Cristina Ortiz, 'La Veneno', fue un símbolo que ha terminado convertido en icono de un tiempo cercano. Casi cuatro años después de su muerte, ‘Veneno’, la serie de Atresmedia dirigida por Los Javis, repasa fielmente su complicada vida. Capítulo a capítulo, recompone un drama repleto de claroscuros que, pese brillo de la televisión de los 90, se asemeja al de otras tantas personas transexuales. Como ella, muchas han estado abocadas a ejercer la prostitución por la transfobia que sufren desde que son pequeñas. El trabajo sexual es a menudo la mejor salida posible -cuando no la única- ante el 80% de paro que se extiende entre el colectivo ‘trans’.
Solo una de cada cinco personas ‘trans’ tiene trabajo en España, y de ellas, muchas acceden a puestos de trabajo precarios. La progresiva aceptación social y familiar de la transexualidad ha permitido que ahora las más jóvenes puedan vivir de una forma cada vez menos traumática su proceso, lo que se traduce en mayores índices de empleabilidad. El paro afecta especialmente a las mujeres, sobre todo a las más mayores, y se ceba con las inmigrantes. No en vano, el 89% de las extranjeras transexuales ejercen la prostitución, de acuerdo con los datos de asociaciones dedicadas al colectivo.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), que aglutina a más de medio centenar de entidades en defensa del colectivo LGTBI, alerta de estas cifras y critica que no haya “una apuesta clara por la inserción laboral": "Se detienen mucho en pensar si la prostitución es legal o no, pero no se paran a reflexionar qué hace falta para evitar la prostitución, que no es otra cosa que trabajo digno". "Mientras no ocurra, será muy difícil revertirlo", advierte Niurka Gibaja, portavoz de FELGTB, que en declaraciones a Vozpópuli reclama programas específicos, especialmente para mujeres 'trans', las más desprotegidas dentro del colectivo más vulnerable.
'Veneno' y la "realidad maquillada" del colectivo 'trans'
Gibaja, que ha participado en el rodaje de ‘Veneno’, incide en que la serie de Atresmedia “pone sobre la mesa algo que se vivió en su momento”. Ahora es otra, en parte por la visibilidad que proporcionó Cristina Ortiz al exponer en horario de máxima audiencia en televisión “una realidad maquillada”. “¿Es ‘La Veneno’ un referente? Quizás sí, quizás no, porque no todas queremos ser trabajadoras del sexo”, duda, no sin convicciones: “Cada vez hay más conciencia, pero no hay una apuesta efectiva para un colectivo vulnerable, discriminado, y que está en desventaja, aunque hemos avanzado”.
“Muchos de los problemas pueden solucionarse con estabilidad económica, porque hace que las personas se sientan independientes, parte de la sociedad, y sobre todo sin estar expuestas a ejercer el trabajo sexual”, sostiene la portavoz de FELGTB, que reivindica el papel de las personas ‘trans’ sin incidir en la carencia: “Somos talentos y aportamos diversidad y un cambio corporativo dentro de las empresas para que se convierta en referente para la sociedad”. Pero para poder demostrarlo necesitan oportunidades que a veces nunca llegan y se ven dificultadas por la burocracia, tato sanitaria como puramente administrativa, a la que ha de enfrentarse quien emprende el proceso de cambio de sexo.
La gran mayoría de personas ‘trans’ empiezan este proceso a tempranas edades, con todas las consecuencias, como que les echen de casa, y eso hace que no puedan tener una formación que les permita adaptarse al mercado de trabajo"
“La gran mayoría de personas ‘trans’ empiezan este proceso a tempranas edades, con todas las consecuencias, como que les echen de casa, y eso hace que no puedan tener una formación que les permita adaptarse al mercado de trabajo", apunta Gibaja, que incide en que "no basta con formación, formación y formación": “Los programas públicos no terminan con una inserción y eso genera frustración". "Estamos ya cansadas de tantos cursos, de tantos talleres que no terminan de insertar en el mercado laboral", asevera: "La formación es buena pero tiene que ir acompañada de oferta laboral".
Ámbar, una oportunidad para el colectivo más vulnerable
Ante esta problemática, asociaciones como la Fundación 26-D se han volcado para ofrecer soluciones concretas. Así surgió Ámbar, un programa de inserción laboral específico para transexuales, nacido en 2019 y financiado por la Comunidad de Madrid. “Llevábamos mucho tiempo pensando en este proyecto, porque el colectivo más vulnerable es el ‘trans’ y una de sus mayores dificultades es su incorporación laboral”, señala el psicopedagogo Pedro Bogo, responsable de Ámbar. El proyecto surge con vocación integral, “orientado hacia la formación y todo el proceso de búsqueda de empleo”.
La Fundación 26-D impulsó en 2019 el proyecto Ámbar, financiado por la Comunidad de Madrid, para apoyar a las personas 'trans' en "todo el proceso de búsqueda de empleo"
Bogo reconoce que muchas personas ‘trans’ “quieren ejercer la prostitución, y están en su derecho”, pero lamenta que a menudo “no se les da la oportunidad” de demostrar su valía profesional. A punta dos claves que explican por qué a los integrantes de este colectivo les resulta tan “difícil acceder a un empleo medianamente digno”: “Ser ‘trans’ y la baja formación”. Ambos factores responden a la transfobia que padecen desde edades tempranas quienes nacen con un cuerpo, lo que deriva en “casos de acoso que los expulsan” de las aulas e incluso de su casas, por lo que “hay un mayor fracaso escolar entre el colectivo frente al de la población general”.
Gracias al proyecto Ámbar, 45 personas 'trans' han conseguido trabajo en más de una veintena de empresas, entre las que destacan firmas como Santander, Telefónica, Carrefour o Pantene
Después de un año al frente del proyecto, Bogo hace una “valoración muy positiva”. Gracias a Ámbar, 45 personas han accedido a un puesto de trabajo en más de una veintena de empresas “comprometidas” que, además, pueden beneficiarse de exenciones fiscales por contratar a personas de colectivos desfavorecidos. Entre ellas, destacan importantes firmas, como Banco Santander, Telefónica, Carrefour o Pantene. Y la pretensión no es otra la de “continuar” ampliando la red de empresas para que más personas como Erika puedan contar con una oportunidad laboral.
Transexual, trabajadora y “de las mejores” en su empresa
Erika llegó a España procedente de Ecuador hace 20 años. “Desde chiquita” sintió que era mujer y comenzó a hormonarse siendo joven “sin necesidad de ir al endocrino, como acá”. Allá es más fácil, comenta, aunque el proceso allí tampoco le resultó sencillo. Emigró, no por el rechazo de su familia, sino como tantos compatriotas, en busca de un futuro mejor que se dificultó con la llegada de la crisis. Sin haber llegado a homologar su título de peluquera, ha tenido largas temporadas en paro y pocas oportunidades de trabajo más allá del sector de la limpieza.
Tras un lustro en situación de desempleo, Erika, por medio de la Cruz Roja, tuvo conocimiento de la existencia del proyecto Ámbar de la Fundación 26-D. Fue así como consiguió su puesto de trabajo actual como profesional de la limpieza en la empresa LCS: “Pedro me ayudó a hacer el currículum en noviembre de 2019 y en marzo de este año me llamaron”. “España se ha portado bien conmigo”, recalca Erika, “encantada” con su trabajo. No es la única. En la empresa están “muy contentos” con ella “desde que empezó”, pocos días antes del estallido de la pandemia.
“Es una de las mejores trabajadoras que tenemos y no ha tenido ningún problema de adaptación con sus compañeros; al contrario, la adoran”, asegura Sofía, la administradora de la empresa madrileña de limpieza LCS. Fue ella quien realizó personalmente la entrevista de trabajo a Erika, tras ser recomendada por la Fundación 26-D. Cuando la tuvo delante, sintió una corazonada: “Necesitaba trabajar y simplemente la ayudamos”. ¿Por qué decidió confiar en ella? “¿Por qué no?”, responde Sofía, antes de animar a otras empresas a que den oportunidades a personas ‘trans’.
La obligación de ejercer libremente la prostitución
El caso de Erika no es la única excepción esperanzadora. Antonia, otra latina que recaló en España a finales de los 90, ha corrido la misma suerte tras dos décadas como trabajadora sexual. Desde que llegó, optó por ejercer la prostitución. No estaba obligada; tampoco tuvo elección. “Fue por necesidad, no íbamos a vivir del aire”, explica Antonia, una de tantas “chicas que viajaban” a Europa con la ayuda de una paisana que lo hizo antes. Con ella contrajo sin saberlo una deuda que debía pagar mientras subsistía y además sacaba dinero para enviarlo a su familia, que la espera de vuelta en su país de origen.
Aquellas circunstancias la llevaron a ejercer como prostituta “independiente”, oficio del que hoy ya no depende. Las cosas en Europa, dice Antonia, “ya no son lo mismo”. Piensa en marcharse de vuelta a Colombia y disfrutar de la casa que poco a poco fue pagando a un coste tan alto como los ingresos que llegó a tener hace 20 años. Habla del miedo al dolor, de las noches que ha llorado en la inmensa oscuridad de los parques, de las veces que los clientes han intentado robarle, incluso a punta de pistola. Nunca sabrá si el arma era de plástico o de fuego, como ‘La Veneno’, a la que recuerda en las misma calles de Madrid donde se cruzaron sus caminos.