El Partido Popular rastrea el destino de los votos que perdió en las elecciones del pasado diciembre. Más de 3,5 millones de papeletas se quedaron por el camino, bien en casa –en las filas de la abstención– o bien emigraron a Ciudadanos. La estrategia de Génova para movilizar al votante escéptico consiste en agitar el fantasma del miedo a Podemos, a un gobierno de extrema izquierda formado por Pablo Iglesias y los comunistas de IU.
El pacto que ha convulsionado la precampaña. Recuperar al antiguo simpatizante del PP que se inclinó por Albert Rivera resulta más complicado, pues se trata de un elector de perfil joven y urbano, que reniega de Rajoy y de la corrupción. En este caso, los dirigentes populares se van a empeñar en recordar que Ciudadanos fue el único partido que apoyó la investidura de Pedro Sánchez y que votar a Rivera es entregarle el voto al PSOE. Es decir, voto del miedo, por un lado, y voto útil, por el otro, según el nicho de la población al que se quiera atraer.
El desastre de los municipios
Los analistas del partido conservador consideran más viable animar al votante abstencionista. Consideran que la gestión de Podemos y su entorno en buena parte de los ayuntamientos que gobiernan es tan desastrosa que animará a la participación para evitar que Pablo Iglesias alcance sus objetivos. No es lo mismo un voto municipal que uno para las Cortes, razonan en Génova. El pacto de Podemos con IU ha hecho caer las máscaras. “Son un frente comunista, no una especie de socialdemocracia escandinava”, apuntan. "Quien no quiera a Podemos, que vote al PP". Así se simple.
Arañarle adhesiones a Ciudadanos es un empeño mucho más complicado, reconocen. El PP tiene un enorme problema con los menores de 40/45 años. Incluso si se trata de electores de tendencia moderada o conservadora. No se sienten identificados con Rajoy y abominan del espectáculo de la corrupción. Van a insistir desde Génova en recordar el pacto de investidura suscrito por Ciudadanos con el PSOE y en machacar con el eslogan de que votar a Rivera es votar a Sánchez.
Los estrategas de Génova piensan que, al igual que le ocurrió en diciembre, la fuerza naranja irá perdiendo fuelle
Los estrategas de Génova piensan que, al igual que le ocurrió en diciembre, la fuerza naranja irá perdiendo fuelle conforme avance el calendario y se acerquen las urnas. Confían en el efecto ‘segunda vuelta’ de estas generales, algo que no se ha vivido hasta el momento. Los electores aquilatarán mucho más en esta ocasión a la hora de decidir a quién le entregan su papeleta.
El PP ha escudriñado los resultados del pasado diciembre para detectar los puntos más débiles de Ciudadanos, las zonas donde recibieron votos que no se tradujeron en escaños. Voto inservible, ‘voto basura’, según comentan. Canarias, Extremadura, Galicia, Navarra, o las provincias de Gerona, Lérida o Jaén son algunos de los lugares donde se detectó una importante bolsa de voto naranja que no se transformó, o en forma mínima, en escaño.
Casi 600.000 votantes de Ciudadanos no vieron que su sufragio se transformara inalmente en un escaño en el Congreso. Un fiasco, una decepción, según estas fuentes. Se trata de un voto informe, diseminado territorialmente por poblaciones pequeñas, con un electorado de cierta edad y que en su momento optó por respaldar la renovación que representaba Rivera. “No votaban a la izquierda, no apoyaban a Sánchez en la Moncloa, querían echar al PP pero no a cualquier precio, apoyaban una opción centrista”, explican estas fuentes. Rescatar papeletas naranja de ese bolsón perdido o desperdiciado es una de las prioridades del PP. Arduo objetivo, a la vista de lo que anuncian las encuestas, que trasladan una imagen firme de Ciudadanos. Al menos, por ahora.