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Alberto Garzón, los juguetes machistas y el capitalismo atroz

Los reputados investigadores de la Universidad de Harvard -que no es poca cosa- descubrieron hace unos años un hecho que echa por tierra todas las teorías sobre los constructos sociales

  • Alberto Garzón

Los reputados investigadores de la Universidad de Harvard -que no es poca cosa- descubrieron hace unos años un hecho que echa por tierra todas las teorías sobre los constructos sociales que manejan los teólogos de la igualdad de género. Al parecer, los chimpancés macho y hembra juegan con trozos de madera en su tierna infancia, pero ellas tienen una mayor predisposición a tratar al pedazo de árbol como si fuera una criatura. Es decir, a emular las labores propias de la mamás chimpancé tradicionales.

Los estudiosos de los simios -como asegura la misma noticia- también descubrieron hace unos años que algunos simios en cautividad adoptaban roles similares. “Cuando a los monos jóvenes se les ofrecía juguetes humanos estereotipados sexualmente, las hembras solían escoger muñecas y los machos juguetes más 'masculinos', como camiones”.

Hay veces que la biología se empeña en dar la razón a los machistas, pero bueno, por fortuna, los seres humanos están capacitados para iluminar con la llama la razón pura aquellos lugares donde reina la superchería, como los habitados por chimpancés, donde las falsas creencias sobre los estereotipos de género han llevado a sus individuos a perpetuar un enorme error, y es el de las diferencias naturales entre machos y hembras. No es casualidad que sean una especie tan estancada y casposa.

Afortunadamente, no conocen el capitalismo, que es el segundo demonio que tratan de desterrar Alberto Garzón y los suyos en estos tiempos, junto al de los roles de género. Porque no es casual que desde el Ministerio de Consumo se haya puesto en marcha una campaña tan intensa contra la publicidad. Es decir, contra la gran herramienta que utilizan los poseedores y detentadores del capital para engañar a la población y generar 'deseo' en sus individuos, que es el germen de la frustración a la que conduce el sistema de libre mercado. El que echa a rodar la rueda del ratón, nos atrapa y nos oprime. Como poco.

Alberto Garzón contra la publicidad

La estrategia que ha seguido este departamento ministerial es un tanto singular. Primero, la emprendieron contra la publicidad de las casas de apuestas, pues consideraban que generaba ludópatas. Denunciaron, además, que este tipo de salones de juego -físicos y digitales- se encontraban en los barrios humildes de las ciudades y, claro, emplearon la típica estrategia de la izquierda malasañera: hicieron un gesto para transmitir que están del lado de 'los pobres' sin realizar el más mínimo esfuerzo por dotarles de mayores oportunidades. Pura propaganda, vaya.

La siguiente parte del plan consistió en una amenaza: la de prohibir la publicidad de bollería industrial en horario protegido. A la vez, prometieron una campaña para lograr que las empresas de medios de comunicación se comprometieran a evitar la publicidad sexista. Y el último movimiento ha sido la publicación de una campaña publicitaria para evitar que los juguetes generen estereotipos entre los niños. Es decir, que las niñas puedan jugar con tractores y los niños, con cocinitas.

Todo esto es puro socialismo cochambroso, pero tampoco se empeñan especialmente en ocultarlo, pues el anuncio publicitario ministerial lo encabeza una muñeca que, situada junto a un atril, inicia un discurso de la siguiente manera: “Juguetes del mundo...”. Proletarios del mundo, uníos. Sin disimulo.

Después de la publicación de la campaña, que ha costado 80.000 euros, el ministro Garzón dijo: “Si le estamos diciendo a los niños y a las niñas que las muñecas, que las cocinas y que los bebés son temas de niñas, lo que le estamos transmitiendo es que, cuando sean mayores, el tema de cuidados sólo es para las mujeres. Eso consolida la desigualdad de gente y debemos corregirlo”.

El afán intervencionista de estos tipos es tal que quieren controlar hasta los juguetes. Porque el proceso es siempre el mismo. Nada es novedoso porque la propaganda hace muchos años que se inventó: primero se lanza una campaña de sensibilización, posteriormente se llama insensible a quien se opone, después se señala a los 'carcas' que disienten y, finalmente, se establecen normas para evitar la discriminación.

Hoy son las muñecas o la bollería industrial. Hace unas décadas, los abuelos de quienes profesaban la misma ideología sectaria obligaban a cortarse el pelo a 3 centímetros del cráneo a los chinos. Su afán es el de generar una sociedad a su medida, nunca libre y nunca compuesta por ciudadanos con autonomía para tomar sus decisiones e intercambiar sus bienes y servicios.

Los niños no ven la televisión

Tampoco se enteran de rumbo que ha adoptado la realidad actual, pues tratan de censurar la publicidad mientras los datos hablan de que los jóvenes cada vez contactan menos con los medios de comunicación tradicionales. Sin ir más lejos, el consumo de televisión -TDT y privada- entre la población de entre 3 y 12 años ha caído el 10% el último año. ¿Van a vigilar cada vídeo de YouTube o Twitch?

Es evidente que es imposible, pero ya se sabe: esto consiste en lanzar el mensaje y plantar la semilla. Y, cuando la simiente se extiende a lo largo de todo el campo, se puede decir que la sociedad ha adoptado tu catecismo ideológico y que ya no tienes nada que temer.

Una lástima no fijarnos más en los chimpancés. O en otros primates, menos evolucionados quizás. Sólo quizás.

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