José Luis Rodríguez Zapatero nació en Valladolid el 4 de agosto de 1960, pero cuando apenas sabía andar su familia se trasladó a León, donde él creció y se formó. Es el segundo de los dos hijos que tuvieron el conocido abogado Juan Rodríguez García de Lozano y su esposa, Purificación Zapatero Valero. Es importante señalar que su abuelo paterno fue Juan Rodríguez Lozano, el célebre “capitán Lozano”, asesinado por los franquistas al principio de la guerra civil, el 18 de agosto de 1936, porque se negó a sublevarse contra el gobierno legítimo y porque, además, pertenecía a la Masonería, en donde había llegado al grado de “compañero”. José Luis ha repetido en infinidad de ocasiones que su abuelo fue un ejemplo para él y el estímulo esencial para entrar en política. Naturalmente, en la izquierda.
Un periodista malvado escribió hacia 1987, a raíz de un congreso provincial del PSOE leonés, una frase que Zapatero recordó durante muchos años: que era “el cielo de hijo que cualquier madre desearía tener”. Es la pura verdad. El chico salió guapo, tirando a rubio y con ojos claros; inteligente, aplicado, disciplinado, serio pero sonriente y con un don de gentes que no le niegan ni sus peores enemigos.
Comenzó a estudiar en un colegio religioso que entonces era solo para niños: el de las Madres Discípulas de Jesús, muy próximo a la catedral leonesa. En aquel severo e irregular patio de cemento jugaba al fútbol, en los recreos, el niño José Luis, vestido con el uniforme obligatorio para todos los alumnos: camisa blanca y muchas veces corbata azul marino, zapato negro, pantalón corto también azul y jersecillo gris. Lo más probable es que fuese el bondadoso don Hipólito, capellán del colegio, quien le diese la primera comunión.
Su segundo centro, donde cursó el bachillerato y el COU, fue también privado pero laico: el Colegio Leonés, muy cerca de las Discípulas. Es curioso que, con muy pocos años de distancia y en la misma ciudad, estudiase también el bachillerato un muchacho alto y con gafas de fuerte acento gallego: Mariano Rajoy. Pero Rajoy estudió en los Jesuitas, cuyo centro tenía entonces mucho más lustre social.
Fue un alumno entre brillante y muy brillante. Cuando se licenció, en 1982, ya había Universidad de pleno derecho en León; ya tenía trabajo, porque le contrataron en la misma Universidad para dar clase de Derecho Constitucional
Sin la menor duda influido por el ejemplo de su padre (abogado de mucho prestigio en la ciudad) y de su hermano mayor, Juan, José Luis se matriculó en Derecho en lo que todavía no era la Universidad de León, sino el Colegio Universitario; así que seguía sin salir del barrio de Santa Marina, aledaño a la catedral, en el que llevaba estudiando desde que tenía seis años. Fue un alumno entre brillante y muy brillante. Cuando se licenció, en 1982, ya había Universidad de pleno derecho en León; ya tenía trabajo, porque le contrataron en la misma Universidad para dar clase de Derecho Constitucional; ya estaba casi seguro de que se iba a librar de la mili a base de pedir prórrogas académicas… y ya había conocido a su novia de siempre, Sonsoles Espinosa, con la que se casaría ocho años después, en 1990.
Un apunte sobre esto. Sonsoles era una muchacha seria, de muy llamativa belleza pero sobre todo seria. Cantaba en el recién fundado Coro Universitario de León, un grupo de gente muy joven y muy bulliciosa, mucho más bulliciosa que la propia Sonsoles. Solía comentarse entre los cantores que José Luis, el novio de Sonsoles, jamás aparecía por los conciertos. O casi nunca. Esperaba a “su chica” fuera, en la calle, ya hiciese calor, nevase o lloviese: para eso estaban los paraguas. Y es que “el novio de Sonsoles” era bastante bueno con el fútbol, aún mejor con el baloncesto, le encantaba pescar truchas en los ríos de la montaña leonesa y era un apasionado de la literatura, sobre todo de Borges. Pero lo de la música, pues… Vamos, que se aburría.
Zapatero entró en política muy joven, y él ha explicado varias veces por qué y cómo. Primero estaba el testamento de su abuelo asesinado, que es verdaderamente conmovedor. Y luego sucedió que, recién cumplidos los 16 años, durante un veraneo, se coló en un mitin que Felipe González daba en Gijón… cuando todavía los partidos políticos eran ilegales en España, en agosto de 1976. El sevillano ejerció su habitual efecto galvanizador sobre los jóvenes de la época y Zapatero, en cuanto llegó a la mayoría de edad (que se acababa de situar en los 18 años: todo pasaba, entonces, muy deprisa) se apuntó al PSOE y a las Juventudes Socialistas.
Tan guapo, tan educado, tan suave de maneras, que hablaba tan bien y que, cosa curiosa, alzaba un poco el tono y movía las manos exactamente igual que Felipe González
Cayó en blandito, como suele decirse. El socialismo leonés de entonces era muy predominantemente minero, montañés y cejijunto. Los “compañeros” miraron con asombro a aquel chaval tan guapo, tan educado, tan suave de maneras, que hablaba tan bien y que, cosa curiosa, alzaba un poco el tono y movía las manos exactamente igual que Felipe González (enérgicamente, de arriba abajo) cuando quería enfatizar algo. Solo le faltaba el acento andaluz. Además, se entendía todo lo que decía (ah, la experiencia dando clase) y tenía el rarísimo don de poner de acuerdo a gente que, dentro del mismo partido, mantenía posiciones irreconciliables como trincheras enfrentadas. Eso puede explicar su éxito y lo rápido de su carrera política.
A esa bondad, a esa apariencia de ángel del Señor que anunció a María, no tardó en agregarse una capacidad de maniobra difícil de superar. En el PSOE, lo mismo que en lo que entonces era el PCE (y luego IU, y luego Podemos, y luego ya no hay manera de saber qué), si no sabes conspirar estás muerto. Tienes que aprender a traicionar y a librarte de las traiciones, ambas cosas sin que se note mucho, a poder ser.
Zapatero aprendió rápido. Primero lo eligieron secretario provincial de las Juventudes Socialistas. Luego Felipe González logró la histórica victoria de 1982, con 202 diputados: la primera mayoría absoluta del PSOE. Zapatero seguía en León. Luego llegaron las elecciones de 1986, en las que el PP todavía no existía (era la Alianza Popular de Fraga), el quimérico partido de Suárez logró 19 escaños y España contempló la más gigantesca costalada que se ha dado partido alguno en toda su historia: la del PRD, que, tras la carísima “Operación Roca”, no obtuvo un solo escaño; ni siquiera el de Florentino Pérez, que después de aquel desastre se puso a estudiar para presidente del Real Madrid y se dejó de bobadas.
En aquellas elecciones, el Dedo de Dios (o de Alfonso Guerra) se posó mansamente sobre la coronilla rubia de aquel caballito blanco, aquel chaval de 26 años que parecía imitar a Felipe mucho mejor que Pedro Ruiz. Lo metieron en las listas. Salió elegido junto a dos veteranos de mucha brega. Se convirtió en el diputado más joven de España. En el Congreso nadie sabía quién era aquel muchacho que andaba por allí mirándolo todo con cara de asombro y luego se sentaba en su escaño y se ponía a escuchar.
Dos años después, en 1988, nadie se explicaba cómo aquel jovenzuelo había logrado ser elegido secretario general de los socialistas leoneses en un congreso en el que estaba previsto que ganase cualquiera menos él. Pero el aparentemente bisoño Zapatero había aprendido mucho de las oscuras artes negociatorias entre compañeros que no se podían ni ver y se llevó el santo y la limosna. Digamos que a su más directo rival, Maximimo Barthe, se le quedó la cara de quien se presenta en el aeropuerto un martes, con toda puntualidad, y se da cuenta de que su billete era para el lunes.
Zapatero no dejaría el escaño del Congreso de los Diputados en los siguientes 25 años, de 1986 a 2011. Y seguiría siendo secretario general del PSOE leonés durante doce años. Dimitió cuando se le ocurrió presentarse nada menos que a la Secretaría General del PSOE, en junio de 2000, tras la dimisión de Joaquín Almunia. Era un momento de orfandad en el partido. Zapatero (cuando oían su nombre, muchos seguían preguntándose: ¿Zapaquién?) se presentó a lomos de algo llamado Nueva Vía, lejanamente inspirada en Tony Blair. Había varios candidatos, pero el adversario a batir era un viejo zorro, José Bono. Zapatero ganó por nueve votos, algo que no tenía precedentes. Y lo consiguió gracias a una traición legendaria: la de un tipo llamado José Luis Balbás, cuyo pequeño grupo (“Renovadores por la base” se hacían llamar) ofrecía su virtud al mejor postor. Apoyaron al una vez más sorprendente candidato leonés y este venció a Bono por la mínima. A continuación, en cumplimiento del viejo lema “Roma no paga traidores”, Balbás y los suyos fueron minuciosamente laminados del partido y desaparecieron para siempre.
El siguiente paso importante llegó cuatro años después. Zapatero, al que sus críticos (sobre todo los de su propio partido) motejaban como “Bambi” por su suavidad y buenas maneras, tenía que presentarse a las elecciones generales: para eso era el líder del partido. Lo tenía muy crudo, porque el PP de Aznar estaba gobernando con mayoría absoluta y se daba por descontado que su sucesor designado, Mariano Rajoy, ganaría sin grandes dificultades. Eso decían todas las encuestas.
Aquella mentira, aquel disparatado “sostenella y no enmendalla” dio la vuelta, iracundamente, a las encuestas. El PSOE ganó las elecciones y sacó 18 escaños más que el PP
Pero entonces sobrevino una tragedia infernal. El 11 de marzo de aquel año, cuatro días antes de las elecciones generales, un comando de yihadistas hizo volar varios trenes en diversos puntos de Madrid. Murieron 192 personas y hubo miles de heridos. Al Gobierno de Aznar le temblaron las choquezuelas y puso todo su empeño en convencer a los ciudadanos de que los atentados eran obra de ETA. No era cierto y ellos lo sabían casi desde el primer momento. Aquella mentira, aquel disparatado “sostenella y no enmendalla” dio la vuelta, iracundamente, a las encuestas. El PSOE ganó las elecciones y sacó 18 escaños más que el PP.
Es tradición en la derecha española (también en la izquierda, en ciertos casos) buscar el descrédito de los adversarios no en sus ideas, no en su partido ni en su programa, sino en la persona que lidera la formación rival
Lo que sucedió a continuación tampoco tiene precedentes en la democracia española. Sobre el nuevo presidente, quinto desde la Transición, se abatió una tormenta de injurias sencillamente inconcebible. No fue tanto el partido derrotado, y menos su líder (Rajoy), quien desató aquella carnicería verbal. Fueron algunos periodistas y locutores radiofónicos que desde el primer momento empezaron a comportarse como si aquel señor de León les hubiese quemado la casa con la familia dentro. Hasta aquel momento nadie, ningún líder político español había sido verbalmente ametrallado con semejante saña. Es tradición en la derecha española (también en la izquierda, en ciertos casos) buscar el descrédito de los adversarios no en sus ideas, no en su partido ni en su programa, sino en la persona que lidera la formación rival. Esto se hizo, desde luego, con González, con Almunia, con Rubalcaba y con varios más, pero jamás la tormenta de calumnias había llegado a los niveles de crueldad que se destinaron a Zapatero. Se traspasó cien veces el límite de lo delictivo, como la Justicia se encargó (muchísimo tiempo después) de dejar claro.
El gobierno de Zapatero, a quien los aprendices de brujo del márketing no tardaron en rebautizar como ZP, comenzó como un rayo. En 24 horas, el nuevo presidente ordenó sacar a las tropas españolas de Irak, a donde las había llevado (a pesar de una inmensa protesta ciudadana) el gobierno de Aznar, que siguió mansamente las falsedades de George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld. “Y le llamaban Bambi”, ironizaba Alfonso Guerra dos días después, en la presentación de un libro.
En su primer mandato hizo cosas sorprendentes, indiferente a la tormenta de barbaridades que día tras día se vertían sobre él y que iban mucho más allá de la política: se trataba de indisimulado odio personal, de rencor, de ira. Pero Zapatero, con sus curiosas cejas circunflejas (se hizo una campaña muy chusca con aquello de las cejas), envió tropas a Afganistán; promovió la reforma legal que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo (España fue el quinto país en hacerlo; hoy son 34), promulgó una nueva ley educativa que incluía la asignatura de Educación para la Ciudadanía; creó los Juzgados de Violencia sobre la Mujer y promulgó una ley orgánica contra la violencia de Género, inventó una extraña “Alianza de Civilizaciones” frente a la guerra contra el terrorismo de los republicanos de EE UU y, entre otras cosas, la trascendental Ley de Dependencia, luego aguada y desleída, pero que justifica por sí sola una legislatura. Y metió la pata hasta el colodrillo asegurando que, sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, “aprobaría lo que dijesen en Barcelona”. Ese fue el principio del calvario del llamado procès del independentismo, que hoy parece venturosamente superado.
Bueno, tan tonto y tan inútil y tan obtuso y tan traidor y tan criminal como repetían algunos parece que no era, ¿verdad?
Hay luces y hay sombras, como en todo, pero viendo la lista de lo que hizo… Bueno, tan tonto y tan inútil y tan obtuso y tan traidor y tan criminal como repetían algunos parece que no era, ¿verdad?
Con Zapatero acabó un tsunami económico, el que comenzó en 2008. La economía no era lo suyo y no bastaron las clases particulares de su ministro, Miguel Sebastián. El presidente no se dio cuenta, ni remotamente, de lo que se nos venía encima a todos, que era una catástrofe sin precedentes desde la Gran Depresión de 1929. El vicepresidente económico, Solbes, abandonó, harto de que no le hiciesen caso y que el país caminase despreocupadamente hacia la boca del lobo. Dimitieron varios ministros más, entre ellos el de Justicia y el de Cultura, Antonio Muñoz Molina, que se sintió vergonzosamente mentido y traicionado por el presidente. En mayo de 2010 se vivió una dramática sesión en el Congreso en la que Zapatero prácticamente dio media vuelta a todo lo que había hecho hasta entonces en materia económica: fue una rendición y un inmenso sonrojo de los ciudadanos, que se veían abocados a un ajuste casi bélico por alguien que parecía no saber lo que hacía. La puntilla llegó en agosto de 2011, cuando Zapatero y Rajoy acordaron, casi a hurtadillas, una reforma constitucional (la primera desde la mínima de 1992) impuesta por las autoridades económicas europeas, que exigían una medida de tales dimensiones para limitar el déficit público. Para entonces Zapatero, abrumado, desbordado e incapaz de tapar con las manos las gigantescas vías de agua que había abiertas en la barca de su gobierno, ya había decidido que no se presentaría a las siguientes elecciones. Que adelantó al 20 de noviembre de 2011. Había perdido la magia.
Como expresidente, Zapatero no ha sido especialmente lenguaraz ni dicharachero. Ha hablado pocas veces, en comparación con el resto de los expresidentes vivos. Ha quedado públicamentge estigmatizado (esto quizá dure muchos años) no por las críticas a sus medidas políticas, a sus iniciativas o incluso a sus sueños, sino por los terribles y numerosísimos insultos personales que recibió. Aun hoy es difícil encontrar a un político de renombre, a un politólogo o a un periodista que al menos reconozca que, “talante” va y “talante” viene, hizo cosas que estuvieron bien. Seguramente ese poso de furia personal y enconada disminuirá con el paso del tiempo. Quién sabe.
En los últimos días ha sorprendido a mucha gente por la contundencia con que recordó un hecho incontrovertible: ETA se rindió durante sus años de gobierno
En los últimos días ha sorprendido a mucha gente por la contundencia con que recordó un hecho incontrovertible: ETA se rindió durante sus años de gobierno. Fue el 20 de octubre de 2011 (un mes antes de las elecciones que ganaría Rajoy; entonces ya nada tenía remedio) cuando la mafia vasca anunció el “cese definitivo de su actividad armada”, que se había llevado por delante más de 800 vidas humanas. En medio del cataclismo que se estaba viviendo en aquellos días, el anuncio no tuvo el efecto que merecía, aunque sí notable repercusión. La disolución formal de la banda habría de esperar a 2018.
Lo dijo con el tono del antiguo profesor que se enfada al pillar a un alumno en un patinazo mayúsculo, como decir que los Reyes Católicos eran Melchor, Gaspar y Baltasar. 2011 y 2018 Son dos fechas que estudiarán los chicos en clase en las próximas décadas. Cómo no se la saben, parecía pensar, ya las cejas contritas, ya la crin escasa y emblanquecida.
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El unicornio es un animal mitológico. Podríamos decir que animal, pero mitológico. Suele representárselo como un caballo (Equus ferus caballus) que lleva un cuerno recto en la frente. En las antigüedades remotas se pensó que su mito procedía del rinoceronte, en el caso de que alguien, aparte quizá de quince o veinte egipcios, hubiese visto alguno antes de la Edad Media. Luego se buscó su identificación con el narval marino, que no tiene un cuerno sino un diente helicoidal; no tenía nada que ver, pero mucha gente hizo dinero vendiendo dientes de narval como si fuesen cuernos de unicornio.
La literatura fantástica de los siglos XIX y XX ha hecho del unicornio un animal hermoso, volador, angélico, con poderes mágicos y lleno de bondades. Es materia de sueños y de ilusiones infantiles. No consta que tenga cejas circunflejas pero debe de ser lo único que le falta. Hay por ahí (en internet, naturalmente) una especie de religión paródica que mantiene que un día el unicornio regresará para llenar el mundo de felicidad, paz, bondades, algodones de azúcar, sueños luminosos y leyes virtuosas que derramarán la dicha sobre las gentes.
El unicornio tiene tres enemigos mortales: los elefantes, los leones y la mala gente
Algunos pensamos que eso es muy bonito, pero que el problema está en que el unicornio no existe. Quizá existió alguna vez pero, si tuvo su oportunidad, esta se malogró hace tiempo y para siempre. Además, el unicornio tiene tres enemigos mortales: los elefantes, los leones y la mala gente. Y eso sí que no tiene remedio…
Opaya
Ser infame que solo creo miseria moral. En el juicio del 11M no quedó nada juzgado. Una burda hagiografia para revelarse como un lame cul.. de Zapatero. Por gente comp el q escribe España se merece la miseria moral que gobierna.
javito
Alucinando estoy todavía con el artículo. Menudo lavado de cara de un tipo tan despreciable como ZP. El articulista ha obviado negros capítulos de su miserable biografía y ha edulcorado sus mayores cagadas. Él sabrá porque lo ha hecho. ZP fue el miserable que volvió a dividir a los españoles con su gerracivilista revisionismo histórico. Este impresentable miembro del grupo de Puebla que ahora se dedica a blanquear a las dictaduras bolivarianas de Latinoamérica llenándose los bolsillos. Lo de su queridísimo abuelo al que ni conoció es la historieta que cuenta este mediocre para justificar el tipico adoctrinamiento desde la juventudes socialistas donde le inocularon el rencor hacia media España y su más que patente espíritu revanchista
maullador
No comparto para nada está especie de lavado de cara de mister bean. De ese polvo vienen estos lodos, el origen de la radicalización de la izquierda socialista. Amigo de Cuba y Venezuela y de la revancha guerra civilista.,no me extraña nada que el y Sánchez Castejón sean como dos clones. Que acabarán con un resultado similar, y para nuestra desgracia han hecho resurgir los extremismos aún lado y otro. Hasta nunca ZP.
Aquiles
Leo la columna , y no salgo de mi asombro ...la Ley de Memoria Histrionica empieza a aplicarse .... en diarios Digitales tambien !!!
Genji
"Me cueste lo que me cueste" dijo este sibilino personaje en el Congreso para cambiar la Constitución, junto al PP, sin referéndum...ni le llegaba la camisa al cuello. A los ciudadanos sí que nos costó tener un personaje como éste de presidente.Qué poca memoría tenemos de la fauna que ha ido desfilando por la vida política de este país para ir, encima, ensalzándolos. Por ejemplo, qué nos explique su defensa tan vehemente del régimen de Maduro...
Artical
Y este panegírico a santo de qué ???? Blanquear a este infame es como quienes quieren blanquear a ETA. De los barros aquellos vienen los lodos actuales. Este infame claudicó ante los asesinos , véase bildu y su crecimiento , promulgó una ley de memoria histórica que solo sirve para enfrentar y polarizar ,arruinó la economía , mintió y manipuló a espuertas y , y, y , y..... Si en los años de gobierno no hubiera hecho algo positivo es que además de malvado seria imbecil. Y vd. ??