Este domingo Brasil decide su futuro político en la segunda vuelta de unas elecciones con tintes históricos. Tras unos primeros comicios donde Lula da Silva, principal favorito en los sondeos, solo alcanzó el 48.4% de los votos, y Jair Bolsonaro, el actual mandatario, se quedó en el 43.8%, el segundo y definitivo asalto promete dibujar la hoja de ruta de un país que lleva varios lustros dando tumbos.
Mientras Brasil se pone sus mejores galas de democracia, en el madrileño barrio de Usera dos prostitutas brasileñas charlan con Vozpópuli sobre el momento social que vive su país, el apoyo del colectivo a Jair Bolsonaro y el complejo cóctel de costumbres, creencias y fobias que cincela el ciclo de la vida brasilera. Silmara y Helena (nombres ficticios) nacieron en Belo Horizonte en la década de los ochenta.
Vecinas de puerta, las dos son hijas y nietas de prostitutas. Criadas en Conjunto Jatobá III, uno de los barrios más pobres y peligrosos de la ciudad, ambas recibieron la educación justa para evitar la condición de analfabetas y empezar a ganarse la vida desde bien jóvenes. Al principio, haciendo recados para las mujeres del edificio. Lo típico: ir a comprar comida o productos de higiene básica. Después, y como es inevitable en un país donde la prostitución somete sin piedad a una buena parte del género femenino, empezaron a vender su cuerpo en las barriadas.
Silmara apenas tenía 15 años cuando perdió la virginidad en una habitación sin ventanas donde el hedor a humanidad era insoportable. Helena tuvo su bautismo de fuego poniéndose de rodillas ante un amigo de la infancia que incumplió su palabra de pagarle un puñado de reales. Juntas, siempre juntas, se marcharon a Sao Paulo con 25 años para probar suerte, donde permanecieron hasta hace seis meses, fecha en la que partieron a España engañadas con falsas promesas de una vida mejor. Entonando un castellano que progresa adecuadamente, abren su alma de par en par para ponerle voz a una vida sin igual.
La travesía de las traicionadas
"Entramos a España por Lisboa, como casi todas. Al final, Portugal es la vía más fácil para nosotras, por el idioma y esas cosas. Salimos de Sao Paulo gracias a un contacto que nos prometió un empleo en España de limpiadoras. No somos nuevas, sabíamos que podía ser mentira, pero teníamos que intentarlo. Tras dos semanas encerradas en un hostal, nos mandaron a Gijón. Allí estuvimos tres meses en clubes de carretera, hasta que ahorramos un poco y nos mudamos a Madrid", relata Silmara.
"Las putas corremos un riesgo enorme todos los días, somos la mercancía más barata y frágil que hay. La violencia contra nosotras en Brasil no es comparable a España en absoluto. Allí nos matan, aquí hasta podemos vivir bien. Yo amo a mi país, pero con mi modo de vida actual prefiero estar aquí que allí. Espero poder cambiar de trabajo lo antes posible y ganar dinero para volver a casa. Quiero disfrutar de los últimos años de mi madre sin apuros", comenta Helena mientras no para de remover con su cucharilla un café que dista mucho de estar templado.
Siempre con Bolsonaro
Aunque no han podido votar, Silmara y Helena han seguido de cerca todo lo relativo a los comicios y al choque político entre un renacido Lula y Bolsonaro. Dicen que no es fácil estar enteradas de todo, porque los enfoques que ven en la prensa española solo van a los datos, pero nunca al fondo. Ellas quieren poner cara a los problemas y aquí solo encuentran fríos análisis. Brasil está en la calle, dicen.
La familia de ambas ha sido siempre fiel votante del Partido de los Trabajadores, formación creada por Lula y que cuenta con más opciones para gobernar en Brasil cuando se cierren las urnas hoy en Brasil. Sin embargo, la vida de ambas les ha hecho tener una opinión política bien distinta. De hecho, y lo dicen entre risotadas, les gustaría ser chica imagen de la campaña de Jair Bolsonaro.
"Esperemos que gane Bolsonaro, ya le votamos en 2019 y el tiempo nos ha dado la razón. Ahora no hemos podido votar, pero esperemos que el domingo gane y salga reelegido", afirma rotundamente Silmara. Ella es de las dos la más habladora, incluso la más formada. Helena no esconde el hecho de que no le gusta leer y solo pone novelas en la televisión porque no quiere pensar mucho, pero cuando habla de por qué Bolsonaro y no Lula, su radiografía es fantástica.
"Antes de Bolsonaro, hacer la calle era jugar a la ruleta rusa. Siempre ha sido así en Brasil, ejercer es jugarte la vida. Da igual que la prostitución sea legal, nos violan y secuestran como si fuese un entretenimiento. La fama se la lleva México, pero que se vayan unos meses a mi país, a ver qué opinan. A Lula ya lo conocemos muy bien, y sabemos que no hace nada por nosotras. Tuvo su época, estamos agradecidas por las cosas buenas de su mandato y la pelea como sindicalista que nos han contado siempre en casa contra la dictadura, pero no es un buen presidente", explica Helena.
"En Brasil no existe la izquierda como tal, todas las políticas son muy de centro. Suena a tópico, pero aquí nos gusta vivir la vida. El trabajo es solo un modo de pagarnos el ocio. Por eso, lo más importante para nosotras es estar seguras en la calle, y con Bolsonaro lo estamos. Ha devuelto la seguridad a las ciudades, y eso a las prostitutas nos ha cambiado la vida. Solo con él podemos trabajar libremente. Lula es como un exnovio pesado que te dice lo que quieres oír por si vuelves a picar", remata.
Brasil, un país a lomos de sus creencias
Selene tiene una cruz tatuada en el brazo y Helena lleva colgada del cuello una medalla de la virgen. En Brasil, la fe es el pilar que lo sostiene todo. Mientras en el mundo entero el cristianismo pierde, paulatinamente, adeptos y fuerza, en el país de la samba está más fuerte que nunca. Ellas dicen que son dos mujeres creyentes y muy supersticiosas, como casi todas las brasileñas. Los hombres no son tan espirituales, por norma general, pero suelen exhibir sus creencias más que ellas.
"Somos un país extraño, la verdad. Si nos dieses a elegir entre la fiesta y la religión, no creo que hubiera muchos que dejasen el crucifijo en el cajón. Mira todos los futbolistas tipo Neymar, Vinicius y tal. Son chicos jóvenes que viven la vida sin parar un segundo, pero siempre encuentran un hueco para disfrutar de su fe. Y eso es bonito. Dios está siempre ahí para nosotros. No nos pide nada, solo un ratito de nuestro tiempo", apostilla Selene llevándose la mano al brazo.
Para ellas, la prostitución fue el camino que nunca pudieron evitar. Por ello, y aunque luchan cada día por cambiar de vida, tratan de seguir mirando por las suyas en la distancia. Esta vez van con Bolsonaro, pero mañana y siempre irán con ellas mismas. Un voto, o en este caso dos, puede no parecer gran cosa, pero cuando un país como Brasil se juega su futuro, todo cuenta. Veremos si será Jair o Lula. Si trabajadores o liberales. Ellas, de momento, se marchan a casa a preparar la cena y a seguir soñando con un regreso triunfal a la tierra que las vio nacer y que las empujó a irse. El eterno retorno que escribió Nietzsche.
A vida é assim.
Reliable1
"Ha devuelto la seguridad a las ciudades, y eso a las prostitutas nos ha cambiado la vida." ...y los 600 reales llamado Auxilio Brasil, al mes que da a las familias más pobres sobre todo del nordeste, Ceará, Piauí, etc. Ayer mismo la Policía Federal del estado de Pará "prendeu" a los petistas de Lula repartiendo dinero para comprar votos a todo quisque. Jair Messias Bolsonaro ganará esta noche.