El presidente ruso, Vladímir Putin, ha obtenido este miércoles el apoyo mayoritario de los rusos para seguir en el Kremlin más allá de 2024, en un plebiscito constitucional muy criticado por la falta de transparencia y las excepcionales condiciones sanitarias en las que se celebró debido a la pandemia de coronavirus.
Con el 63,5% de los votos escrutados, el 77,2 % de los electores votó "sí" a las enmiendas constitucionales propuestas por Putin y el partido del Kremlin, según los datos preliminares de la Comisión Electoral Central (CEC).
El resultado del plebiscito es casi idéntico al de las elecciones presidenciales de 2018, cuando Putin obtuvo el respaldo del 76,69 % de los electores.
Con esta victoria, Putin tiene las manos libres para ejercer otros dos mandatos presidenciales de seis años cada uno hasta 2036, lo que le convertiría en uno de los dirigentes que más tiempo permanece en el poder en los más de mil años de historia de Rusia.
Putin, que votó en su lugar habitual, la sede de la Academia de Ciencias en la Avenida Lenin, afirmó recientemente que aún no ha decidido si presentará su candidatura dentro de cuatro años, si bien afirmó que "hay que trabajar y no buscar sucesores".
"Después de Putin vendrá Putin", proclamó Viacheslav Volodin, presidente de la Duma o Cámara de Diputados.
Más de 50 millones votaron por adelantado
En un caso sin precedentes, más de la mitad de los electores ejercieron su derecho al voto por adelantado, aprovechando que las autoridades abrieron los colegios con una semana de antelación, el 25 de junio, para evitar aglomeraciones y un posible rebrote de COVID-19.
Según la CEC, más de 50 millones de rusos acudieron a las urnas en los primeros seis días y sólo unos cuantos millones en la jornada grande de hoy, miércoles, mecanismo que la oposición consideró un caldo de cultivo para el fraude.
El Ministerio del Interior informó hoy de más de 800 denuncias de irregularidades, aunque agregó que ninguna tuvo entidad suficiente como para influir en los resultados electorales.
No es la opinión de la oposición y de organizaciones como Golos, que velan por los derechos de los electores. En su opinión, ni los observadores, ni los miembros independientes de las comisiones electorales pudieron controlar el desarrollo de la votación.
Militares, entre cuyas filas votó casi el 100 % de sus miembros, según Defensa; sanitarios y profesores; funcionarios y trabajadores del metro y de la construcción; empleados de fábricas y de empresas con contratos estatales fueron todos obligados a votar, según la oposición y la prensa independiente.
Con todo, pese a las presiones y la propaganda soterrada en favor del "si", la participación se quedó en el 65 %.
Oposición al Kremlin, sin respuesta
La pandemia y la prohibición de hacer campaña, dejó fuera de juego a la oposición, que se dividió entre los llamamientos a votar en contra, a boicotear la votación y al no reconocimiento de los resultados de la consulta.
Los comunistas fueron el único partido con representación parlamentaria que rechazaron la reforma constitucional, pero ante la imposibilidad de celebrar actos de protesta por la pandemia del coronavirus, se conformaron con denunciar el riesgo que suponía celebrar una votación cuando Rusia es el tercer país del mundo en número de contagios.
Si hace un año Moscú fue escenario de las mayores protestas antigubernamentales en casi una década, unos pocos cientos de activistas se concentraron hoy en la plaza Pushkin de Moscú y piquetes menores se produjeron en San Petersburgo y Nizhni Nóvgorod.
El único atisbo de rebeldía fueron los sondeos alternativos a pie de urna realizados por la plataforma "Niet" (No) en Moscú y San Petersburgo, las dos principales ciudades del país, donde "casi la mitad de los votantes" rechazó las enmiendas, según este movimiento.
Reformas en el olvido
Aunque se votaban más de 200 enmiendas, los rusos fueron llamados a las urnas a aprobarlas todas en paquete, lo que difuminó la reforma en lo que en la práctica ha sido un referéndum sobre la figura de Putin, cuya popularidad se encuentra en su momento más bajo desde que asumiera el poder, hace dos décadas.
Con la excepción de la enmienda que permite a Putin ejercer un quinto y sexto mandato presidencial, el resto de reformas constitucionales son cosméticas, según los analistas.
Las más comentadas son la indexación anual de las pensiones o el salario mínimo por encima del mínimo de subsistencia, la existencia de Dios, la prioridad de la legislación nacional sobre el derecho internacional, la defensa del matrimonio heterosexual o que Rusia es heredera de la Unión Soviética.
Cisma generacional
La votación escenificó claramente la escisión generacional existente en Rusia, ya que los más mayores apoyaron sin titubeos la reforma constitucional, es decir, la permanencia de Putin en el poder, mientras los jóvenes la rechazaron abiertamente.
Esto fue especialmente evidente en las grandes ciudades, en la que las nuevas generaciones ven a Putin como el representante del estancamiento, tanto económico como ideológico.
"Estoy en contra de zares absolutistas. Necesitamos alternancia. No conozco a nadie que quisiera apoyar la reforma constitucional", comentó a Efe Maxim, un abogado de 26 años.
Esto se notó en la votación electrónica, opción que sólo estuvo al alcance de los votantes de Moscú y Nizhni Nóvgorod, ya que en torno al 40 % votó en contra.
En cambio, para los pensionistas Putin representa la sagrada estabilidad, es decir, la ausencia de cataclismos políticos, la seguridad ciudadana y el pago a tiempo de las pensiones.
"Putin es el primer dirigente ruso del que no me avergüenzo. Y que conste que tengo 80 años. He vivido bajo dirigentes que bebían mucho o estaban ya mentalmente enfermos", señaló Svetlana, una moscovita de 80 años.