España

La tensión sube en Moncloa: López y Bolaños chocan por sus papeles en el Gobierno

El jefe de gabinete de Sánchez y el ministro de Presidencia están enfrentados porque se entrometen en las funciones de cada uno

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, observa la intervención del nuevo jefe de Gabinete de la Presidencia, Óscar López, en el acto de toma de posesión el pasado 28 de julio. -

El núcleo duro de Moncloa está reviviendo tensiones pasadas. Según ha sabido Vozpópuli de fuentes socialistas, el jefe de gabinete del presidente del Gobierno, Óscar López, y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, chocan por sus papeles en el Gobierno. Ambos se entrometen en las decisiones del otro y se está reproduciendo una dinámica similar a la que, en su día, enturbió la relación de sus predecesores, Iván Redondo y Carmen Calvo.

El problema, explican fuentes gubernamentales, es que ambos se consideran la mano derecha de Pedro Sánchez justo en un momento en que en algunos sectores del PSOE ya piensan en el momento en el que el presidente del Gobierno esté fuera de la política. Y en esas, pese al convencimiento de que el recambio deberá ser una mujer, tanto López como Bolaños se miran al espejo y se preguntan cómo les sentaría el poder ahora que viven en Moncloa.

Es más, algunas fuentes apuntan que de los dos, es Bolaños quien se considera más sucesor de Pedro Sánchez. Y todo porque, dicen, está absorbiendo rápidamente todo el poder que le ha dado el presidente del Gobierno. Estas fuentes vienen a decir que es lógico que alguien que gestiona el engranaje del Ejecutivo se imagine al frente de él. O, al menos, con más poder. Y esa fue la perdición de Redondo, según las fuentes socialistas consultadas, que recuerdan que Sánchez se limitó a cortarle la cabeza a su ex jefe de gabinete cuando se lanzó a tomar el control del PSOE.

Funciones parecidas

El otro problema es que las funciones que ejercen ambos en Moncloa son, en ocasiones, indistinguibles, de manera que el lío está servido al igual que les pasó a Calvo y Redondo, quienes reconocieron su mala relación. Según el decreto que regula el cometido del gabinete de la presidencia, López debe “conocer los programas, planes y actividades de los distintos departamentos ministeriales [...] para facilitar al presidente del Gobierno la coordinación de la acción del Gobierno”. 

Algo parecido a lo que tiene que hacer Bolaños desde Presidencia, según recoge la propia web institucional: “La coordinación interministerial que le encomienden las disposiciones vigentes, el Gobierno o su presidente y la coordinación y el análisis de la calidad de la actividad normativa del Gobierno”. En plata: cerciorarse de que sus compañeros en el Consejo de Ministros no se pisan y de que las normas que elaboren cumplen los estándares.

La clave Belarra

Los dos hombres de Sánchez trabajan todos los días mano a mano con el resto de equipos ministeriales en Moncloa. Y es ahí donde se producen algunas fricciones, porque según ha sabido este diario de fuentes gubernamentales, López aborrece a Unidas Podemos. El socialista, ahijado político del ex secretario de organización del PSOE, Pepe Blanco, y del ex secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba, de quien fue su número tres, siempre aboga por no dar protagonismo a los morados, con quien mantiene serias discrepancias. 

López recaló en el gobierno de Sánchez tras su paso ‘soñado’ de tres años por la presidencia de Paradores, donde cobró según publicó El Independiente 183.562 euros anuales. Además, la mala relación de López con Unidas Podemos encierra una paradoja, porque el socialista, cuyo regreso evidenció la victoria del aparato socialista sobre Iván Redondo, pertenece al ala izquierdista del PSOE.

Nada que ver con su ‘alter ego’ en Moncloa. Y es que Bolaños, sin ir más lejos, tiene una magnífica relación profesional y personal con la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. Pese a que el ministro de presidencia no está tan escorado a la izquierda en lo ideológico, lo cierto es que la coordinación con la secretaria general de Podemos es “total”. En parte, porque la relación entre ambos está engrasada desde que los dos se encargaron de negociar la estructura del Gobierno antes de que la coalición echara a andar hace poco más de dos años.

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