Una vez más, el menú televisivo de Nochevieja no estuvo a la altura, ni mucho menos, de las comilonas preceptivas en los hogares españoles. Millones de ciudadanos sonrieron algo viendo las mil y una imitaciones de José Mota en TVE, devoraron uvas contando las campanadas (excepción hecha de quienes apostaron por Canal Sur) y, como postre, tuvieron que entregarse a beber licores desenfrenadamente para no sucumbir al llanto mientras asistían a todas esas galas repetitivas, chabacanas, previsibles, horrendas. La prueba del enésimo fracaso de las teles en la última noche de 2014 es que solo se habla de las transparencias que lució Cristina Pedroche en La Sexta.
En los primeros minutos del año hacer zapping para ver las grandes cadenas era un ejercicio casi suicida. O, bien mirado, era una manera de espolear las legítimas ganas de algunos para salir a emborracharse
Para no deprimirse demasiado en el inicio de este 2015 que se presenta apasionante, empezaremos por hablar de los postres, que sin duda provocaron severas indigestiones a todos los amantes del buen gusto sentados frente al televisor. En los primeros minutos del año hacer zapping para ver las grandes cadenas era un ejercicio casi suicida. O, bien mirado, era una manera de espolear las legítimas ganas de algunos para salir a emborracharse. "Cariño, no hay nada en la tele, ¿por qué no salimos a dar una vuelta?", dirían algunos y algunas a sus parejas. Otros y otras –utilizamos los dos géneros para no ser linchados en twitter-, más pícaros, preferirían algo así: "¿Vamos ya a la cama y empezamos bien el año, turroncito mío?".
Hipótesis aparte, el caso es que ponías Telecinco y allí aparecían el inevitable Bustamante, el resucitado David Civera , los melosos Andy y Lucas o, cómo no, el gran Kiko Rivera, alias Paquirrín, hijo de la tonadillera encarcelada, para mostrar, con descaro y sin complejos, sus evidentes carencias sobre el escenario; todos ellos a las órdenes de Paz Padilla y Joaquín Prat. Tela marinera. Optabas por Televisión Española y ahí estaban el Melendi de turno o los veteranos de Fangoria o Miguel Bosé alardeando de su ciclópea capacidad para simular que están cantando. Al mando, Eva González y Jaime Cantizano, dos presentadores que están para el roto y el descosido en la cadena pública, a costa de usted y del resto de contribuyentes, claro. En Antena 3 te esperaba otro tanto de lo mismo pero en versión karaoke, con el especial Cantando al 2015.
Uno se imagina cómo debe ser la creación de estos especiales de Nochevieja y visualiza, con dolor, a todos los protagonistas desternillándose de esta suerte de fraude repleto de confeti, sonrisas falsas y champán barato
Es decir, las mismas galas enlatadas, sin creatividad ni innovación ni riesgos, con un montón de artistas que, por muy respetables que sean, están allí seguramente por mera cuestión de cuotas y, por supuesto, jamás cantan en directo durante la grabación. Uno se imagina cómo debe ser la creación de estos especiales de Nochevieja y visualiza, con dolor, a todos los protagonistas desternillándose de esta suerte de fraude repleto de confeti, sonrisas falsas y champán barato. Y se pregunta, a continuación, por qué las televisiones de este cainita trozo de planeta no optan de una vez por todas por emitir una película de calidad o por estrenar el capítulo de alguna serie de moda. ¿Cuestión de dinero o de falta de ideas?, se pregunta algún espectador harto de estas galas horrendas. Una mezcla de ambas cosas, suponemos.
Las campanadas con capa...
Como ya se ha dicho, los especiales posteriores a las campanadas fueron lo peor de la noche. Tampoco destacaron por su inteligencia o su diversión los programas centrados en emitir el tránsito al nuevo año. En TVE el esperado regreso de Ramón García estuvo marcado por el espectacular trancazo del presentador, por su innecesaria capa de superhéroe de los chinos y por su intento, junto a su compañera Anne Igartiburu, por loar a la cadena pública y a todos los funcionarios del estado. En Telecinco apostaron por los protagonistas de El chiringuito de Pepe (¿Alguien ha visto alguna vez esa serie?). Carlos Sobera y Anna Simón hicieron lo que pudieron en Antena 3. En puridad, todos ellos poco pueden hacer, justo es decirlo. Deben limitarse a no cometer errores y dejar todo el protagonismo al reloj de la Puerta del Sol.
Que dicha vestimenta sea lo más comentado de la noche evidencia, amén de su dudoso gusto por la ropa, lo fácil que son los atajos para el trending topic y lo mediocre que resultó todo en las teles
La única manera de destacar es, por tanto, lucir algún atuendo llamativo, como esas presentadoras rusas que se desprenden de toda prenda. Y la buena de Cristina Pedroche (su biopic podría titularse ¿Por qué yo? o algo así) decidió aparecer ante las cámaras de La Sexta con un vestido harto transparente. Frank Blanco y ella bromearon burdamente sobre las prendas rojas y las transparencias. Y medio país se puso a tuitear sobre el asunto. Que dicha vestimenta sea lo más comentado de la noche evidencia, amén de su dudoso gusto por la ropa, lo fácil que son los atajos para el trending topic y lo mediocre que resultó todo en las teles. Aunque nada, por absurdo o gris que fuera, es comparable al bochornoso incidente en Canal Sur, claro.
Un poco de humor
Así las cosas, los primeros platos fueron los más jugosos. Y entre el variopinto y amplio menú de espacios destacó el humor de José Mota. El exintegrante de Cruz y Raya fue, sin duda, lo mejor de la noche. Su show tal vez no pasará a la historia y resulta cansino para muchos espectadores, es cierto, pero algunas de sus imitaciones, como la de Pablo Iglesias y la de Felipe VI, ya forman parte del imaginario colectivo. Tampoco estuvo mal Joaquín Reyes en el especial sobre corrupciones de El Intermedio. Un poco de risa en una Nochevieja aciaga televisivamente hablando, un año más.