Para explicar qué es una noticia y qué no, los periodistas solemos decir tópicamente que "lo novedoso es que una persona muerda a un perro, no que un perro muerda a una persona". En la España de hoy, tan mediática y mediatizada, en la que todos los ciudadanos, los indignados y hasta los pasotas, consumen más televisión, demandan más información y exigen más transparencia, resulta que la gran noticia, el acontecimiento planetario, el éxtasis periodístico es que el presidente del Gobierno, en este caso Mariano Rajoy, se deje entrevistar en la tele. Para reflexionar.
Y en este caso lo único novedoso fue, en efecto, la existencia de la propia entrevista de Gloria Lomana al jefe del Ejecutivo en Antena 3. Porque el contenido fue tan vacuo, tan previsible, tan insustancial que resulta harto difícil encontrar un titular atrayente que seduzca un poco al lector. Todo, absolutamente todo, el tono, el contenido, la estética y la realización, fue demasiado rígido y poco profundo. Rajoy, con traje y corbata azules, como los días que espera para España, empezó un tanto incómodo. Se notaba que las entrevistas no son su fuerte. Y parecía desear hallarse en cualquier otro sitio del mundo. Luego, esa es la verdad, se soltó, empezó a menear las manos frenéticamente -demasiado, cree un servidor- y toreó bien las tímidas embestidas de la periodista.
Lomana utilizó erróneamente y a destiempo la táctica de preguntar varias veces sobre el mismo asunto para demostrar que el entrevistado no responde
Aquí es donde entra Lomana. Porque la conversación fue sosa, eso es obvio e innegable, pero no tanto por las respuestas como por las preguntas. La periodista, que por cierto lució un peinado estilo Nekane y combinó tacones, falda y pulsera a rayas, no fue demasiado incisiva. Y curiosamente cada vez que conseguía acorralar a Rajoy, como con la petición de perdón por el caso Bárcenas o con la última conversación con Aznar, lo dejaba escapar. No profundizó en los temas. De economía, por ejemplo, aunque uno no sea muy ducho sacaba la conclusión de que todo está mejor, mucho mejor, y de que ha habido muchas, muchísimas reformas. O sea, propaganda que funciona.
Lomana utilizó erróneamente y a destiempo la táctica de preguntar varias veces sobre el mismo asunto para demostrar que el entrevistado no responde. Insistió cuando no hacía falta y no lo hizo cuando era apremiante. También fue demasiado rígida la realización, con tres cámaras que básicamente nos ofrecieron los planos de ambos rostros y la imagen de la espalda del presidente del Gobierno. La pantalla de fondo en la que aparecían imágenes sobre los temas a debate quizás fue lo único medianamente dinámico de esta conversación tan esperada como decepcionante.
Ante tanta vacuidad, solo cabe refugiarse en el terreno de la anécdota, tanto para divertirse como para lograr ponerle un título a este texto. Y, oigan, Rajoy tiró de humor. Porque solo podía ser una broma su afirmación de que ha leído detenidamente las memorias de Aznar y Zapatero. Solo podía ser un chiste patriótico ese momento final al mencionar una "comarca cacereña y española" donde pronunció aquello de "los días azules y soleados". Y finalmente, solo podía ser un gag eso de que piensa leer con atención las 1.500 preguntas enviadas por internautas. Porque no me negarán que es gracioso imaginarse a Rajoy leyendo las memorias de Zapatero y correos electrónicos en Jarandilla de la Vera. Esperando a que llegue el sol. Con un puro, imagino. Desternillante, ¿no?