Este martes se cumplen tres semanas de la mayor catástrofe natural que ha sufrido España en las últimas décadas. La DANA, que se cobró más de 216 vidas en la provincia de Valencia, sigue afectando los municipios que devastó. Coches apilonados en plena calle, lodo que hace impracticables algunas zonas del municipio o gente andando kilómetros y kilómetros para ir a trabajar, por la falta de medios de locomoción, son las incidencias a su vida diaria que más recuerdan a los vecinos el paso de la DANA por sus pueblos.
En Paiporta y Picaña, la zona cero de los destrozos, es donde los estragos son todavía más visibles. Donde la vida normal tardará más tiempo en recuperarse. De hecho, explica una vecina, "nunca más volveremos a ser los mismos". Paiporta, con 45 fallecidos, es el municipio que perdió a más ciudadanos. También el que tres semanas después de la catástrofe sus calles siguen sin parecerse a nada lo que eran hace solo un mes. Hay pocos transeúntes, más allá de los que van andando al trabajo o se acercan a ayudar como voluntarios. Tampoco hay apenas coches, al margen de las patrullas de las policías de diferentes ciudades de España que dan asistencia, en una ciudad silenciosa que llora en silencio a sus víctimas.
En un restaurante de la población trabajan a destajo para reabrir cuánto antes. Lo regentan una familia de origen chino, establecida en Paiporta desde hace años, que intentaron salvar la vida agarrándose el padre, la madre y la hija de 13 años de una farola. Los padres lograron sostenerse, pero la fuerza del agua se llevó a Hoo. Durante tres días sus progenitores gritaban su nombre por las calles del barrio con la esperanza de encontrarla con vida. Al cuarto conocieron el fatal desenlace. Tras el duelo, y con el objetivo de buscar una distracción a una pérdida irreparable, buscan salida a la tristeza intentando recuperar su negocio. "Si ellos el día después de enterrar a su hija de 13 años ya están levantando la cabeza, que no vamos a hacer nosotros, que solo hemos sufrido pérdidas materiales" señala otra vecina.
Como logró llegar el agua hasta las puertas de sus casas, el pago de las ayudas y si deberán tributar por las donaciones, quien es el responsable de no haber mandado el aviso a la población antes o el intercambio de identidades de personas conocidas que han fallecido, son algunos de los temas de conversación que siguen ocupando las pocas mesas de las cafeterías que ya han podido reabrir sus puertas en Alfafar. Todo el mundo es muy cauto en las conversaciones.
Ir vestido de luto es presagio de que, para un conocido con el que te cruzas, las consecuencias han sido letales. "Ayer enterré a mi esposa y mi hija de cuatro años", le espetó un reputado empresario al ser interpelado por como estaba por parte de alguien con el que se cruzaba a menudo. En el cementerio de Catarroja, este martes, se celebraba el funeral de una de las últimas víctimas que pudo ser identificada. Sobrio. Con parte de las tumbas también afectadas por la devastación.
Reapertura de negocios
Pero esta tercera semana tras la DANA, gracias al trabajo noche y día para recuperar sus negocios, muchos pequeños empresarios también miran con esperanza la posibilidad de reabrir sus tiendas a finales de esta semana. En Paiporta o Picanya todavía no hay ninguna abierta. Tampoco ningún supermercado. Los vecinos llenan sus despensas gracias al reparto de comidas que siguen haciendo ONG's y voluntarios. A diario se sigue repartiendo también comida caliente, para aquellos que en sus casas todavía no tienen gas o electricidad, 21 días después.
En Alfafar, una de las tres tiendas de fotografía que hay, la de Kike, reabrirá sus puertas este próximo viernes. "Me he olvidado hacer la transferencia por el fotomatón", le decía a su pareja, sentados en la mesa de un bar al que han ido a almorzar, mientras celebraba que el miércoles tendrá ya instalada la máquina para hacer fotografías de carné. Algo que puede parecer lo menos importante en una tragedia como la vivida. Pero que es trascendental para la renovación de los DNI y carnés de conducir que muchos han perdido con el paso del agua. La Policía ha abierto puntos de renovación móviles, pero no hay donde hacerse la foto necesaria.
Kike ha podido acelerar la reapertura de su pequeño negocio, que quedó completamente anegado, gracias al trabajo de decenas de voluntarios "que se acercaban a preguntar si necesitabas ayuda, ya que nos cuesta pedirla", reconoce, y "se ponían a trabajar de 10 a 14 sin mediar palabra". En conversación con Vozpópuli dice que de la mayoría de ellos no sabe ni el nombre. "A uno que vino con un grupo sí le pedí el Instagram y lo tengo localizado" explica emocionado. Grandes empresas de su sector, como Sony, Kodak o Profoto le han cedido durante un año cámaras y material desde otros países para que pueda reiniciar. También compañeros de profesión de otros lugares como Baleares.
Ayuda anónima
Estos días, con la urgencia ya superada, también afloran algunos héroes anónimos que han ayudado a que llegase a los pueblos más afectados el material más urgente cuando no había botas de agua, palas o cualquier otro producto necesario para achicar el agua y quitar el lodo. Es el caso de Alberto Aibar, un empresario de 35 años de Benetússer que el día que ocurrió la tragedia se encontraba en Madrid. Tras la llamada de su madre, diciéndole que estaba sola en casa, que su padre y su hermano estaban ilocalizables, no se pensó dos veces el volver a su pueblo.
Aibar, que puso su coche a disposición de algunos valencianos que pasan parte de la semana en Madrid por trabajo, en un momento en el que no circulaban ni trenes ni aviones, contactó con una de las tiendas de Decathlon en Madrid para pedirles ayuda. Y se llevó con él varias botas de agua que sirvieron a los vecinos y voluntarios poder trabajar sobre el terreno los primeros días. A través de sus redes sociales agradeció la colaboración de la empresa, que posteriormente canalizó a través de él, que contactaba con los ayuntamientos o la Guardia Civil de Paiporta para saber sus necesidades, el envío de más productos. Lo mismo hizo Nespresso o Ferrovial.
El joven empresario, además, pese a que su negocio hace pocos años que echó a andar, remitió un correo a todos sus trabajadores para informarles de que les iban a ingresar una paga extra de 2.000 euros para ayudar a paliar las pérdidas que han sufrido. Este martes dejaba por unas horas su despacho para calzarse de nuevo las botas de agua e ir a ver a sus vecinos para saber si necesitaban algo.