Antes se pensaba que los fermentos se utilizaban simplemente como un medio de conservación de los alimentos. Sin embargo, los avances en la investigación sobre el microbioma humano les otorgan una responsabilidad mayor, que pasa tanto por el mantenimiento como por la optimización de nuestra propia salud…
Resulta que este tipo de alimentos son ricos en “bacterias buenas”, las cuales pueden sintetizar los nutrientes, ayudarnos a digerir la comida, favorecer un peso sano y fomentar un estado mental saludable. Y es que, estos productos actúan como si de probióticos naturales se tratase, pero en formato de verduras, legumbres, productos de origen animal o lácteos.
Concretamente, una mayor ingesta de productos lácteos fermentados podría disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y también se ha determinado para mejorar los niveles de azúcar en sangre y el daño muscular inducido por el ejercicio en los hombres jóvenes.
De hecho, los científicos aseguran que este grupo de alimentos son los de más rápida absorción y especialmente favorables a la salud digestiva, la función inmune y el bienestar general por ser muy nutritivos y de fácil digestión. Además, su ingesta se relaciona con un menor riesgo de padecer cáncer, colesterol alto y obesidad.
Todo ello se traduce en una premisa: los alimentos fermentados no deben faltar en nuestra dieta diaria. En este sentido, cada vez son más fáciles de encontrar en las tiendas de comida eco y de productos saludables. Eso sí, no hay que olvidar adquirir estos alimentos de las secciones refrigeradas, ya que si no requieren conservación frigorífica significa que han sido pasteurizados y por tanto, no cuentan con las bacterias beneficiosas a las que nos referimos.