"Una auténtica amenaza para la seguridad nacional". Con este titular, en entrevista con García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores, abría el viernes el diario El País horas antes de conocerse el sobresalto que obligó a cerrar la estación de Atocha durante más de una hora. Dos diarios nacionales abrían también su edición con noticias relacionadas con los movimientos yihadistas en relación con nuestro país. "La amenaza para España es muy seria", declaraba el secretario de Estado de Defensa, Alejandro Alvargonzález.
En los albores de un año electoral que resultará decisivo para la evolución política de nuestro país, de acuerdo con todos los analistas, el sobresalto del terrorismo islamista preocupa en forma creciente a los responsables del Gobierno. Interior lo viene advirtiendo desde hace meses. Ceuta y Melilla son cuna de terroristas que se incorporan a las filas del denominado Estado Islámico. Viajan por decenas y regresan de uno en uno, señalaba una fuente de los cuerpos de Seguridad del Estado. Algo que ocure en varios países europeos de nuestro entorno. Pero España es frontera con el Magreb, donde se localiza una actividad creciente de esta rama del islamismo más radical.
El recuerdo terrible
La mañana de la alerta terrorista en Atocha hizo recordar, inevitablemente al menos durante algunos minutos, el episodio del 11-M, el mayor atentado terrorista perpetrado en suelo europeo y que señaló el rumbo de unos comicios generales en nuestro país. La mayoría de los viajeros que transitaban por las dependencias ferroviarias en ese momento lo mencionaban ante los medios sin necesidad de sugerencias. Era una respuesta espontánea. Mucho más viva de lo que algunos creían. Se trata de una ecuación que inquieta sumamente al Gobierno: terrorismo islamista y cita electoral.
La alerta terrorista en Atocha hizo recordar el episodio del 11-M
No se dice, no se menciona, pero el riesgo está ahí. Hace unos días, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, recuperaba extrañamente la guerra de Irak para ensañarse con insultos de toda índole contra el expresidente del Gobierno, José María Aznar, a quien tachaba de 'sangriento asesino' y le responsabilizaba de la muerte de más de un millón de iraquíes. El gobierno venezolano, que despierta enormes simpatías entre algunos dirigentes de Podemos, que trabajaron tiempo atrás para él, atraviesa enormes dificultades. De ahí su empeño en buscar enemigos externos. Tocaba de nuevo atacar a Aznar. Y tocaba desempolvar la guerra de Irak.
Las advertencias en torno a un posible atentado terrorista de corte islamista ni son nuevas ni han empezado antes de ayer. Cierto que los responsables de los servicios de inteligencia de nuestro país han reforzado desde aquel brutal episodio todos sus efectivos y líneas de trabajo con relación a este movimiento criminal, que expande sus redes por medio mundo. En ese sentido, hay mucho trabajo hecho. Pero los lobos solitarios, según la denominación al uso, no siempre resultan fácil de detectar. Y España está en el punto de mira del movimiento yihadista. Nadie concibe que pueda hacerse uso partidista o electoral sobre este asunto. La sociedad española sufrió demasiado en aquella ocasión. Pero en Moncloa preocupa enormemente cómo pueden evolucionar los acontecimientos en los próximos meses. No menos que le ocurre a otros gobiernos occidentales. Con la única salvedad de que el calendario político español ofrece unas características muy singulares.
España está en el punto de mira del movimiento yihadista
De ahí que los responsables de Seguridad del Estado lancen con insistencia advertencias sobre este riesgo, para que no se bajen los brazos, sino todo lo contrario. Ayer mismo lo subrayó, con escasa habilidad, el titular de Interior, empeñado en hablar del balance de los accidentes de tráfico antes de informar sobre el asunto que inquietaba a los periodistas y a la sociedad española. Fue una rueda de prensa casi surrealista. Se remueven los viejos fantasmas, los episodios del pasado.
España afronta un panorama preñado de incógnitas y de incertidumbres y es evidente que, como señalaba el portavoz de Defensa, "hay que mantener una alerta alta" porque el nivel de riesgo sigue estando presente. Las dos largas horas de angustia e incertidumbre vividas el viernes en la estación de Atocha resultaron una falsa alarma. Pero ha sido algo más que una incidencia. Ha sido algo más que un aviso para la reflexión.