Se acabó la tregua olímpica y las vacaciones de Emmanuel Macron. El presidente francés recibe este viernes en el palacio del Elíseo a una delegación de las formaciones de izquierda reunidas en el “Nuevo Frente Popular”. El lunes acogerá en su ronda de contactos a Marine Le Pen y Jordan Bardella. El objetivo: encontrar una quimérica mayoría parlamentaria que apoye la elección de un nuevo jefe de gobierno.
El rompecabezas surgido de las urnas el pasado 7 de julio, con tres bloques políticos sin mayoría absoluta para ninguno, obliga al jefe del Estado a un ejercicio de equilibrismo político. La izquierda, reunida en el “Nuevo Frente Popular” (NFP), se estima ganadora en los comicios al haber obtenido 193 escaños, lejos de los 289 necesarios para alcanzar una mayoría absoluta. “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Melenchón, socialistas, comunistas y ecologistas, coaligados bajo esas siglas, exigen a Macron el nombramiento de su candidata a jefe de Gobierno, Lucie Castets, que formará parte de la delegación esperada en la sede presidencial.
Para nadie es un secreto que Macron ya ha desechado la propuesta de las izquierdas y Castets tiene, salvo milagro, nula posibilidad de ocupar el palacio de Matignon, sede del gobierno, pero el NFP quiere ir hasta el final y “convencer” a Macron de la legitimidad de su iniciativa. Castets es poco conocida del púbico y si su nombre ha aparecido en los medios es por ser uno de los responsables de la deuda abisal de la alcaldía de París, más de 8.000 millones de euros.
Melenchón pide la destitución de Macron
Que Macron nombrara como jefe del ejecutivo a una candidata apoyada por la extrema izquierda era ya improbable; pero Melenchón y sus “insumisos”, mayoritarios en esa coalición de izquierdas, han contribuido a dar la puntilla a esas esperanzas amenazando al presidente con un “proceso parlamentario de destitución”. El dron cargado de explosivos enviado por el jefe de “La Francia Insumisa” al Elíseo causó, sin embargo, más daños entre sus aliados de izquierda. Ecologistas y comunistas mostraron su desacuerdo. El líder de los socialistas, Olivier Faure, consideró la iniciativa como “un regalo para Macron en su empeño para dividir a la izquierda”. Dentro del PS, las dos corrientes críticas – minoritarias - fueron más allá y denunciaron que Melenchón había traspasado todas las líneas rojas. El líder de la formación “Place Publique”, asociado al PS, el eurodiputado Raphael Glucksmann, aprovechó también para lanzar una andanada contra sus colegas socialistas, a los que acusó de “haber desarrollado un sentimiento de inferioridad política, intelectual y psicológica frente a Jean-Luc Melenchón”.
La posibilidad de destitución del presidente es recogida por el artículo 68 de la Constitución francesa, pero para hacerla efectiva necesita el acuerdo de dos tercios del Parlamento, es decir, la reunión de los legisladores de la Asamblea y el Senado, algo imposible dada la composición actual de las dos cámaras. No es ningún secreto que el interés de Melenchón no está en formar parte de un gobierno sin un apoyo mayoritario en el hemiciclo, sino seguir preparando su campaña para las presidenciales de 2027. Cegado por el que sería su último intento de llagar a la presidencia, el jefe “insumiso”, todavía fiel a sus ideales trotskistas, prefiere seguir con su política de “conflictividad permanente”, antes que buscar acuerdos de gobernabilidad en el actual jeroglífico parlamentario del país.
¿Un gobierno pro-Hamás?
En ese ambiente de sana camaradería acuden las izquierdas para persuadir al “neoliberal”, según ellas, Emmanuel Macron, de dar las riendas del país a una candidata que propone abolir la reforma de las pensiones que aumentó de 62 a 64 la edad para poder optar a la jubilación, elevar el salario mínimo a 1600 euros brutos (2000 netos), aumentar los impuestos a la clase media o castigar a los empresarios e inversores que intenten zafarse del nuevo paraíso de izquierda, poniendo sus empresas y capitales fuera del Hexágono. Todo ello, aderezado con una salsa antijudía, proHamás y antipolicía, elaborada por “La Francia Insumisa” en su política de captación del voto de los franceses musulmanes y la juventud de las “banlieues”.
Tras el fin de semana, el jefe del Estado recibe a los dirigentes de “Reagrupación Nacional” (RN), Marine Le Pen y Jordan Bardella. Macron tendrá la oportunidad de explicar a sus invitados el pacto anudado, entre otros, con la extrema izquierda para evitar la victoria de RN en las legislativas. Gracias a ese acuerdo de desistimiento en cientos de circunscripciones y al sistema electoral en vigor, la ventaja en millones de votos y en porcentaje del partido de Le Pen sobre sus rivales no le sirvió sino para alcanzar una medalla de bronce, con 143 diputados.
Fuera del “campo republicano” – como la considera a veces a veces - o “republicano con todos sus derechos” cuando le conviene, Macron juega políticamente con RN, y más ahora, desesperado por encontrar un gobierno que llegue al menos hasta el verano que viene, cuando podrá llamar de nuevo a las urnas.
Por supuesto, Macron no cuenta con el apoyo de Le Pen, pero su sueño sería que la líder del partido más votado de Francia no apoyara la censura de un ejecutivo pactado entre el centro macronista y los conservadores de la “Derecha republicana” (ex “Los Republicanos”). La pesadilla más recurrente de Macron es la posibilidad de un voto conjunto entre le Pen (143 escaños) y las izquierdas (193) para tumbar cualquier medida que presente un eventual gabinete de centroderecha, incluso de “expertos” sin partido.
El deseo del presidente es encontrar una persona de consenso entre socialdemócratas no encuadrados en el PS, centristas, y la derecha tradicional. Los nombres de Bernard Cazeneuve, exministro socialista en el gobierno de François Hollande, y de Xavier Bertrand, uno de los barones de la derecha tradicional y exministro con el presidente Nicolas Sarkozy, han sido los más mencionados – y quizá, por ello, ya quemados - pero Macron podría sorprender con otra figura alejada de los aparatos políticos.
En este panorama inédito en la V República, es la derecha tradicional, ahora bautizada “Derecha Republicana” para diferenciarse de “Los Republicanos” de Eric Ciotti”, aliados con Marine Le Pen, la que puede salir al rescate de Macron o, más bien, del país, como ellos mismos afirman.
La derecha propone un “pacto de urgencia”
El nuevo líder de la derecha moderada, Laurent Wauquiez, presentó este verano un “Pacto legislativo de urgencia” de trece puntos, justificado en “la degradación que está sufriendo el país”. “El país no puede seguir así”, denuncia Wauquiez, que advierte que no se trata de formar parte de una coalición gubernamental con las fuerzas macronistas, sino de aprobar medidas una por una. “Este pacto”, recalca el nuevo jefe de la derecha, “ilustra nuestra voluntad para no bloquear el país. No es un cheque en blanco a Macron, después del daño que ha hecho en los últimos 7 años”.
Entre las medidas propuestas por DR, destaca un reforzamiento de la seguridad ciudadana, frenar la inmigración incontrolada, reformas en la Justicia y, especialmente en la aplicada a menores, lucha contra el narcotráfico, la relocalización industrial y agrícola, el refuerzo de los servicios públicos (sanidad, escuela, vivienda), o hacer más atractivos los sueldos que las ayudas sociales para “valorar el trabajo”.
Al “Pacto legislativo de urgencia” de la derecha, el todavía primer ministro, Gabriel Attal, respondió con un “Pacto de acción”, en el que se plasman ideas que se acercan a las de la DR, como la simplificación de normas para las empresas, la estabilidad fiscal, la lucha contra la delincuencia de los menores, un plan de laicismo para la escuela o el reforzamiento de los servicios públicos; propuestas que la derecha moderada acoge más bien como una carta a los Reyes Magos, aunque sus dirigentes admiten la posibilidad de convergencia en algunos puntos.
El problema para un supuesto pacto del total del centro y de la derecha es que las cifras de apoyo en la Asamblea llegarían solo a 231 diputados, lejos de los 289 necesarios para una mayoría, es decir, una alianza siempre expuesta a una pinza parlamentaria entre Melenchón y Le Pen.
Emmanuel Macron ha disfrutado durante unos días del efecto positivo de las medallas olímpicas obtenidas por sus deportistas. Pocos días antes del inicio de los Juegos Paralímpicos, es un presidente con un enorme hándicap para gestionar su país.
Mari loli
"Intentar mantener buenas relaciones con un comunista es como cortejar a un cocodrilo. Cuando abre su boca, no puedes decir si está intentando sonreír o preparándose para engullirte"W.Ch