Llegaron a España en patera desde Argelia. Pasaron por un centro de menores. Acabaron en Francia. Allí secuestraron a dos personas y las torturaron. Una de sus víctimas escapó pero la otra no pudo y murió apuñalada. Todo por un móvil. Grabaron su crimen y llegó al hermano del fallecido, que avisó a la Policía. El país galo dictó orden de búsqueda internacional y las autoridades españolas dieron con ellos en una estación de Valencia. Sus ropas aún estaban manchadas de sangre. Todo esto con 16, y 17 años de edad.
Vozpópuli ha tenido acceso a los atestados, los autos y las declaraciones de los protagonistas de este suceso que ha conmocionado a Francia y a Algeria. Arranca la primera semana de marzo en un piso de Lyon con las ventanas cubiertas con trapos oscuros y un teléfono grabando la escena. Las imágenes son un baño de sangre de alto contenido violento. Rápidamente empezaron a circular por las redes sociales. La difusión llegó al punto de que la policía francesa pidió públicamente a sus ciudadanos que evitasen reenviarlo en caso de recibirlo.
[VOS SIGNALEMENTS] Vous êtes nombreux à nous signaler une vidéo de torture. Une enquête a été ouverte par la #Police judiciaire de #Lyon et les policiers de #Pharos sont mobilisés pour faire retirer la vidéo.
NE RELAYEZ PAS ces images choquantes ! pic.twitter.com/eBPbvKHUsB— Police nationale (@PoliceNationale) March 6, 2019
Dura un total de un minuto y 16 segundos. Se aprecia a un varón con el torso desnudo y enganchado a una correa de perro. Todos hablan en árabe. Uno de los menores detenidos le pregunta: “El teléfono, ¿dónde lo encontraste?”. El joven empuña un cuchillo de grandes dimensiones. Con la hoja del arma asesta varios golpes a su víctima, una vez en el antebrazo y la otra en la cabeza. Un breve forcejeo hace que el cuchillo se le caiga al suelo. El agredido, aterrado, pregunta a qué teléfono se refieren. “El teléfono que tenía tu colega”, le indica otro de los agresores. El tercero es el que graba.
A pesar de no tener oficio conocido, visten ropa de marcas caras como una sudadera gris de Hollister o una gorra de Adidas. En el segundo 34 se ve a la otra víctima tendida sobre un charco de sangre. Le han quitado la ropa y le han dejado solo con los calzoncillos. También tiene sangre en la cabeza y no se mueve. Uno de los tres delincuentes se le acerca, cuchillo en mano, y le da una patada en las costillas, otra en el cráneo y le hace tres cortes en la cara, desde la sien hasta el mentón. “Tu me quitas el teléfono, yo me voy a follar el culo de tu madre”, le dice.
Es una habitación de los horrores. Hay sangre por todas partes y las patadas y los golpes no cesan. Avanza el vídeo y el hombre que está en el suelo ya ni se mueve. A los 60 segundos, el primer joven, al que se le cayó el cuchillo, pide a la cámara que le enfoque: “Grábame para que se vea cómo soy yo”. Lejos de sentir pudor por lo que habían hecho, decidieron reenviar este contenido y lo recibió el hermano de una de las víctimas, que el 5 de marzo avisó a la Policía. Los agentes comenzaron sus pesquisas y dieron con un cadáver en un piso de Lyon.
Dos día después se presentó en dependencias policiales la segunda víctima. Dijo que había logrado escapar usando un cristal de botella y que el lugar en el que se desarrollaron los hechos es una casa okupa. Las pesquisas de la Policía francesa lograron poner nombre a los tres delincuentes, que se omiten en esta información al tratarse de menores de edad. Al no dar con su paradero, dictaron una orden de detención internacional acusados de “asesinato en banda organizada” y “tortura o acto de barbarie en banda organizada”.
La fuga de estos tres adolescentes apenas duró unos días, concretamente hasta que llamaron la atención de unos policías nacionales cuando merodeaban por la estación del tren de cercanías que cubre la ruta Valencia-Gandía. Era el 7 de marzo a las 9.10 horas y no podían pasar los tornos de acceso al andén al carecer de billetes. Dijeron que venían de Tortosa y pero no fueron capaces de facilitar ningún domicilio ni contacto por lo que se activó el protocolo para Menores Extranjeros No Acompañados (MENAs).
Habían recorrido casi 1.000 kilómetros desde Lyon pasando por Barcelona, pero en sus ropas aún se podía apreciar los restos de sangre. Las manchas en las zapatillas Nike de uno de ellos y la chaqueta de otro evidenciaban la barbarie que habían cometido solo unos días antes. Uno de ellos incluso presentaban cortes en sus dedos, algo que los investigadores califican como algo habitual cuando se ataca con un arma blanca. La sangre mancha el mango, el arma se escurre y provoca heridas en el agresor.
En los interrogatorios en el Centro Coordinador Extranjería (CECOREX) de la Policía admitieron que cuatro meses antes habían estado en el centro de menores Casa de la Espiritualidad, en Alhama de Murcia (Murcia). El centro confirmó que al menos dos de ellos estuvieron hasta mediados de diciembre. Horas después de que la Policía hiciese sus consultas, la directora del centro llamó a los agentes. Informaba de que uno de los menores bajo su tutela le había mostrado un vídeo dantesco en el que se veía a esos jóvenes torturar a dos personas.
Hasta Murcia había llegado el vídeo que la policía francesa había pedido oficialmente no difundir. Lo que no sabía la directora de la Casa de la Espiritualidad es que esas imágenes eran el punto de partida de una investigación internacional. Un policía del Grupo de Menores (GRUME) y otro de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras acompañados de un traductor de árabe se desplazaron hasta el centro de menores murciano para tomar declaración a este testigo inesperado, también argelino, también llegado en patera.
Centros de menores
Les dijo a los agentes que él había recibido el vídeo a través de un mensaje vía Facebook de parte de un familiar y confirmó que al menos uno de los que aparece en las imágenes había coincidido con él en ese lugar. Precisó que esa persona -a la que identificó por su nombre- llegó al centro el 5 de diciembre y que no tardó mucho en fugarse después de un primer intento fallido. Ante los investigadores le describió como “muy conflictivo, violento y probablemente tenía algún problema mental”.
Los perfiles de los detenidos coinciden: familias desestructuradas, no saben leer o escribir, tampoco hablan español, no tienen a nadie en Europa... Este panorama hizo que el Juzgado número 4 de Menores de Valencia decretase su ingreso en los centros de reforma de Jaume I en Picassent, la Villa de Villena y Els Reiets de Alicante. Al constatar que eran los mismos menores que reclamaba Francia, se derivó el caso al Juzgado de Menores de la Audiencia Nacional que dirige José Luis Castro.
Ya en la Audiencia Nacional dos de ellos aceptaron ser entregados a Francia y uno de ellos se ha negado por lo que el magistrado ha ordenado su ingreso en un centro de menores de Madrid a la espera de que agote el trámite para sus expulsión, que previsiblemente se llevará a cabo en próximas fechas. Los delitos por los que les reclama Francia están castigados en su Código Penal con hasta 20 años de cárcel.