El expresidente brasileño Jair Bolsonaro reunió este domingo a miles de seguidores en São Paulo para darse su primer baño de masas desde que dejó el poder a finales de 2022, y defenderse de las investigaciones por un supuesto intento de golpe de Estado.
Subido a un camión instalado en plena Avenida Paulista, la más emblemática de la ciudad, Bolsonaro negó la existencia de una trama golpista, se dijo víctima de una “persecución” y criticó los “abusos de algunos”.
“¿Qué es golpe? Son tanques en la calle, son armas, es conspiración… Nada de eso se hizo en Brasil”, se defendió ante una multitud vestida de verde y amarillo, los colores de la bandera, y que lo aplaudía y le gritaba "mito" a cada tres frases.
Además, el ultraderechista llamó a “pacificar” el país y pidió a los legisladores que aprueben una amnistía para las personas condenadas por invadir las sedes de la Presidencia, el Congreso y la Corte Suprema en Brasilia el 8 de enero de 2023.
Con todo, evitó cargar explícitamente contra uno de sus blancos favoritos, el máximo tribunal, que ya le retiró el pasaporte a principios de mes y le prohibió salir del país en el marco de las investigaciones policiales que también involucran a varios generales y aliados del expresidente.
El bolsonarismo esperaba congregar a más de medio millón de personas en la Avenida Paulista después de meses de varapalos judiciales, pero las autoridades no habían dado cifras de asistencia hasta las 17.30.
En una muestra de músculo político, la ex primera dama, Michelle Bolsonaro, un puñado de gobernadores y alcaldes, así como alrededor de un centenar de legisladores acompañaron al ultraderechista en la palestra.
A diferencia del tono comedido usado por Bolsonaro, el influyente pastor evangélico Silas Malafaia sí arremetió contra la Corte y habló sobre una supuesta “ingeniería del mal” para tratar de encarcelar al líder ultra, que ya ha sido inhabilitado hasta 2030 por cuestionar las urnas electrónicas usadas en los comicios.
Malafaia advirtió que, si los magistrados del tribunal mandan encarcelar a Bolsonaro, “no será para su destrucción (del expresidente), sino para la de ellos”.
Los seguidores ultra empezaron a concentrarse en la Avenida Paulista horas antes del inicio del acto para encontrar lugar en las primeras filas frente al camión, cuyos altavoces emitían música tecno a todo volumen para animar el ambiente.
Enrollados en banderas de Brasil, la mayoría hizo caso al pedido de Bolsonaro de no llevar carteles con las habituales soflamas contra la Suprema Corte o el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Sin embargo, durante la protesta hubo gritos de “ladrón” contra Lula y en conversación con EFE varios manifestantes cuestionaron la “imparcialidad” del Supremo.
Vítor Allen, de 39 años, viajó desde el estado de Tocantins, a unas dos horas y media de avión. Compró los boletos, que no le salieron baratos, en cuanto Bolsonaro anunció la manifestación hace un par de semanas.
“Nos gustaría que hubiese habido un golpe de Estado, pero desafortunadamente no hubo”, afirmaba Allen a EFE sin titubeo alguno, al tiempo que reclamaba la “falta de debido proceso” en las investigaciones contra Bolsonaro.
Más moderados, Lisiane y Heitor Lopes, empresarios agrícolas de 65 y 66 años, respectivamente, se declaraban “de derechas, pero demócratas” y decían que “todo se puede investigar” si se cumplen ciertos parámetros.
“Si Bolsonaro es preso por orden del Supremo, puede haber tumultos”, aseguraban, en referencia a un escenario temido y considerado probable por muchos de los manifestantes.
Mientras, el Partido de los Trabajadores, la formación de Lula, acusó a Bolsonaro de organizar un acto “ilegítimo” que atenta contra la democracia.