Pero más allá de su paisaje de cepas retorcidas y su laberinto de bodegas subterráneas, otros muchos encantos aguardan en esta ruta. Porque aunque este vino pajizo y afrutado dibuja el carácter, la cultura y la gastronomía del lugar, también es el hilo conductor para conocer algún secreto del bienestar, bellos pueblos ligados al mudéjar y una historia que se cuela entre sus muros marcada por mujeres poderosas.Es a la uva autóctona verdejo a la que debe su carácter la D.O. de Rueda, especializada en la elaboración de vino blanco. Pero también al clima continental y a los suelos cascajosos de estas tierras por donde discurre el Duero. El resultado solo pueden ser unos caldos excelentes que se cuentan entre los más internacionales de España. Saborearlos allí donde nacen invita a deleitarse, además, con otras curiosidades.
La Semana Santa pionera
Muchos no saben que el origen de esta fiesta religiosa se asienta en Medina del Campo allá por el año 1411. Y tampoco que fue Vicente Ferrer, un fraile dominico de Valencia, quien tuvo el honor de promoverla. En su lucha contra la herejía, recaló por la localidad vallisoletana y tomó una determinación: si la gente no iba a la Iglesia, la Iglesia se acercaría a la gente. Para ello decidió sacar las imágenes a la calle para dar a conocer la Pasión y lograr la conversión de los fieles. Esta historia y otras muchas concernientes a la Semana Santa medinense, declarada de Interés Turístico Nacional, se descubren en el Centro San Vicente Ferrer en una localidad que es famosa por su inexpugnable Castillo de la Mota.
La elegancia del mudéjar
Ese arte basado en el ladrillo que es puro juego de la geometría tiene por estos parajes algunos de sus más bellos vestigios. Basta darse un paseo por Fresno el Viejo, Pozaldez, La Seca, Serrada, Matapozuelo… para contemplar las huellas de un estilo particularmente hispánico, punto de encuentro entre la Cristiandad y el Islam. Grandes referentes de la ruta son tal vez el Real Monasterio de Santa Clara en Tordesillas, el ya citado Castillo de la Mota en Medina y la Iglesia de San Miguel en Olmedo. Por si fuera poco, en esta última localidad se encuentra el Parque Temático del Mudéjar, que es una delicia para niños y mayores: ascender a sus 21 réplicas en miniatura lleva a sentirse como el amo del mundo.
Tierra ligada a grandes mujeres
Concretamente a tres estandartes de la historia. La más carismática, Isabel la Católica, cuya figura es indisociable de dos rincones: Madrigal de las Altas Torres, donde está su casa natal y la iglesia donde fue bautizada, y Medina del Campo, donde en el Palacio Real Testamentario vivió, escribió su testamento y finalmente murió la reina. También su hija Juana I de Castilla, más conocida como Juana la Loca, dejó su rastro conmovedor en Tordesillas, allí donde fue confinada hasta su fallecimiento. Santa Teresa de Jesús también viajó por estos caminos, legando su impronta en iglesias y conventos en su búsqueda de amor trascendente y eterno.
El placer de un balneario
Si tanto que ver y hacer obliga a un poco de relax, la solución está servida. Se llama Castilla Termal Balneario y está en Olmedo, asentado en lo que fue un convento de monjas de clausura que se remonta al siglo XII. Un complejo termal (también es un hotel-restaurante que ofrece exquisitos maridajes) en el que el estrés tiene prohibida su entrada. Novedosas técnicas con aguas medicinales, beneficiosos tratamientos para el organismo y mágicas piscinas en un impactante claustro serán el perfecto alto en el camino en esta Ruta del Rueda.
Gastronomía con mayúsculas
A nadie deja indiferente la cocina de esta zona, que tiene su baza en una excelente materia prima y en la receta tradicional. ¿Protagonista indiscutible? El lechazo, alimentado con la leche de la oveja churra y asado en horno de leña. Un manjar que se codea con el cochinillo, el conejo y las perdices, pero también con los embutidos derivados del cerdo. Todos estos productos pueden adquirirse en Casa Lola, un emblema de las delicias gastronómicas de Rueda. Y si se siente pasión por el queso, nada como Los Quesos de Juan, en Medina del Campo, con más de 70 referencias artesanales. A la interminable lista de restaurantes castizos también se une la innovación culinaria de La Botica, en Matapozuelos, distinguido con una estrella Michelin.
Y las bodegas, claro
Que no pueden faltar en esta ruta, cada una con su personalidad. Desde la solera de Castelo de Medina, cuyo vino fue elegido el mejor verdejo del mundo; hasta la novedosa elaboración de Menade, la primera bodega ecológica de la D.O.; pasando por Viñedos Verderrubí con su concepto de vino del terruño. Otras ofrecen añadidos singulares como Yllera, con la recreación del Hilo de Ariadna en sus galerías subterráneas, o Bodegas Mocén, que es todo un legado de arte: una biblioteca inaugurada por Camilo José Cela, un rincón taurino con fotos del mítico Canito y una pinacoteca digna de un museo de la gran ciudad.