Internacional

La furia o el miedo: los votos de la izquierda (y la abstención) decidirán el futuro de Francia

Los franceses optan entre dos visiones contrapuestas sobre las recetas necesarias para sacar al país de un trance que va mucho más allá de las propuestas económicas. Para algunos es una crisis existencial.

  • Emmanuel Macron durante una visita a Figeac en el último día de campaña. -

Emmanuel Macron y Marine Le Pen repiten final, cinco años después, para dirimir quién se queda con las llaves del Elíseo. Pero si hace un lustro el joven sin partido representaba una expectativa de cambio renovada y fresca frente a las formaciones tradicionales, hoy, después de un mandato difícil, no consigue arrastrar más allá de un cuarto de los votos por convicción.

Después de depredar los cotos de caza de socialistas y, especialmente, del centroderecha, el presidente/candidato reconoce que no podrá contar con muchos más votos del llamado “frente republicano”, el voto huérfano, en este segundo asalto electoral. Al otro lado del ring, Marine Le Pen sueña todavía, a pesar de los sondeos, en añadir los porcentajes obtenidos por Éric Zemmour (7,1%) y Nicolas Dupont-Aignan (2,1%), los otros dos representantes del “campo nacional”, además de arañar cabreos de la izquierda hostil a Macron.

Melenchón, primer ministro de la presidenta Le Pen

Pero ni las matemáticas electorales ni los sondeos son ciencias exactas. Sumar el caudal de votos de otros partidos es engañoso y especialmente en el caso del caladero que ambos contendientes han intentado seducir en las últimas horas: los votos de la izquierda, que no son solo los de Jean-Luc Melenchón, aunque él quiera apropiarse del voto útil recibido de otras formaciones como botín para las legislativas. 

El caudillo en jefe de “La Francia Insumisa” no ha dado consigna concreta a sus militantes y simpatizantes, a diferencia de socialistas, comunistas y verdes, que piden apoyar al presidente. Advirtió, eso sí, que ningún voto debería ir hacia Madame Le Pen. No hace falta ser experto en ciencias políticas para deducir que se niega a aconsejar el voto por Macron y que abre la puerta al boletín blanco, al nulo y también - ¡horror! -  a la abstención. En una entrevista televisiva, Melenchón aseguró que incluso se propondría primer ministro de Le Pen, si su Francia Insumisa gana las legislativas de junio.

Macron lo tenía claro. Sus mítines, sus desplazamientos y su atención para la segunda vuelta electoral debían enfocarse hacia los votantes de la izquierda más extrema. Según los sondeos, los apoyos de Melenchón (no los militantes) optarían por el voto en blanco o la abstención. Alrededor del 35%, por evitar a la candidata “de extrema derecha” y casi un 20% preferiría antes a la representante de Agrupación Nacional que al de La República En Marcha. Más de un millón y medio de simpatizantes de izquierda podrían volcarse hacia Le Pen.

Macron lo tenía claro. Sus mítines, sus desplazamientos y su atención para la segunda vuelta electoral debían enfocarse hacia los votantes de la izquierda más extrema"

Macron y los “privilegiados”

Algunos despistados siguen sin querer admitir que existe desde hace años una porosidad entre los votantes de Melenchón y Le Pen. El programa de Marine Le Pen está enfocado especialmente hacia los sectores que le apoyan mayoritariamente: obreros, empleados, clase media baja y la Francia periurbana y rural. Sus promesas/estrella (jubilación a los 60 años, aumentos de salarios generalizado del 10%...) podrían estar encuadernadas en cualquier folleto de extrema izquierda (el expresidente socialista, Hollande, resalta la similitud entre el temario de Le Pen y el PCF de los años 70).  Es un catálogo adaptado también para responder a la gestión de los gobiernos de Macron en estos últimos cinco años, considerados por la izquierda de la izquierda y por la derecha de la derecha como dedicados “a los privilegiados”.

Emmanuel Macron, que durante su mandato se ha rodeado de ministros robados a la derecha tradicional, en concreto los responsables de la economía y las finanzas, no podía cambiar de programa en una semana; nadie lo esperaba. Eso sí, intentó suavizar sus propuestas sobre jubilación y otras que habían erizado a la izquierda y a lepenistas. Con varias capas de barniz verde improvisadas a última hora, pretende también atraer el voto ecologista y a la juventud melenchonista.

En una de sus últimas visitas prelectorales el jefe del Estado se presentó en Saint Denis, una de las zonas más depauperadas de Francia y feudo indiscutible de Melenchón. Allí, rodeado de una población donde –como decía Manuel Valls de otros barrios similares, “habría que añadir algún blanco”– Macron se dio un baño de masas… pobres, donde no faltaron los abucheos de algunos representantes locales de la ultraizquierda “anticapitalista”.

“No pasará”

El presidente y su equipo tampoco se fían de los sondeos y recuerdan los episodios del Brexit y de la elección “sorpresa” de Donald Trump. Por eso, no olvidaron recurrir al recurso tradicional de la izquierda global: ¡Que viene la extrema derecha! Solo el temor a la derrota puede justificar volver a desempolvar el viejo argumento del “peligro fascista”: “No pasará”

Macron prefiere utilizar otro término más elegante: “lo impensable”. Pero la prensa pro-Macron (la mayoría de los medios), los sindicatos, los actores, los deportistas, los imanes o el Gran Rabino de Francia han llamado a cerrar el paso a Marine Le Pen. Enfrente les responden subrayando la aportación del gobierno a la prensa (666 millones de euros en ayudas directas e indirectas, en 2020)), unos sindicatos vacíos de militantes o unos actores que viven de las subvenciones del Estado (500 millones al año para la industria del cine). En cuanto a los imanes, ninguna sorpresa; han hecho campaña por Melenchón. Las entidades judías de Francia, por su parte, no olvidan el vómito antisemita del padre de la candidata.

El “aggiornamento” de Marine Le pen y su “desdiabolización” o “humanización” se considera, según sus enemigos políticos, una triquiñuela. Además del estigma patronímico, la hija de Jean-Marie Le Pen sigue siendo representando para sus rivales un espantajo ultraderechista. Una postura que, a veces, hace sonrojar por desmesurado. Así, el diario Le Monde se permite hacer paralelismos entre la situación de hoy y la de la Francia de 1940.

El “reductio ad hitlerum” es un recurso muy utilizado por una izquierda y una “intelligentsia” marcadas por el “petainismo” y la ocupación nazi. Quizá porque la concesión de poderes especiales al mariscal Petain fue aprobada por socialistas y comunistas, también.

Para la izquierda francesa, de extrema derecha han sido De Gaulle, Giscard D’Estaing, Pompidou, Sarkozy, Balladour o Chirac. Cuando el presidente Mitterrand anunció a un colaborador que iba a nombrar a Jacques Chirac primer ministro en su primera cohabitación (1986), el camarada le advirtió que se lo pensara dos veces, pues la iniciativa del mariscal Hindenburg en 1933 había llevado al poder a Hitler. Más que un argumento político, la alerta antifascista es un “leitmotiv” del cuñadismo de izquierdas, esos adeptos al “prêt-á-penser” que describe el periodista y escritor Hervé Algalarrondo en su libro “Les beaufs de gauche” (1994).

Marine Le Pen durante un mitin en Arras / EFE

Cuando Mitterrand impulsó a Le Pen

Conviene también recordar que la puesta en órbita del antiguo Frente Nacional y su líder, Jean Marie Le Pen, fue obra del presidente socialista, François Mitterrand. Tras su victoria en 1981 y su cambio de rumbo económico dos años más tarde hacia una política de rigor “thatcheriana”, el líder del PS instrumentalizó a Le Pen padre contra el avance electoral de la derecha tradicional.

La maniobra se materializó en dos decisiones. Por una parte, empujó a la prensa a levantar el cordón informativo que impedía entrevistar e informar sobre el político que banalizó los hornos crematorios nazis. Jean-Marie Le Pen, un tribuno reconocido y un personaje mediático simpar, recibió del Maquiavelo socialista el regalo de la introducción del sistema proporcional en las legislativas. Resultado: 35 diputados por primera vez en la historia de la Asamblea Nacional (hoy, 8), casi tantos como los perdidos por la derecha “gaullista”. Mitterrand, refinado cínico, justificaba así su decisión: “La unidad nacional no es la uniformidad, es el pluralismo de opiniones, el choque de las ideas”.

François Mitterrand instrumentalizó a Le Pen padre contra el avance electoral de la derecha tradicional"

Cuando Jacques Chirac obtuvo la Presidencia en 1995, eliminó el sistema proporcional y reintrodujo el mayoritario hoy vigente. Pero la atención de una parte de los franceses estaba ya fijada para siempre en los argumentos de “la extrema derecha”. Mitterrand había sacado al demonio de la lámpara. (Para los francófonos, más información en el libro “La main droite de Dieu: Enquete sur François Mitterand et l’extreme droite”, de E. Faux, T. Legrand y G. Pérez).

La izquierda que hoy considera racista y xenófobo el programa de Marine Le Pen sobre la inmigración también quiere olvidar que hace más de treinta años Georges Marchais, el secretario general del Partido Comunista, utilizaba una argumentación similar a la de Marine Le Pen cuando abordaba el asunto: “las cargas de ayuda social necesaria a los inmigrantes que están en la miseria son insoportables para los presupuestos de las ciudades pobladas por obreros y empleados. Hay que frenar la inmigración si no queremos que aumente el paro”. André Gérin, exdiputado del PCF y exalcalde de la ciudad “sensible” de Vénissieux, se mostraba también muy crítico con una inmigración masiva que “crea una situación explosiva en los barrios populares”. Gérin, además, es partidario de la prohibición del velo islámico.

El propio Mitterrand señalaba en 1985 que la inmigración había llegado ya a su tope. El socialista Michel Rocard, que fue su primer ministro, acuñó la frase, “Francia no puede acoger toda la miseria del mundo”.  Comunistas y socialistas franceses han ido perdiendo el voto de lo que antes se conocía como “banlieues” rojas. Siguiendo las indicaciones del laboratorio de ideas (Think Tank) “Terranova”, próximo al PSF, la izquierda tradicional olvidó a los obreros para interesarse electoralmente por los inmigrantes y otras minorías. Cierto es que en Francia ya hay más descendientes de inmigrantes que obreros.

Emmanuel Macron supo aprovechar hace cinco años esa crisis de identidad de la izquierda, mientras seducía a una parte de la derecha también dividida y sin brújula. Una obra de arte política que se enfrenta hoy a un examen final.  Este domingo se celebran en Francia dos plebiscitos: Un test para juzgar la gestión de Emmanuel Macron y una consulta para para medir el grado de desesperación y descontento de millones de franceses. En todo caso, una votación cuyo ganador será elegido más más por defecto que por adhesión.

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