La reunión de dos horas que el lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, mantuvo con el todavía líder de ERC, Oriol Junqueras, en la cárcel acerca al PNV a la solución que el PSC y el PSOE defienden para Cataluña. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha asumido las tesis del primer secretario de los socialistas catalanes, Miquel Iceta. El PSC aboga por aislar a Carles Puigdemont, dueño por ahora del espacio que representa el PDeCAT, y recuperar los pactos de gobierno con un ERC alejado de la vía unilateral.
Urkullu dijo que su visita a la prisión de Lledoners (Barcelona) fue de carácter “privado” y por una razón “fundamentalmente humanitaria”. El entorno del lehendakari explicó que había visto a Junqueras "sereno, a pesar de sus circunstancias derivadas del encarcelamiento hace ya nueve meses y del proceso judicial" e "interesado en lo mejor para su entorno familiar y político, como también para el conjunto de la sociedad catalana".
El acercamiento de Urkullu a Junqueras bendice la estrategia que está desplegando el PSOE en Cataluña desde que asumió la Moncloa. La ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, dirige ese acercamiento al independentismo. Sánchez ya se ha reunido con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y se ha reactivado la comisión bilateral Estado-Generalitat. El PSOE prefiere un ERC que lidere el espacio independentista, pero desde la vía constitucional. Una especie de PNV en Cataluña con el que poder pactar a nivel autonómico.
Nuevo encaje de Cataluña
Batet, ejerciendo como ministra, ha defendido la reforma constitucional pero sin derecho a decidir, de momento. El objetivo es inalcanzable hoy por hoy. Así que además del mensaje como declaración de intenciones, el PSOE ha entregado al separatismo un punto de partida real en la negociación, que se prevé larga y llena de obstáculos. Ese punto de salida es la recuperación de la parte del Estatut de Cataluña del 2006 prohibida por el Tribunal Constitucional.
Sánchez e Iceta dieron pinceladas de la estrategia del nuevo encaje de Cataluña y la reforma de la Constitución en septiembre del año pasado, poco antes de que la virulencia del golpe separatista forzara tanto al PSOE como al PSC a apoyar el 155. La política del apaciguamiento del PSC, asumida por Moncloa, es tender la mano a ERC como socio preferente y que la formación republicana rompa definitivamente con Puigdemont. “Si queremos que el apoyo a la independencia pase del 47% al 20% no podemos seguir con el 155”, dicen en el PSOE.
El PNV está por la labor de apoyar esa vía. Sánchez ha convertido al nacionalismo vasco en socio preferente de la legislatura. Aceptó los presupuestos del PP para mantener los compromisos que el PNV había arrancado a Mariano Rajoy y ha iniciado el acercamiento de presos de ETA a cárceles del País Vasco. El máximo responsable del PNV, Andoni Ortuzar, negoció punto por punto su apoyo a la moción de censura. Una de las exigencias del PNV era no celebrar elecciones anticipadas.
Urkullu se implicó personalmente en la crisis de octubre del año pasado. El lehendakari trató de convencer a Puigdemont de que convocase elecciones anticipadas y evitara la declaración unilateral de independencia. No lo consiguió. También es cierto que el entonces presidente de la Generalitat se vio muy presionado por ERC y Junqueras, que amenazaron con salir del Govern si elegía las urnas.
Estatuto de Guernica
Los papeles se han intercambiado por completo desde aquellos días de octubre. Puigdemont huyó, mientras que Junqueras está a punto de cumplir un año en prisión. El ex presidente ha capitalizado el voto separatista y ERC se ha acercado a posiciones teóricamente más moderadas.
Iceta siempre ha admitido entenderse mejor con ERC. La cuestión es a cambio de qué puede renunciar ERC a la república. La solución está en el programa del PSC. Iceta pide un pacto fiscal y el reconocimiento de Cataluña como nación. El PNV puede tener mucho que decir en este proceso. El Parlamento vasco sigue negociando la ponencia de reforma del estatuto de Guernica. El partido nacionalista debe elegir entre la propuesta de máximos de Bildu y las posiciones mucho menos agresivas de los socialistas vascos, sus socios de gobierno.