Pedro Sánchez controla con 'mano de hierro' el PSOE y sabe que el partido ha entrado en "ebullición" a propósito del desastre electoral en Andalucía: Una mayoría, incluido él, cree que no se puede romper con Unidas Podemos porque implicaría adelantar las elecciones, perder y entregar el poder al PP y Vox. De otro lado, quienes opinan que el ruido en el Gobierno y, sobre todo, los pactos con ERC y Bildu, resulta ”tóxico" para el PSOE y amenaza su poder autonómico y local en 2023. Por ello ven necesario disolver cuanto antes la coalición de izquierdas; "mejor solos que mal acompañados", dicen.
Para frenar un debate que no le conviene, el lunes ante la Ejecutiva Federal Sánchez tiró de su Manual de resistencia: aceleró el decreto de medidas contra la inflación -de ahí el adelanto del Consejo de Ministros a este sábado y su comparecencia-; negó rotundamente un adelanto electoral, y puso el foco en que ha sido la mala "comunicación" del partido, no la del Ejecutivo -esto le obligaría a admitir que falló al relevar a Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo-, la causante de esta otra dura derrota electoral; la cuarta en tres años.
Su estrategia conlleva poner en la 'picota' a la vicesecretaria general, Adriana Lastra, al portavoz de la Ejecutiva Federal, Felipe Sicilia, y a los portavoces del Grupo Socialista en el Congreso, Héctor Gómez, y en el Senado, Eva Granados. Resultado: El PSOE es hoy un 'hervidero' de rumores, conciliábulos e intoxicaciones sobre los posibles sustitutos de los tres portavoces -Lastra solo puede ser removida en el siguiente congreso federal-; también sobre el presunto distanciamiento del presidente con Lastra, por la deficiente campaña electoral; y sobre la pelea que se traen ella y el secretario de Organización, Santos Cerdán. El navarro se ha convertido los últimos meses en la auténtica mano derecha del presidente del Gobierno en el partido.
Uno de los siete diputados que acompañó a Sánchez en su travesía del desierto lamenta que el presidente se haya aficionado a la teoría del kleenex: "usa y tira a la gente; el año pasado a Carmen Calvo, Ábalos y Redondo, hoy a Sicilia y Héctor Gómez, con tal de no reconocer tu propia responsabilidad"
"Probablemente desviar la atención" es lo que busca Sánchez, se malicia el dirigente de una federación, porque lo contrario le obligaría a ir al fondo de la cuestión, a "reconocer la toxicidad" de Podemos, ERC o Bildu, y a anunciar acto seguido la ruptura con los de Ione Belarra e Irene Montero; y, lo que es peor, se vería obligado a echar del Gobierno a una Yolanda Díaz en quien tiene puesta su única esperanza de reelección tras el 'duelo' que va a mantener con Alberto Núñez Feijóo en las próximas elecciones generales.
Por eso el presidente tampoco acepta la oferta envenenada de Feijóo para apoyarse mutuamente la lista más votada, porque intuye que le va a ganar en votos y escaños, diga lo que diga José Félix Tezanos, sostienen los cuadros socialistas partidarios de romper ya con los morados. Echar a Yolanda Díaz del gobierno implicaría, además, favorecer por pasiva a Unidas Podemos, que mantiene con la vicepresidenta designada por Pablo Iglesias un pulso de poder orgánico de cara a las próximas elecciones; Algo que Sánchez no quiere porque piensa que solo Díaz puede aglutinar en su espacio Sumar todo el voto y escaños que va a necesitar si quiere ser investido de nuevo.
Uno de los siete diputados que le acompañó en su 'travesía del desierto' tras ser descabalgado por los barones de la secretaría general del PSOE, en aquel tumultuoso Comité Federal del uno de octubre de 2016, lamentaba esta semana lo aficionado que le ve hoy día a la 'teoría del kleenex': "Usa y tira a la gente; el año pasado a Calvo, Ábalos e Iván Redondo, hoy a Felipe Sicilia, Hector Gómez, o a los dos… todo con tal de no reconocer tu propia responsabilidad en los resultados", señala con desencanto este 'sanchista' de 'pata negra'.
Carmen Calvo ya sugirió al presidente hace un año que se guardara la carta del cambio de gobierno para después de las elecciones andaluzas porque intuía, como el resto del PSOE, que terminaría por llegar la debacle al socialismo del sur
Calvo ya sugirió al líder socialista que no gastara la bala de la remodelación tras la debacle electoral del PSM en Madrid. Lo hizo cuando él la llamó a su despacho, el 10 de julio de 2021, para comunicarle que dejaba de ser su vicepresidenta primera: "Eres muy libre de hacer los cambios que consideres oportunos, presidente, pero yo me guardaría esa carta para después de las elecciones andaluzas, por si no salen bien", aseguran fuentes próximas a la ex número dos del gabinete.
Intuía la entonces vicepresidenta primera, como buena parte del partido, que la sucesión de Susana Díaz al frente del PSOE-A no iba a ser tan fácil y que la derrota de Juan Espadas -había ganado las primarias a Díaz solo un mes antes- frente a Juan Manuel Moreno Bonilla en las urnas estaba poco menos que cantada porque el PP estaba robando a los socialistas la bandera del andalucismo y el PP, una vez en la Junta, ya no daba miedo.
“La mochila de los 36 años de gobiernos del PSOE-A, pesa mucho", reconoce la mayoría, también el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien está transmitiendo a en conversaciones discretas a los suyos que el PSOE "no debe ponerse nervioso" porque los barones tienen marca propia y el extremeño Guillermo Fernández Vara, el aragonés Javier Lambán, el valenciano Ximo Puig, el asturiano Adrián Barbón, el castellano-manchego, Emiliano Garcia-Page, y, sobre todo, el canario Ángel Victor Torres, serán reelegidos en 2023 sin problema.
"Al PP no le quedan fuegos artificiales"
La situación que vive el partido con Pedro Sánchez al timón no se parece, de momento, a la que le tocó vivir a Zapatero en 2010, argumentan estas fuentes, cuando tuvo que aprobar un recorte de 15.000 millones de gasto público que incluía una congelación de pensiones. Eso determinó, primero, el desastre en las elecciones locales y autonómicas de mayo de 2011 -el PSOE perdió cinco gobiernos autonómicos y doce alcaldías de capital-, en lo que sería la antesala de la derrota de Alfredo Pérez Rubalcaba y la mayoría absoluta de Mariano Rajoy seis meses más tarde.
Algo parecido argumenta en conversación con Vozpópuli el veterano diputado del PSC José Zaragoza, para quien "el PP ya ha gastado todos los 'fuegos de artificio' que tenía en convocatorias electorales contra los socialistas: Madrid, Castilla y León y Andalucía; ahora nos toca a nosotros, les toca a nuestros barones hacerse un Moreno Bonilla".
La de Andalucía es la cuarta debacle electoral de los socialistas desde que Sánchez ganó la repetición de los comicios en noviembre de 2019 y fue investido con el voto de Podemos, PNV, ERC y Bildu; en Madrid y Galicia el PSOE ya no lidera la oposición
Lo cierto es que la debacle en 19J en la primera federación del socialismo hispano, con 46.700 afiliados -uno de cada 250 andaluces- y quinientos alcaldes 'temblando' porque se la juegan frente a PP/Vox en las elecciones de mayo de 2023, no es la primera debacle; de hecho, es la cuarta en lo que llevamos de legislatura. Sánchez solo puede apuntarse un éxito electoral desde el 10 de noviembre de 2019, fecha de la repetición de las elecciones generales: la victoria de Salvador Illa en las elecciones catalanas, aunque al PSC y al PSOE les supo a poco porque gobierna ERC la Generalitat.
El cinco de julio de 2020, en lo más duro de la pandemia, el PSdeG perdió las elecciones frente a Núñez Feijóo, pero perdió algo más importante: su condición de alternativa, que cedió al Bloque Nacionalista Galego (BNG), segundo en aquellos comicios; lo mismo ocurriría un año después en Madrid con Ángel Gabilondo de candidato; no solo perdió ante Isabel Díaz Ayuso, Más Madrid de Mónica García e Íñigo Errejón adelantaron al PSM y hoy lideran la oposición en la Asamblea. Y el 24 de febrero pasado, en las elecciones adelantadas de Castilla y León, el candidato, Luis Tudanca, que había ganado a Alfonso Fernández Mañueco y al PP en 2019, quedó segundo con 28 diputados (-7).
Tanto la derrota de Tudanca como la de Juan Espadas eran esperadas, pero presentan notables diferencias en su dimensión. Andalucía ha sido el granero de voto del PSOE durante los últimos cuarenta años y allí cimentaron sus victorias Felipe González, Zapatero y el propio Pedro Sánchez, que, en las generales del 28 de febrero de 2019 recuperó los mismos 400.000 votos que habían dado la espalda a Susana Díaz en las autonómicas tan solo cinco meses antes.
Trasvase de voto al PP
A este dato se aferran ahora La Moncloa y la Dirección Federal en Ferraz para justificar sus afirmaciones de que la victoria de Moreno Bonilla, a pesar de que haya casi doblado en votos y escaños a Espadas, no significa, ni mucho menos, el cambio de ciclo que defiende el PP, y de que no ha habido trasvase de voto; que populares y Vox se nutren de la desaparición de Ciudadanos.
Pero cuanto más sale uno de la órbita de La Moncloa y Ferraz, más reticencias se encuentra frente a esa teoría. El secretario de Organización de una importante federación réplica abiertamente para Vozpópuli : "Si Ciudadanos -que tenía el 18,3% del voto en 2018- se ha quedado en el 3,3%, es decir, ha transferido un 15% al resto de partidos de la derecha ¿De dónde salen el 25% de voto que suben PP (+22,4%) y Vox (+2,4%)?… Una de dos: O un buen número de votantes nuestros se han pasado a Moreno Bonilla o no salen las cuentas".
Esa misma convicción, el casi seguro trasvase de voto socialista andaluz al PP -según los sondeos previos al 19J hasta un 17%-, la mantienen en privado muchos dirigentes cuadros y diputados del PSOE, y es la que está propiciando que dirigentes tan distintos y tan distantes como el presidente de Aragón, Javier Lambán -partidario con Emiliano García Page de acuerdos marco con el PP-, y el diputado y exalcalde de San Sebastian, Odón Elorza, absolutamente contrario a pactar políticas con los populares, coincidan en un mismo diagnóstico: hace falta una profunda "reflexión":
Realmente, casi todos los consultados ven poco factible a estas alturas de legislatura un acuerdo PSOE/PPen casi nada, pero hay quien sí cree que Pedro Sánchez haría bien en gobernar un año sin Unidas Podemos en el Gobierno para presentarse a las urnas ligero de equipaje; “al margen de que Feijóo nos haga la vida imposible, que eso igual hasta nos refuerza”, señala un dirigente territorial.
No son pocos los que sostienen que el PSOE ha llegado a esta situación de postración electoral en el tercer año de legislatura porque cada vez que los morados han planteado un pulso en el Ejecutivo lo han ganado, "y mucha gente tiene sensación de que hacemos lo que quieren ellos".
Si Sánchez planteara un cambio de rumbo hacia la centralidad tras el desastre en Andalucía, "ofreciendo seguridad y moderación, cogiendo a Feijóo por la palabra y sentándole a negociar en serio en La Moncloa -no solo la renovación del CGPJ, también lo de la lista más votada, nos cargaríamos de razón cuando aunque el PP dijera no. Entonces sí tendrá sentido cambiar las caras, los portavoces". De lo contrario, dicen, todo será 'cosmética' y las elecciones autonómicas y municipales de 2023 pueden llevar a Pedro Sánchez a una derrota similar a la de 2011, pese al optimismo antropológico de su antecesor José Luis Rodríguez Zapatero.
valdeves
no es que vaya a tener que recortar 15.000 millones como ZP, sino que va a tener que recortar mucha mas si es que desea recibir los fondos europeos el año que viene. Por lo tanto, y dada las meteduras de pata que ha tenido durante estos tres años, los del PSOE que vayan mirando las butacas del gallinero del congreso que es donde van a estar.