José Real-Dato, Universidad de Almería
Estos días previos a las elecciones municipales y autonómicas en la mayoría de las regiones españolas, no es infrecuente encontrar en la prensa artículos con títulos que hacen alusión a las dudas que suscita entre los ciudadanos acudir a una mesa electoral y, especialmente, sobre cómo librarse de esa obligación. Parece que lo que más interesa a quienes son llamados a ello es cómo evitarlo o de cuánto sería la sanción en caso de no acudir.
Aviso al lector de que esta no será una más de esas piezas. Si está interesado en estas cuestiones, en internet tiene información de sobra. En todo caso, a estas alturas, cuando quedan unos pocos días para el próximo día 28, es ya algo tarde para recurrir la designación en caso de que haya sido nombrado como presidente, vocal o suplente de alguna mesa electoral.
Mi propósito en estas líneas es otro. Quisiera convencer a todos los lectores, pero especialmente a aquellos que piensen que han tenido “mala suerte” por haber sido seleccionados para formar parte de alguna las miles de mesas electorales que se constituirán el próximo domingo (en 2019 fueron más de sesenta mil), de la importante labor que realizarán.
Un derecho fundamental
En primer lugar, las mesas tienen una importancia crucial en los procesos electorales. Formalmente, según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, se configuran como órganos primarios de la Administración Electoral (art. 8). Es en ellas donde los ciudadanos materializan su derecho fundamental a participar en los asuntos públicos a través del sufragio.
Por un lado, permiten organizar el cuerpo electoral en unidades manejables, haciendo que los procesos de votación y recuento se desarrollen de manera fluida y eficiente. Por otro, actúan como órganos esenciales a la hora de garantizar la limpieza y la integridad de dichos procesos.
La neutralidad ante todo
No es de extrañar que la ley electoral ponga tanto énfasis en la neutralidad en su composición. Por ejemplo, en el sorteo aleatorio de los miembros entre todos los ciudadanos adscritos, en la prohibición de que formen parte de ellas miembros de las candidaturas (art. 27), o en la compensación, económica y en especie a aquellos que sean nombrados (art. 28). También es natural que, dada su importancia, sean obligatorias. De ahí que se pueda sancionar a aquellos que no se presenten (art. 143) o que se suspenda el proceso electoral si no es posible constituirlas (art. 80).
Con el propósito de garantizar la integridad del proceso electoral, la mesa está encargada de tomar nota de cualquier incidencia que se produzca durante su constitución, la votación o el escrutinio, y comunicarla a la Junta Electoral. Igualmente, está dotada por la ley de poderes especiales que ayudan a garantizar esa integridad del proceso.
Por ejemplo, la mesa puede negar el derecho de sufragio a aquellos ciudadanos que no acrediten su identidad correctamente (art. 85). Y su presidente puede suspender el proceso de votación si no hay papeletas suficientes de una candidatura, o por cualquier otra circunstancia que impida el normal desarrollo de la votación (art. 84).
Finalmente, la mesa es responsable del escrutinio de los votos y su verificación (arts. 95-97), así como de transmitir los resultados para que sean contabilizados por la Junta Electoral en el escrutinio general (art. 101).
Conocemos cómo en otros tiempos en España –o en otros países actualmente– el fraude electoral se organizaba desde el lugar mismo de la votación. Por eso, como he presentado en los párrafos anteriores, las mesas son clave para el buen funcionamiento de nuestro sistema electoral y, por extensión, de nuestra democracia.
Una experiencia “interesante”
Después de leer esto, es probable que haya ciudadanos que sigan teniendo sus dudas respecto a la importancia de su participación el próximo domingo en una mesa electoral. No sabemos exactamente a cuántos españoles alcanzan esas dudas –no hay (que yo sepa) ninguna encuesta al respecto–.
Lo que sí tenemos son datos sobre qué piensa la gente después de haber participado en una mesa electoral. Se trata de un único estudio realizado por el CIS en 2009, en el contexto de las elecciones al Parlamento Europeo.
Pues bien, según esta encuesta, a casi dos de cada tres entrevistados que participaron en una mesa electoral les pareció una experiencia interesante. Esperemos que si usted ha sido seleccionado, después del próximo domingo comparta esa impresión. Si no, en cualquier caso piense en que ha puesto su granito de arena para el buen funcionamiento de nuestra democracia. Que no es poco.
José Real-Dato, Profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración, Universidad de Almería
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.