Los caprichos del colonialismo quisieron que Gambia estuviera bajo control británico hasta 1965. Los ingleses habían llegado tres siglos antes para instalarse en James Island y controlar desde allí el tráfico de esclavos hacia América. Hoy los afroamericanos llegan en peregrinación a la aldea de Juffureh en busca de sus raíces, donde son recibidos por los supuestos descendientes del Kunta Kinte que inspiró el personaje de la famosa obra de Alex Haley, aunque luego el autor achacara a un error de sus asistentes el tremendo parecido de la vida de su personaje con el protagonista de El africano de Harold Courlander.
La carretera que recorre el norte de Gambia no se parece en nada a la accidentada carretera sur, donde en temporada de lluvia lo que parece un charco puede ser en realidad un proyecto de piscina donde nade tu vehículo. En los campos de arroz, las mujeres ataviadas con llamativos pareos y sus hijos a la espalda, trabajan la tierra deseando que esta sea un poco más benévola en la próxima cosecha. Quizás se lo pidan al baobab. En un país de inmensa mayoría musulmana también tienen cabida tradiciones ancestrales y ritos animistas como los que se celebran en torno al árbol.
La entrada de agua salada en el río Gambia hace posible que encontremos manglares hasta doscientos kilómetros río arriba. Un tronco caído hace de improvisado trampolín donde los niños compiten para ver quien realiza la acrobacia más espectacular. Por supuesto, siempre pendientes de que el toubab (hombre blanco) capte el instante con su cámara, a la que acuden raudos tras el salto para verse congelados en tres pulgadas de tamaño.
De sobras es sabido que en cualquier cruce de caminos en África encontraremos un mercado. Es domingo y Farafenni está en mitad de la Transgambiana. Desde muy temprano llega gente de todas partes para vender sus productos en esta encrucijada de obligado paso entre una y otra parte de Senegal. Orondas mujeres lucen sus mejores batiks que parecen competir en estridencia cromática. Venden mangos, pescado ahumado, cuerdas y telas. Entre mil cosas más.
En la ribera norte abundan los monumentos megalíticos, como los círculos de piedra de Wassu. No hay unanimidad entre los expertos acerca del significado de estas formaciones que adquieren el característico color rojizo debido al alto contenido en hierro de la laterita, el material empleado en su construcción. Una de las hipótesis más extendidas, debido a la cercanía de cementerios, es la de su posible vinculación con ritos funerarios.