Internacional

Nacer en Francia de padres extranjeros ya no será una vía automática para obtener la nacionalidad

Nacer en Francia de padres extranjeros ya no será una razón automática para obtener la nacionalidad. Una medida que hasta ahora para la izquierda y parte de los macronistas valía la calificación de ultraderechista y xenófobo

  • El primer ministro francés, Emmanuel Macron. -

La Asamblea francesa aprueba una ley de inmigración que recibe el respaldo de la derecha y del partido de Marine Le Pen. El texto del gobierno de Emmanuel Macron fue corregido por las exigencias de la derecha de Los Republicanos, unas concesiones que hicieron proclamar a Le Pen que la ley representa una "victoria ideológica" de su partido, Agrupación Nacional.

La nueva ley se pronuncia por primera vez por la "preferencia nacional" a la hora de conceder ayudas públicas, por ejemplo, para el acceso a la vivienda de protección oficial. También es novedoso que un gobierno que no se considera de derechas admita que el fenómeno de la inmigración está ligado al aumento de la delincuencia y la inseguridad ("una ley que protege a los franceses"). Los autores de crímenes contra las fuerzas de seguridad perderán la nacionalidad francesa si son binacionales (muchos franceses conservan también su pasaporte argelino, marroquí o tunecino, por ejemplo).

Nacer en Francia de padres extranjeros ya no será una razón automática para obtener la nacionalidad. Una medida que hasta ahora para toda la izquierda y buena parte de los macronistas valía directamente la calificación de ultraderechista y xenófobo.

Se limita la regularización a 10.000 inmigrantes ilegales que trabajan –algunos desde hace años– en los sectores considerados deficitarios, como la construcción, la restauración o la ayuda a ancianos o personas enfermas. La ayuda médica gratuita también será en parte restringida a los inmigrantes sin papeles, que, además, deberán aprender francés si quieren obtener el permiso de residencia.

"Gran momento de deshonor"

La izquierda (la Francia Insumisa de Melenchón, comunistas, socialistas y ecologistas) saltó como un resorte cargado de adjetivos y sentencias. El melenchonista Thomas Porte dijo que "los macronistas hacen lepenismo". El socialista Boris Vallaud hablaba de "un gran momento de deshonor". Su colega socialista, pero del ala socialdemócrata, Carole Delga, denunciaba "un texto peligroso, fruto del enorme cinismo de un presidente que gobierna sin rumbo y de la capitulación frente a la ideología de extrema derecha". El jefe del PCF, Fabien Roussel, aseguraba que la ley de Macron es peor que la de la jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni.

Gerald Darmanin, el ministro del Interior, responsable de la reforma y ex mano derecha de Nicolas Sarkozy en otra era política, trataba de convencer de que la ley no es un éxito del partido de Le Pen, pues la líder de RN se había opuesto siempre, por ejemplo, a sacar a los menores inmigrantes de los centros de retención, medida que se aplicará ahora, o a la regularización de trabajadores clandestinos, incluso de forma reducida, como se hará ahora.

La ley de Inmigración no solo le desliza hacia la derecha, sino que actúa como elemento de implosión dentro de su partido.

Las justificaciones del gobierno y los ataques de las izquierdas concedían a Marine Le Pen el éxito que ella blandía para conveniencia política y su bien pavimentado camino hacia las elecciones europeas de junio y las presidenciales de 2027. Hasta última hora de la tarde del martes, Le Pen no aseguraba su apoyo a la ley. Lo cierto es que la reticencia a votar el texto de ciertos diputados del partido de Macron (Renacimiento) y de otros legisladores miembros de los partidos que apoyan al presidente (los centristas de Modem o el centroderechista Horizonte), tiene como consecuencia que una de las reformas estrella de Emmanuel Macron haya recibido el voto de Marine Le Pen.

Macron, obligado a alejarse del centro

Macron, hasta este martes, ha podido aplicar su política de "en mème temps", es decir, un paso a la izquierda y otro a la derecha, una de cal y otra de arena. La ley de Inmigración no solo le desliza hacia la derecha, sino que actúa como elemento de implosión dentro de su partido y del resto de las formaciones que le sostienen.

El ala izquierda de Renacimiento, integrada por tránsfugas del Partido Socialista, han podido comprobar que su líder no reculará a seguir negociando con la derecha si se presenta el caso, especialmente en cuestiones económicas. Algunos ministros habrían mostrado si intención de dimitir.

Macron toma la palabra este miércoles. El Consejo Constitucional –conocido por otras decisiones "proinmigracionistas"- podría censurar algunos de los apartados de la ley. Si el texto presentado por el Gobierno de Macron, con el aval del mismísimo presidente, sufre recortes solo por el hecho de haber sido votada también por los diputados de Le Pen, las consecuencias para el respeto de la política parlamentaria pueden ser desastrosas.

La opinión pública francesa pide mayoritariamente una reforma para controlar la inmigración masiva que desde hace lustros ningún gobierno ha podido o querido frenar. Rechazar una decisión aprobada por la mayoría del Senado y la Asamblea por el "mal olor" de algunos votos es un desprecio al poder legislativo y a la propia democracia que solo puede favorecer, precisamente, a los millones de franceses que buscan las soluciones más radicales para atajar un problema que es prioritario para ellos.

Macron y la ley de inmigración

En cualquier caso, los avatares sufridos por el debate sobre la inmigración desde hace más de un año y medio han desembocado en la crisis más profunda del mandato de Macron y sus menguantes apoyos parlamentarios. El gobierno respira, de momento, arguyendo que los votos positivos de RN no han sido necesarios para sacar adelante la reforma. Los de Le Pen, no, pero sin la derecha, la iniciativa de Macron no habría salido adelante. Al final del voto, todos los partidos se consideraban vencedores, menos la izquierda, la única perdedora de un debate que ha durado casi dos años.

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