicciones. No ha sido un día fácil para el Gobierno. Los altercados en Barcelona, que se están saldando con decenas de heridos y una violencia en ocasiones descontrolada, han sorprendido al Ejecutivo. No lo esperaban.
Sánchez decidió convocar a los líderes de PP, Pablo Casado; Ciudadanos, Albert Rivera; y Podemos, Pablo Iglesias, en La Moncloa para abordar la situación en Cataluña.
La conclusión es que de momento no habrá ni Ley de Seguridad Nacional, ni 155, ni otras medidas. Sánchez está convencido de que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, está solo y que ni ERC, ni parte del mundo de CiU y PDeCAT le apoya. Además, los informes que recibe de Interior le dicen que la implicación de los Mossos d'Esquadra en los operativos es plena.
Sánchez: "Unidad y moderación"
Calma y tranquilidad, a pesar de que el ministro José Luis Ábalos hablara de kale borroka. Sánchez ha comparecido a las nueve en punto de la noche para hacer una valoración de lo que está ocurriendo. El jefe del Ejecutivo ha dicho que el Estado defenderá el orden en Cataluña, pero ha pedido mesura y unidad en la respuesta.
"Nos quieren exaltados para que caigamos en sus provocaciones y alimentemos una espiral violenta. Y nos quieren divididos para debilitarnos y tratar de imponer su voluntad sobre la democracia. Y nos deben encontrar como exige la gravedad del momento: firmes, serenos y unidos", ha dicho Sánchez. "La moderación en la respuesta es también otra forma de fortaleza".
Es cierto que el Gobierno camina sobre el alambre. Y hace equilibrios para no cerrarse la puerta a una respuesta más contundente en Cataluña. La huelga convocada el viernes y la llegada a Barcelona de las distintas marchas que recorren Cataluña a favor de la libertad de los líderes del proceso separatista condenados son el momento crítico.
El Gobierno considera que si salva el fin de semana, la tensión bajará y la situación se desinflamará rápidamente en Cataluña. Hay quien piensa en el Gobierno que el partido Barcelona-Real Madrid del 26 de octubre también genera riesgos, sobre todo de imagen. Aunque el partido puede ser aplazado.
El 10-N, a la vuelta de la esquina
El impacto de todo lo que está ocurriendo estos días en Cataluña en las elecciones generales es ahora mismo una incógnita. Sánchez es víctima de su propio discurso de mano dura contra el independentismo. El presidente del Gobierno se hartó de prometer en los días previos a la sentencia que no le temblaría el pulso a la hora de aplicar la Ley de Seguridad Nacional o el 155. De momento, va a ser que no.
La campaña, eso sí, ha virado a un eje peligroso para el PSOE. Casado exige la Ley de Seguridad Nacional. El líder de Vox, Santiago Abascal, la aplicación del Estado de sitio en Cataluña. El candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, ha ofrecido su apoyo al Ejecutivo, pero le exige que destituya a Torra vía 155 y proteja a los catalanes constitucionalistas.
Al mismo tiempo, hay una incipiente movilización antindependentista por lo ocurrido en las calles catalanas. Rivera ha convocado un acto este domingo frente a la sede de la Generalitat. Vox ha organizado una manifestación en la plaza de Colón de Madrid el 26 de octubre.
Y la entidad Sociedad Civil Catalana (SCC), que agrupa a los distintos partidos constitucionalistas catalanes, ha convocado una gran marcha el 27 de octubre. SCC ya organizó las grandes movilizaciones constitucionalistas de octubre del 2017.