Al Ministerio de Defensa francés le bastaron cuatro párrafos para despachar el ataque a los campos de entrenamiento del Estado Islámico en Raqqa del pasado domingo. Unas pocas frases explicaban que la misión había sido un éxito, con diez aviones desplegados y 20 bombas lanzadas. Se puede contar en unas pocas frases, pero la realidad es siempre más compleja que la tinta con la que se dibuja el escenario.
La guerra moderna, esa que se desentiende del terreno y acude a los más sofisticados artilugios, es cara, muy cara. La operación del domingo suena a algo sencillo hasta que se busca el detalle. Francia, como miembro de la coalición en Irak, tiene desde hace tiempo desplegados en Oriente Medio seis aviones Rafale y otros tantos Mirage2000, aparatos construidos por Dassault, una compañía francesa. Más allá del coste astronómico de adquisición de cualquiera de los aparatos –los Rafale, los más modernos, oscilan entre 64 y 70 millones de euros- la simple puesta en marcha de los aparatos supone un dispendio importante. Los seis Rafales franceses que están en la región se encuentran en las bases de la coalición en Emiratos Árabes Unidos, a unos 2.400 kilómetros de distancia de Raqqa –unas 1.300 millas náuticas-. El coste de vuelo por milla náutica en esos aviones se estima en 46.67 $ por lo que el trayecto de un avión de ida y vuelta cuesta alrededor de 120.000 euros. Seis aviones elevarían la cifra a 726.000 euros solo en combustible de los Rafale.
Más cerca de la acción se encuentra el despliegue de aviones Mirage2000, cuyo coste es menor, de aproximadamente 30.48 $ por milla náutica de vuelo. Esas naves están situadas en la base de Amman, en Jordania, que se sitúa a unos 530 kilómetros de Raqqa. Cuatro aviones tendrían un coste, ida y vuelta, de unos 70.000 euros. Es decir, el coste en combustible de la misión del domingo pudo aproximarse a 800.000 euros.
"Los rusos tiran cualquier cosa y es más barato, pero la opinión pública francesa no acepta lo mismo que la rusa", cuenta el experto Félix Arteaga
Y es la parte sencilla, casi lo más barato de una operación así. El ejército francés anunció en su escueto comunicado que habían lanzado 20 bombas sobre los objetivos prefijados en la base del Estado Islámico en Raqqa. No especificaron las cargas y el rango de precios en esas cuestiones es amplísimo. El ejército francés tiene un arsenal para estas operaciones compuesto por misiles ASM, bombas guiadas con láser o GPS del tipo GBU-12, 49 y 58 de 125 o 250 kg, misiles guiados por láser AS30LS y de crucero SCALP, según contaba esta semana el periódico La Provence. La elección de las piezas concretas que se utilizan en las misiones tiene mucho que ver con los valores democráticos y éticos de las naciones que las emplean.
Lo explica Félix Arteaga, experto en Defensa del instituto Juan Sebastián Elcano: “Si llevan bomba de precisión el precio aumenta exponencialmente, si hacen como los rusos, que tiran cualquier cosa, es mucho más barato. Los daños colaterales no son lo mismo para la opinión pública de Francia que para la de Rusia”. Es decir, el armamento más sofisticado es el más caro, pero también el más preciso y aceptable para un país que se embarca en una misión de este estilo y quiere limitar los daños producidos. Por poner un ejemplo de costes máximos, los misiles AS-30 guiados por láser tienen un coste aproximado de 600.000 dólares por unidad, según la Guía del Instituto Naval sobre armas mundiales, escrito por Norman Friedman. Al cambio, unos 560.000 euros por bomba que, en el caso de ser las lanzadas –información no especificada por el ejército galo- situaría en más de 11 millones de euros los misiles utilizados por los franceses en Raqqa. Los misiles SCALP, los más caros del arsenal francés, pueden llegar a costar 1,1 millón de euros la unidad.
Y eso no es todo. Las misiones de este tipo no pueden realizarse únicamente desde el precio concreto del vuelo y el lanzamiento, el trabajo previo y la seguridad tienen también elevadísimos costes. “Al precio hay que añadirle el de todo el entorno que tiene una operación así. ¿Cuántos misiles de los más caros? ¿Cuándo se han fijado los objetivos? ¿Se sabe lo que van a lanzar? ¿Se utilizan satélites para fijar los blancos? ¿Se utilizan equipos de acompañamiento?”, se pregunta Arteaga. La explicación básica, la que no se puede regatear, es que el coste económico siempre es exorbitado. “Las guerras modernas, las que se hacen a distancia, son súpercaras. Y por eso muchos no se lo pueden permitir”, reflexiona el experto militar.
Es más, Arteaga recuerda que en la intervención llevada a cabo en Libia la coalición que allí operaba se quedó corta en sus efectivos, un enorme problema cuando te has embarcado en una misión de estas características.
Todo esto en una operación que no deja de ser una cuestión pequeña en estos niveles. “El problema que tienen es que con 12 aviones no hay mucha disponibilidad, no pueden estar permanentemente en el aire. La inteligencia sobre los objetivos es muy limitada, son blancos móviles, no pueden estar haciendo blancos de oportunidad, ni dar vueltas para disparar cuando vean algo. Muchas veces vuelven sin tirar las bombas o los cohetes. Sobre el terreno tiene muy poco impacto militar”, cuenta el experto del Instituto Elcano.
El portaaviones Charles de Gaulle
Francia, en fechas recientes, ha ampliado su presencia en Siria con el despliegue del portaaviones Charles de Gaulle en la zona. La embarcación es una de las joyas de la armada francesa y el coste de sus operaciones es también altísimo, pues requiere equipos de apoyo y seguridad. “Se mueven siempre rodeados de un grupo de combate de protección, porque son muy vulnerables”, explica Arteaga, que especifica incluso que el uso de un portaaviones así puede conllevar problemas para los franceses. “Si actúan solo contra el ISIS no habrá problemas, porque no tienen capacidad para contrarrestarlo, pero las fuerzas de Al-Asad les puede dar un disgusto, ya que si no tienen armas antibuques seguro que las pueden conseguir de Rusia”, explica. El Charles de Gaulle es un portaaviones propulsado con energía nuclear, lo que le da una mayor autonomía. El precio, difícil de calcular: “No es solo el de Gaulle, son los buques de acompañamiento, la vigilancia, los satélites...”.
La estrategia de defensa francesa cambió tiempo antes de los atentados de París. El 27 de septiembre comenzaron a bombardear Siria, lugar en el que por el momento solo actúan los galos, Estados Unidos y Rusia. Es de esperar que en las próximas semanas redoblen sus esfuerzos en la zona, pero no se puede leer como una decisión en caliente sino dentro de un plan que ya llegaba de antes. “Era algo que tenían pensado, para hacer algo así tienes que tener stocks, una rotación, equipos que hay que reemplazar; si entran operaciones especiales hay que tener más medios no tripulados, acompañamientos…”, cuenta el experto militar.
No es difícil de entender por qué François Hollande ha anunciado que la lucha contra el déficit, el norte de la brújula de la UE en los últimos tiempos, será una cuestión secundaria cuando de Defensa se trate. Los presupuestos de la crisis han recortado las partidas del Ejército drásticamente, pero Francia busca ahora cambiar la tendencia, aunque sea a costa de los pactos de estabilidad.
En el horizonte siempre está la opción de llevar a cabo también operaciones terrestres, aunque Obama, presidente de los Estados Unidos, ha negado la posibilidad por el momento. Son muchos los motivos por los que tomar esa decisión es complejo y no tienen tanto que ver con el dinero como con el coste personal. La experiencia, además, hace que el miedo en los dirigentes se dispare.
"Lo que más cuesta es colocar una gran unidad en el terreno, porque requiere una infraestructura de teatro que solo puede tener la OTAN o EEUU", cuenta Arteaga
Irak y Afganistán, las experiencias más recientes, han supuesto un coste político grandísimo sin la resolución de los problemas que allí se daban. Además, solo la OTAN y Estados Unidos están en condiciones de embarcarse en una misión así. “Si se trata solo de poner hombres sobre el terreno, algunas misiones especiales, Francia no tiene problema. En Irak no, porque es más complicado, pero en Siria sí. Lo que cuesta es colocar una gran unidad allí, una vez en el terreno se necesita una infraestructura de teatro que solo puede tener la OTAN o EEUU. Hay que hacerlo escalonadamente, porque no solo las mandas a combatir sino que quieres que estén bien protegidas. Escalando la misión, te vas ocupando de la seguridad y poco a poco te vas metiendo en misiones que son insostenibles”, explica Arteaga.
Queda, por último, ver la efectividad de estos ataques. La guerra moderna ha cambiado absolutamente la manera de ver estas cosas, el Estado Islámico se parece muy poco a los enemigos del pasado y su manera de actuar requiere aproximaciones diferentes al problema. “Conocen muy bien la información que se tiene, saben cómo funcionan los drones y los sistemas de inteligencia remotos”, cuenta Arteaga recordando que el enemigo siempre se defiende y adapta.
Solidaridad europea
El siguiente paso probable es que Francia pida ayuda a sus aliados europeos, algo que, a tenor del artículo 222 del Tratado de Funcionamiento de la UE, tendría lógica. “La Unión y sus Estados miembros actuarán conjuntamente con espíritu de solidaridad si un Estado miembro es objeto de un ataque terrorista o víctima de una catástrofe natural o de origen humano. La Unión movilizará todos los instrumentos de que disponga, incluidos los medios militares puestos a su disposición por los Estados miembros”, dice ese artículo aunque, posteriormente, hay matizaciones en el propio tratado que salvaguardan el derecho de los miembros de la UE sobre esa solidaridad. “El artículo 222 no pretende afectar al derecho de otro Estado miembro de escoger los medios más apropiados para cumplir con su obligación de solidaridad”, se especifica en la declaración.
El país más proclive a entrar en una operación de este calibre sería Reino Unido. Tradicional aliado de Estados Unidos en cuestiones bélicas, han rechazado la entrada en la guerra en la Cámara de los Comunes, pero los acontecimientos recientes y las conversaciones que se llevan a cabo en Viena podrían torcer la voluntad del legislativo británico. “Están tratando de ver cómo evoluciona la situación, si hay un alto el fuego, si se puede luchar solo contra el ISIS... El problema es que son muchas peleas al mismo tiempo. Si hay algún acuerdo en Viena a lo mejor se les convence”, cuenta Arteaga. En el caso de entrar, de todos modos, será de una manera casi testimonial: “Si el parlamento les deja ir será con muchas limitaciones, porque el problema es la utilidad. Si no se ven resultados es difícil”. Y la efectividad no ha sido la norma en tiempos recientes.