A un amigo de María Lajina le tuvieron sentado durante horas con una bolsa en la cabeza y las manos atadas. "No sabía lo que le iba a pasar. Ahora está bien, pero cuando te arrestan en Rusia nunca sabes de lo que son capaces. Es la parte que más miedo da". El régimen de Putin ha asfixiado las manifestaciones y el silencio inunda ahora la vida de las grandes metrópolis rusas. La resistencia, ahogada y maltrecha tras ser reprimida durante las tres primeras semanas de guerra con 15.000 detenidos, se está transformando en una nueva forma de movilización civil: mensajes alarmantes sobre la guerra en billetes rusos, pegatinas en paquetes de supermercado, objetos urbanos con lazos verdes y prendas que portan mensajes antibelicistas. Esta forma de expresión pone en peligro a cualquiera que las lleve a cabo, por lo que en los últimos meses ha habido una gran fuga de activistas de Rusia. Los que permanecen, sufren una tremenda presión psicológica por el miedo, arriesgándose a perder el trabajo, la plaza de la universidad e, incluso, a quedarse sin libertad ni dinero por las altas multas rusas.
Cuarenta de estos opositores que han permanecido son del movimiento "Primavera" -Vesna, en ruso-, un movimiento democrático que hunde sus raíces en las protestas encabezadas por Navalny en 2017. Otros ochenta, entre ellos María, han huido del país por su seguridad. Entre todos coordinan una oposición silenciosa a Putin mediante piquetes y orquestan un tejido de apoyo a activistas a quienes ofrecen un 'paquete de resistencia'. En el plan contra la guerra han desarrollado varios puntos que inspiran a miles de rusos, sobre todo jóvenes. Ofrecen una gran variedad de plantillas, folletos y pegatinas de fácil descarga en multitud de plataformas junto con recomendaciones sobre cómo ir con cautela para no ser identificado. El primer punto de un memorándum de acciones cotidianas de oposición a la guerra que difunden se puede leer lo siguiente: "Actúa de forma independiente, o mejor dicho, encuentra dentro del sistema lo mismo que tú, únete a ellos y comienza a crear una red de resistencia desde colegas de ideas afines".
La organización está asociado a la Junventud Liberal Europea (LYMEC) y es miembro de la Federación Internacional de la Juventud Liberal (IFLRY).
Su propósito de luchar en pos de la democracia aúna afiliados de todas las ideologías, tanto de derecha e izquierda, y su forma de financiarse es por donaciones rusas. Aunque les gustaría tener más contacto con instituciones europeas o incluso apoyo económico, la fuerte represión rusa les persuade de esta tentativa: "no queremos darles más excusas para que nos encarcelen", apunta María. Desde Tbilisili, Georgia, esta joven de 25 años explica a este medio que el principal objetivo de la organización es "explicarle a la población rusa qué está pasando y luchar contra la propaganda". El movimiento, que no tiene un plan a largo plazo por la incertidumbre de los siguientes movimientos de Putin, tiene repartida su diáspora en países como Armenia, Islandia, Inglaterra o Georgia.
María, junto con otros miembros de Vesna, participó en la campaña presidencial de Navalny y recuerda esa época con nostalgia. Aunque asegura que desde el inicio de la guerra hay mucha más gente que se quiere sumar a Vesna, responde con tristeza cuál es la realidad actual de su país: "Somos ahora mucho menos libres que antes. Aquellos compañeros que una vez apoyaron a personas como Navalny ahora son apolíticos y la guerra les da igual. Es lo que logra el miedo del Kremlin, y esta postura es la más extendida ahora en Rusia".
Realizar cualquiera de las acciones que Vesna propone u otros movimientos afines coordinados con ellos está penalizado con años de cárcel, multas de entre 30.000 a 50.000 euros y trabajos forzados. Es el caso de la artista Alexandra Skochilenko, simpatizante de Vesna, a quien este miércoles se le juzgó en un centro de detención preventiva por distribuir mensajes falsos en pegatinas de supermercado sobre el bombardeo del teatro de Mariupol. El tribunal de San Petersburgo declaró la detención de la activista en base al endurecimiento del Código Penal de rusia actualizado en marzo y afronta entre 5 a 10 años de prisión. Previamente, la policía rusa registró su domicilio el 11 de abril.
Manual de supervivencia en la cárcel rusa
Es el procedimiento habitual de las detenciones. Como explica María, así detuvieron al coordinador de Vesna hace meses: fueron a su lugar de trabajo, le registraron y le detuvieron. Así también fue detenida la artista Katrin Nenasheva en marzo por participar en un evento en Moscú llamado "Cena de la paz". Nenasheva, quién también es afín a Vesna, ha propuesto un 'manual de supervivencia' a la cárcel con ciertos hábitos: llevar un diario donde escribir mínimo tres páginas, hacer terapia con los demás arrestados, hacer figuras de pan mediante la incorporación de la miga en el agua, hacer prevalecer el derecho de 15 minutos de acceso telefónico diario, la atención médica y a recibir visitas. Aun así, como puntualiza María, los centros de detención son completamente diferentes a las comisarias policiales. En estos últimos, Human Rights Watch ha denunciado torturas con golpes en la cabeza, insultos y amenazas de muerte. Unos hechos de los que María también tiene constancia.
Putin se blinda frente a desertores
La estrategia militar rusa ha cambiado desde el inicio de la guerra. Ahora la ofensiva de Putin se centra en afianzar el Donbás cuando, en un primer momento, la naturaleza de la invasión buscaba llegar al corazón de Ucrania de manera rápida y concisa. Una táctica que se remonta a la Segunda Guerra mundial y tiene su propio nombre: blitzkrieg. Las modificaciones militares han tenido su repercusión en los altos mandos. El 9 de abril, Putin reorganizó la cadena de mando militar, nombrando al general Alexandr V. Dvornikov a cargo de las operaciones en Ucrania. Dvornikov remplazó a Sergei Shoigu, la cara pública de la guerra y ministro de Defensa. Shoigu es de los pocos Siloviki, trabajadores del Kremlin cuyo mérito se remonta a las agencias de seguridad de la Unión Soviética (KGB) y que son del círculo íntimo de Putin. Como analiza la revista Foreign Affairs, Shoigu desapareció dos semanas en marzo entre rumores de descontento por el avance de la operación militar.
Esta señal indica una tensión evidente dentro del tándem entre Putin y los Siloviki, en quienes el dirigente ruso ha confiado todo este tiempo como élite de seguridad y apoyo para cumplir sus mandatos. La distancia entre el magnate ruso y sus secuaces -precedida por presiones como arrestos domiciliarios- ha sido visto como un posible caldo de cultivo para la desestabilización interna del Kremlin. Sin embargo, una rebelión militar es difícil. La última vez que las fuerzas militares se rebelaron públicamente fue en 1825. Además, estructuralmente, el Kremlin mantiene controladas sus Fuerzas Armadas y a posibles disidentes mediante el Servicio Federal de Seguridad (FSB). Desde que Putin está en el poder, ha ampliado la capacidad de este organismo para proteger su régimen a través de un sistema de supervisiones. Ya han caído muchos. En 2015 fue asesinado el opositor Boris Nemtsov. Alexei Navalny fue envenenado y en 2022 se le condenó a nueve años de prisión. Además, una retahíla de exministros han sido exiliados. Putin sabe que el peor enemigo está en casa y corta la cabeza de cualquier hidra interna.