Con incidentes de violencia aún focalizados en algunos puntos del país, Sudáfrica comenzó este miércoles a estabilizar la situación tras las seis jornadas de disturbios y saqueos masivos vividos en algunos puntos del país, que han dejado 72 muertos y más de un millar de arrestos.
El incremento de la presencia policial y militar y la organización de las propias comunidades locales -que se han puesto manos a la obra no sólo para limpiar las ruinas del vandalismo rampante de los últimos días, sino también para proteger los lugares sin arrasar- permitió empezar a restaurar el orden poco a poco en algunas zonas y a lidiar con la devastación de los disturbios.
"Habrá sentencias graves porque esto es un sabotaje económico claro para la gente de este país", afirmó hoy desde el distrito de Soweto (suroeste de Johannesburgo) el ministro de Justicia y Servicios Penitenciarios, Ronald Lamola, quien al igual que otros miembros del Gobierno hoy estuvo visitando las zonas saqueadas.
Las partes más afectadas son los barrios más vulnerables de las grandes ciudades de las provincias de Gauteng (centro) y de KwaZulu-Natal (este), es decir, Johannesburgo y Pretoria, en la primera región; y Durban y Pietermaritzburg, en la segunda.
En esas zonas, en los últimos días, turbas saquearon completamente las tiendas, centros comerciales y supermercados, incendiaron edificios y cortaron carreteras y calles.
La Policía, completamente sobrepasada, tuvo que recibir el apoyo de 2.500 efectivos del Ejército y hoy, tras seis jornadas de escalada de la violencia, esa presencia se dobló hasta 5.000 soldados.
En paralelo, el presidente del país, Cyril Ramaphosa, celebraba una consulta con los líderes de la oposición, que le transmitieron precisamente sus críticas por el lento y escaso despliegue de las fuerzas de seguridad en días previos.
Un "sabotaje económico"
Los incidentes empezaron el pasado día 9 en KwaZulu-Natal, provincia natal del polémico expresidente Jacob Zuma, quien este 29 de junio fue condenado a 15 meses de cárcel por desacato judicial tras haberse negado repetidamente a declarar por corrupción.
En ese contexto, sus simpatizantes salieron a cortar carreteras como muestra de apoyo y en los siguientes días los altercados se replicaron en otras zonas -especialmente en Johannesburgo- tornándose en una caótica oleada de disturbios y saqueos masivos.
El estallido de violencia se veía así alimentado por problemas sociales preexistentes, como la extrema desigualdad, el desempleo, los elevados niveles de criminalidad general en el país y el malestar por la pandemia de covid-19.
Pese a ello, el Gobierno recalcó hoy la idea de que, aprovechando ese descontento, la violencia pudo estar instigada para desestabilizar el país y de que, posteriormente, el crimen organizado aprovechó el caos para cometer delitos con impunidad.
"Sobre los que estuvieron perpetrando o instigando esta violencia y lo que está detrás de ella, lo que puedo confirmar es que esta violencia es un sabotaje económico, pero no podemos anunciar quién está detrás porque comprometería las investigaciones", afirmó hoy en una rueda de prensa Khumbudzo Ntshavheni, ministra de la Presidencia en funciones.
Durante la jornada, sin embargo, medios locales habían difundido que la Policía investiga como posibles instigadores a personas afines a Zuma, como el exespía Thulani Dlomo.
Preocupación por la justicia por propia cuenta
Aunque la organización comunitaria está siendo clave para mantener el orden, también despierta preocupación la posibilidad de represalias y de que se ejerza la justicia por cuenta propia.
En ese sentido, en el distrito de Vosloorus (sureste de Johannesburgo) se investiga la muerte de un adolescente que presuntamente habría sido asesinado por conductores de taxis (minibuses de transporte colectivo informal), tras ser sorprendido intentando robar en un centro comercial.
La conmoción social es tan grave que motivó hoy la primera gran intervención pública del rey Misuzulu, nuevo monarca de los zulúes (etnia mayoritaria en el país -especialmente en KwaZulu-Natal- y entre los afines a Zuma, perteneciente a ese grupo étnico), para lamentar que su pueblo haya estado cometiendo un "suicidio".
"Nunca pensé que tras la dolorosa muerte de mis padres vería a nuestro pueblo implicado en la quema del país", dijo.
Daños sin cuantificar
Los extensos daños materiales aún están por cuantificar y se teme que en los próximos días haya problemas de suministro de alimentos y combustible, por lo que hoy muchos sudafricanos hacían cola desde primera hora en supermercados y en gasolineras.
Además, el lunes y el martes la violencia obligó a interrumpir algunos servicios básicos, como la atención médica para el tratamiento de padecimientos crónicos (como diabetes, tuberculosis y VIH) y la aplicación de vacunas contra la covid-19, enfermedad de la que Sudáfrica atraviesa actualmente una agresiva tercera ola.
De acuerdo al propio presidente sudafricano, estos incidentes han sido de una magnitud no vista antes en democracia y comparables con la convulsa transición que Sudáfrica vivió a principios de los años noventa, tras el final del sistema segregacionista del "apartheid".