Lo saben bien los asiduos al mágico Alentejo, uno de los mejores destinos para desconectar y disfrutar de lo auténtico. Perderse por esta amplia superficie del centro y sur de Portugal es un regalo de los que te gustará hasta el envoltorio. Para los que aún no estén convencidos, estas ocho excusas pueden terminar de hacerlo.
Playas salvajes
Si hay playas que no tienen nada que envidiar a los paradisíacos litorales que aparecen en las postales son las de esta costa que, por suerte, se mantiene bastante virgen en la mayoría de su superficie. Desde Comporta hasta casi el Cabo de San Vicente las opciones son tantas, y tan espectaculares, que te sorprenderá que esta zona de Portugal, que incluye reservas y un parque natural, no esté atestada de turistas. Ese es precisamente uno de sus encantos: salvo las más conocidas, las playas alentejanas siguen estando resguardadas del turismo de masas, y eso suma muchos puntos.
Estremoz, la capital del mármol
Rodeada de una antigua muralla, esta pequeña ciudad de apenas 14.000 habitantes es una de las que no conviene saltarse. Famosa por su cerámica, la llaman la capital del mármol porque aquí casi todo -calles, aceras, fuentes- se ha construido en mármol, una materia prima de la que no andan nada escasos. No os arrepentiréis de recorrerla sin prisa.
Sines, la cuna de Vasco de Gama
Puede que sea el lugar más turístico del Alentejo, así que aquí será difícil disfrutar de la tranquilidad de la que hace gala esta zona de Portugal, pero aún así merece la pena hacer una parada. Fue en esta ciudad donde vino al mundo el famoso navegante Vasco de Gama, y también donde se conserva una fortaleza medieval con una estupenda vista al mar.
Évora y Elvas, patrimonio de la humanidad
Estos dos tesoros protegidos por la Unesco merecen por si solos el viaje. Cualquiera de sus rincones parece perfecto para enmarcar en una foto, por eso los aficionados a la fotografía encontrarán aquí un pequeño paraíso. De Évora no os podéis marchar sin ver al menos su catedral, el Templo de Diana, la Praça do Giraldo, la Rua 5 de Outubro, el Palacio das Cinco Quinas y las iglesias de São João Evangelista y São Francisco. De Elvas, el acueducto, los fuertes de Santa Luzia y da Graça, el castillo, la plaza de la República y la antigua catedral.
Moura y Mértola, aires árabes
El paso de los árabes por el Alentejo se deja ver todavía en poblaciones como Mora, que cuenta con una morería de calles estrechas merecedora de un buen paseo, y Mértola, que conserva la iglesia Matriz también llamada Nossa Senhora da Assunção, la única en Portugal donde todavía puede reconocerse la mezquita que ocupó ese lugar, ya que detrás del altar se esconde el mihrab para la oración.
Beja, la capital del sur
Beja es otra de esas joyas escondidas entre los pueblos blancos portugueses. Sorprende su castillo y la torre de vigilancia realizada en mármol. O la iglesia de Santo Amaro. Pero sobre todo impresiona el convento de Nossa Senhora da Conceição, donde vivió la autora de las polémicas “Cartas de una monja portuguesa”, Sor Mariana Alcoforado, en las que contaba su supuesta historia de amor con el conde Chamilly, capitán de la caballería francesa que regresó a Francia tras dar por terminada su aventura.
Monsaraz, el nido de águilas
Esta pequeña localidad en la que apenas viven 1000 habitantes solo tiene dos calles, pero Monsaraz es uno de esos pueblos que no te arrepentirás de conocer. Se trata de una pequeño municipio al que llaman nido de águilas por estar construído sobre un promontorio en medio de la llanura alentejana. Encerrada entre sus murrallas encontrarás una peculiar villa de calles empedradas con unas vistas estupendas desde la llamada Torre de las brujas.
Vinos de la tierra
Muchos siglos de tradición en el cultivo de la viña han hecho del vino del Alentejo una de las sorpresas más gratas que aguardan al visitante. A pesar de su calidad, la mayoría de estos vinos aún son grandes desconocidos en casi toda Europa, por lo que suponen otra buena excusa para recorrer la zona y darse una alegría cultivada en la tierra.