Un espacio natural: el Parque Natural del Moncayo
Hay naturaleza, y mucha, en esta ruta de vocación vitivinícola. La hay a la vera del río Huecha, que vertebra el territorio borjano; o en el embalse de La Loteta, azotado por un cierzo que es ideal para el windsurf. Pero sobre todo, hay una naturaleza prodigiosa en el Parque Natural del Moncayo, asentado en las laderas del monte homónimo. Encinas, carrascos, pinos y hayas jalonan los senderos que conducen a la cima, donde aguarda una sublime panorámica: en los días claros se ven incluso los Pirineos.
Un espacio cultural: el monasterio de Veruela
De sobriedad cisterciense y dimensiones catedralicias, el Monasterio de Santa María de Veruela es una joya arquitectónica ligada al vino: fueron sus monjes quienes introdujeron las viñas en la comarca. Pero es, además, un reducto romántico con la sombra de su más ilustre morador: Gustavo Adolfo Béquer, quien vivió una temporada entre sus muros. En su estancia en lo que él mismo denominó “el Escorial de Aragón” escribió las cartas Desde mi celda y halló la inspiración para algunas de sus leyendas más célebres, como El monte de las ánimas.
Un centro de interpretación: el Museo del Vino
La D.O. Campo de Borja, que integra la marca Enoturismo Aragón junto con Cariñena y Somontano, tiene su vertiente teórica en el Museo del Vino anejo al Monasterio de Veruela. Porque este impecable centro didáctico recoge el universo vinícola de la región (las bodegas, la historia…) y da cuenta de todos los ciclos de elaboración, desde la cepa a la copa, con un taller de los sentidos, la proyección de vídeos explicativos y, por supuesto, una sala de catas.
Una bodega clásica: Bordejé
Puesto que hemos venido a hablar de vino, citemos, por ejemplo a las Bodegas Alto Moncayo, cuyas añadas de 2007 y 2009 fueron bendecidas con los 100 puntos de Robert Parker. Pero reservemos una visita a las Bodegas Bordejé, en Ainzón, cuyos orígenes se remontan a 1770. La sacristía donde se guardan las reliquias, el cementerio donde reposa el Gran Reserva y las instalaciones donde se procesan los vinos tintos, rosados y ese cava que elaboran de manera artesanal.
Una bodega en cerro: Ruberte
Es otra de las características de la ruta, esas bodegas excavadas en las profundidades del terreno, donde antaño se producía vino para el consumo familiar y donde también se focalizaba la vida social de la época: reuniones, meriendas, fiestas… Hoy el paisaje de Campo de Borja cuenta con alrededor de mil bodegas en cerro, muchas de las cuales se han recuperado para ofrecer visitas guiadas. Una de ellas es Ruberte, que propone, además, actividades para niños y catas amenizadas con jazz.
Un restaurante: La Bóveda del Mercado
El estómago se verá recompensado con las delicias de la región que propone este establecimiento de Borja en la antigua bodega de un edificio del siglo XVI rehabilitado. Revuelto de borrajas con gambas, crepes de morcilla con salsa de paté y alcachofas con virutas de foie anteceden al famoso ternasco o, en su defecto, a un exquisito cabrito con la corteza bien crujiente, acompañado todo, claro está, con los vinos de la D.O.
Un hotel: Casa Rural Casa Pradilla
De piedra y madera, esta casa rural conserva todo su sabor antiguo en el pequeño pueblo de Maleján, a orillas del río Huecha. Acogedora y tranquila, dispone de ocho habitaciones, un salón-cocina y un jardín con huerto donde se cultivan hortalizas ecológicas. También facilita a sus huéspedes la ocasión de cenar o tomar una copa en una bodega en cerro.
Un secreto: el ‘Ecce Homo’
Sí, es un secreto, pero a voces. Porque su historia es mundialmente famosa, un fenómeno mediático sin igual. A cinco kilómetros de Borja descansa el Santuario de la Misericordia con la bizarra versión de aquella imagen del Ecce Homo que había sido obra de Elías García. Más de 80.000 visitas ha registrado este prodigio, que ha sido portada de diarios internacionales y objeto de una mercadotecnia –mecheros, camisetas, gorras…- con una recaudación bestial.
Más información: larutadelagarnacha.es