“La matanza de Breivik de Noruega me ha enseñado que no se puede vencer al odio con el odio”
Son las palabras de la web de Bjørn Ihler tras los recientes atentados de París. Un diseñador noruego que tuvo la mala suerte de pasar sus vacaciones de 2011 colaborando en el campamento de verano para jóvenes del Partido Laborista Noruego en Utoya. Aquella isla que asaltó el nazi Andres Breivik para arrebatar la vida a 69 personas. 69 amigos que perdió Bjørn en aquella masacre que casi le cuesta también la vida. Todos se conocían. Todos se admiraban
“Mientras luchaba contra las secuelas de sobrevivir a un tiroteo, los funerales, el tratamiento para el estrés postraumático, la atención de los medios, y más tarde el juicio de Breivik, tuve claro que tenía que hacer todo lo posible para trabajar por asegurarme de que otros no pasan por una experiencia similar”
Y así lo ha hecho.
El Estado Noruego ha sido condenado, entre otras cosas, por desnudar a Breivik cada vez que volvía del patio de la prisión, por su régimen de aislamiento total o por esposarle durante sus traslados a la celda.
Ante la reacción de repulsa casi unánime de la opinión pública internacional a la condena del Estado, el comentario en twitter de Bjørn Ihler ha sido sorprendente:
No solo eso, cuando las réplicas de vengadores e indeseables no han tardado en llegar su elegancia ha estado a la altura de su paciencia.
Mientras, en España seguimos juzgando con las vísceras, no con la cabeza. El linchamiento de la jauría a la justicia Noruega por cumplir simplemente con el pacto que los 47 países del Consejo de Estado Europeo firmaron hace 50 años en favor de los Derechos Humanos.
No somos los únicos idiotas:
La Justicia condena a Noruega por trato inhumano contra el asesino de la matanza Utoya https://t.co/EWXRYyu4JV— Isabel San Sebastián ?? (@isanseba) April 20, 2016
Los que no paran de defender a capa y espada a nuestras víctimas se dejan llevar por sentimientos vengadores y una justicia cavernícola. “Las víctimas sólo tienen razón cuando a mi me conviene”
Afortunadamente nadie mejor que Bjørn Ihler para desmentirlo.