El fallecimiento de la duquesa de Alba ha abierto la puerta a demasiadas dudas, la mayoría relacionadas con el futuro de su último marido, Alfonso Díez. Si durante el funeral vimos al viudo muy próximo al resto de la familia, abrazándose al futuro duque de Alba, llorando en el hombro de Cayetana, la hija de Eugenia Martínez de Irujo, y dejándose arropar por los hijos de la duquesa -unas imágenes muy emotivas que evidenciaron la aceptación que había conseguido Alfonso tras los recelos iniciales-, el futuro dista mucho de ser tan estupendo.
La relación entre el actual viudo y la familia nunca ha sido sencilla ni fluida, marcada por la desconfianza y el hermetismo propio de alguien que sabe que se están entrometiendo en su terrero, aun así, ambas partes consiguieron llegar a un punto común gracias a la tozudez de la duquesa -que siempre, o casi siempre, consiguió salirse con la suya-. Ahora el panorama ha cambiado radicalmente.
La parte proporcional que los herederos de la duquesa han reservado a Alfonso es simbólica.
Debido al reparto en vida de la herencia de la duquesa -la parte de la fortuna que no está adscrita a la Fundación Casa de Alba-, y a la espera de la apertura del testamento para conocer los detalles exactos, el futuro de Alfonso Díez se aproxima más a su vida como funcionario que a las comodidades como duque. La parte proporcional que los herederos de la duquesa han reservado a su cónyuge es simbólica.
Ni palacios, ni tierras, ni propiedades, tan sólo una cuantía económica periódica -a cambio de renunciar a los títulos y privilegios que le correspondían- y los recuerdos de su vida juntos. Eso sí, el duque adquirió antes del fallecimiento un apartamento en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, donde es muy posible que se instale en cuando abandone Sevilla, a la espera de organizar su nueva vida sin la duquesa.
Alfonso Díez como personaje de la crónica social
Quienes le conocen y le han tratado destacan su exquisita educación, su elegancia, sus maneras de caballero del romanticismo -que consiguieron conquistar a toda una dama de la alta sociedad-, pero también su gusto por la popularidad, por las fiestas exclusivas y por la vida social. De hecho, le hemos visto acudiendo a multitud de eventos sin la presencia de la duquesa. Algo que no tiene pinta de cambiar a partir de ahora.
Alfonso Díez se ha ganado su hueco en la crónica social a golpe de matrimonio y no va a perderlo fácilmente. Puede que se quede sin título nobiliario, sí, pero continuará siendo el duque viudo de Alba hasta que se muera y eso, en los términos en que estamos, viste mucho. Le imaginamos resurgiendo como una Carmen Lomana de la nobleza, frecuentando eventos, presentaciones y cumpleaños, dejando su imprenta como duque consorte y relacionándose con señoras de rancio abolengo. No en vano fue, y siempre será, el toy boy de Cayetana.
Alfonso consideraría retomar su actividad laboral de cara a una próxima jubilación.
Más complicada vemos su vuelta a la función pública. Tras la excedencia por motivos personales, el duque podría volver a ocupar su condición de funcionario, aunque sin reserva de plaza, obligándole a incorporarse a una de las vacantes que puedan existir en la Seguridad Social. No le vemos cambiando de rutina a los 64 años, ni sometiéndose al escrutinio de sus nuevos compañeros, movidos por la curiosidad de la crónica social. Otra cosa es que, por motivos legales, y de cara a una próxima jubilación, Alfonso considere conveniente retomar su actividad laboral durante unos meses.
Pero, ¿quién vuelve a encargarse de la rutinaria burocracia cuando ha estado desayunando delante de un Goya? ¿Quién empieza a contar moscosos cuando ha podido viajar por medio mundo, hospedándose en los mejores hoteles? ¿Quién cambia los privilegios del ducado por atender una ventanilla? Nosotros no lo haríamos -si pudiéramos-.
Alfonso Díez podría convertirse en una versión renovada de Jaime de Marichalar.
Prepárense para conocer la soltería de Alfonso Díez. Olvídense de la tradicional imagen del viudo recluido en casa, recordando los mejores años de su matrimonio. En cuanto se encuentre asentado y con ánimo de retomar su vida, vamos a descubrir en Alfonso Díez una versión renovada de Jaime de Marichalar, un hombre culto, con intereses por la moda, la cultura y las tendencias, dispuesto a rodearse de las mejores compañías y convertirse en un icono de estilo maduro.
Incluso barajamos la posibilidad de verle en la televisión. Puede que no en el Deluxe, pero sí en una entrevista tranquila y discreta, como ha vivido hasta el momento. Ana Rosa, pueden empezar las gestiones.