Internacional

Donald Trump, el hombre que venció al relato para devolver a América a la cima del mundo libre

La incontestable victoria del candidato republicano pone de manifiesto que el pueblo estadounidense ha personalizado su deseo de cambio en la figura de Trump

  • El vencedor de las elecciones presidenciales, Donald Trump -

Cuando el 8 de noviembre de 2016, para sorpresa de politólogos, analistas y voceros, Donald Trump alcanzó la presidencia de los Estados Unidos, la política entró en una nueva era. El trumpismo no fue solo el carril ideológico que llevó al republicano a la Casa Blanca, fue el germen de una forma de entender la vida y el sueño americano, uno que esta noche ha vivido un regreso triunfal para los anales de la historia. 

La derrota en 2020, alentada por su gestión de la pandemia y la campaña de desprestigio orquestada por gran parte del establishment americano, fue un golpe de realidad para un Trump que se había acomodado. Ese político directo, que había logrado sobrepasar la barrera de ciertos grupos sociales que eran territorio prohibido para los republicanos desde tiempos del idolatrado Ronald Reagan, se apagó enfrascado en la confrontación, dejando de lado el bastión de la prosperidad.

Castigado en las urnas, América dio paso a cuatro años de una administración desastrosa con Joe Biden a la cabeza. Un proyecto, el demócrata, construido en torno a combatir el legado de Trump, pero sin poso ni hoja de ruta. Algo que quedó patente con la figura del propio presidente, minimizado por sus problemas físicos, y con una vicepresidenta, Kamala Harris, que ha sido víctima de su tiempo, destapándose como un bluff

Decidido a terminar su obra magna, Donald Trump recuperó apoyos en el Partido Republicano, aupándose de nuevo en una carrera presidencial donde despachó rápidamente a los escasos rivales que surgieron en su formación. El desgaste de Biden, la inflación galopante que asola a las clases medias y bajas, y la falta de una figura representativa en la Casa Blanca terminó por decantar un regreso que América pedía a voces.

Para fortuna de millones de estadounidenses, la realidad sociológica de su país sigue estando en las ciudades y pueblos. Las redes sociales, los medios de comunicación y los altavoces mediáticos no son más que eso, una sobreexcitación intelectual para aquellos que deciden creerse su propio relato.

Un relato que no ha calado en la población americana, pues la victoria de Donald Trump ha sido aplastante. No sólo ha retenido, como cabía esperar, los bastiones republicanos en el sur, sino que ha vencido en estados claves como Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania. Ha doblegado a las encuestas, unas que predecían un empate técnico que ha estado muy lejos de convertirse en realidad, logrando superar sus resultados de 2016

Ha ganado en voto popular, ese que aúpa a los grandes políticos, venciendo al relato buenista de los demócratas, que pusieron a Harris como medida de urgencia para frenar la sangría que se avecinaba. Hasta el propio Obama titubeó en los primeros días de la nominación de Kamala para mostrar su apoyo. Harris, por cierto, no tuvo ni el detalle de dirigirse a los suyos tras el monumental fracaso que ha supuesto su contienda en estas elecciones presidenciales.

Estados Unidos necesita que alguien agite el avispero, que devuelva a la nación a las cotas de empleo, prosperidad y poder adquisitivo de épocas pasadas. Dicho deseo lo han canalizado los americanos a través de la candidatura de Donald Trump. Recuperando su discurso agrio, duro y faltón, el republicano ha atraído el voto de latinos, afroamericanos, católicos y la inmensa mayoría de hombres blancos.

Una suma que le otorga una mayoría absoluta en el Senado y otra controlada en el Congreso, dando vía libre al cambio que América ha votado de forma contundente. El coro de góspel que esperaba para loar la victoria de Kamala Harris tendrá que esperar, pues centrar su campaña en el apoyo femenino ha resultado del todo inoperante para los demócratas. El Partido Demócrata necesita una reinvención al completo.

El triunfo de Trump es el de un hombre que personaliza a la perfección el sueño americano. Un valor añadido de quien ha estado en las calles, tocando puerta por puerta para cobrar las deudas de su padre. Un vínculo con las clases menos privilegiadas que Kamala Harris jamás podrá tener. No se ha dado por vencido, y aquí está su ansiada victoria. Un clamor que recuerda, como citaba antes, a los mandatos de Reagan. 

Durante la noche electoral, los medios españoles se preguntaban cómo era posible esto, si su discurso únicamente respondía a proclamas de corte racista y machista, pero perdieron por completo el prisma. Uno que pasa por la economía, de la que el 25% de los estadounidenses dicen que está peor que hace cuatro años.

Además, se ha llevado la batalla cultural. Y eso explica que se haya cosechado el voto hispano. En una encuesta a pie de urna de la NBC, le daban a Trump un 53%, una recuperación considerable tras el 36% de 2020.

Se atisba una segunda legislatura más sólida que la de 2016, con planes a futuro para que, en 2028, Vance pueda seguir con su legado. Trump formará un núcleo duro, dejando de lado el inestable gabinete de su primera etapa. Política fiscal laxa, apostando por la adormecida industria americana.

Apuntalará la política internacional de Estados Unidos retomando relaciones con China, mediando entre Rusia y Ucrania y fortaleciendo los lazos con Israel. América ha elegido, y ha antepuesto la prosperidad al relato, ese que esta vez no ha conseguido voltear el panorama social. Donald John Trump es ya una de las personas más influyentes en la historia del mundo.

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