Los grandes columnistas siempre se han visto envueltos en polémicas. Pero por regla general los rifirrafes se daban entre ellos. Es el caso de Jaime Campmany y sus conocidas discrepancias con el historiador Javier Tussel o con el columnista Eduardo Haro Tecglen. Arcadi Espada también mantiene enfrentamientos sonados en sus artículos, uno de los más recientes fue con el escritor Javier Cercas. Pero lo que no habíamos visto hasta ahora es que un columnista le dedicara todo un artículo a un ciudadano anónimo por una mera anécdota.
Eso es lo que ha hecho el colaborador de El Mundo Salvador Sostres que ayer martes entró en una tienda Fnac de Barcelona y al llegar a casa se encontró con el siguiente tuit, de la usuaria Yo, Cristina F., que fue quien le atendió en el establecimiento: “No sé cómo de asqueroso ha sido vuestro día, pero yo hoy he atendido a @SalvadorSostres”
https://twitter.com/yocristinaf/statuses/367274589149478912
Al ser mencionado, Sostres pudo leer el tuit sin necesidad de buscarlo. Y hecho una furia, ha decidido contarlo en el blog que mantiene en elmundo.es. Pero no se limita a contar la anécdota. También ataca a la empleada de Fnac con calificativos como “chacha new age”, o incluso escribe que “fue, más que servicial, servil”.
Lo que viene a denunciar Sostres en su artículo es la impunidad que ofrece la red social Twitter, que permite esconderse en el anonimato para insultar libremente a cualquiera. Pero lo cierto es que esta usuaria no le escribe de manera anónima, sino que se dirige directamente a él. De hecho, el columnista le escribe en Twitter: “Por caridad, y para que no te quedes en el paro no he escrito tu nombre. Ten cuidado, no todo el mundo es tan bueno como yo”.
https://twitter.com/yocristinaf/statuses/367528024448966656
Y Cristina le responde: “Mi Twitter no es anónimo. Se equivoca en varias cosas y hace lo mismo que critica. Cuando quiera tomamos un café y hablamos”. Lo cierto es que toda la polémica podía haber quedado entre ellos, podía haberse resuelto en Twitter, pero el columnista ha querido que todo el mundo se entere. Queda claro por tanto: para Sostres, como para los entrenadores de fútbol, no hay rival pequeño. Él se enfrenta a cualquiera.