Todavía me encuentro bajo el shock de coincidir con Enrique Iglesias en el desayuno del Hotel Bahía de Santander. Y no sólo por su sello en el meñique, quintaesencia de la elegancia cañí, sino porque nunca imaginé que el que fuera presidente del Banco Interamericano de Inversiones comiera a esa rápidez las palmeritas de hojaldre. Supongo que es porque ha visto mucha necesidad y el hombre se ansia.
Toca a su fin el curso de Economía de APIE, vuelvo por tanto a Madrid a ver si me seco, con un final propio de una mascletá valenciá. Miguel Martín, presidente de la Asociación Española de Banca, no se despeinó al presentarnos a la banca española como una suerte de sector maltratado por la sociedad. Martín dijo que los problemas con preferentes y otros artículos llamados por todos tóxicos, no lo son tanto en sí mismos sino un mero problema de comercialización. Es decir, que se vendieron a quien no se debía (decisión esta que tomó la propia banca, apunto yo).
Más perlitas de Huelva: el presidente de la AEB explicó también que aunque está en contra de las ayudas del Estado que se concedieron a bancos porque distorsionan el mercado, después la banca las ha provisionado y ha engordado el Fondo de Garantía de Depósitos. Si proceden del sector en su gran mayoría, ¿por qué se llaman ayudas del Estado, Don Miguel? y es más, engrosan la Deuda Pública con la cual no las pagan las entidades intervenidas ni ayudadas, al menos de momento. Con todo nos tranquilizó recordando que no estamos como Irlanda. A pesar de ello no tiene claro que la crisis bancaria patria haya desaparecido del horizonte. Dijo también que las cláusulas suelo no son malas y que lo mejor para los clientes es que haya mucha competencia, pues en España puedes cambiar tu hipoteca de banco sin indemnización.
¿Preferentistas o accionistas?
Concluyó con un apoteósico ‘Miguel Blesa trabajó conmigo pero no aprendió lo que le enseñé’, o quizá sí, no sé, aspostilla una servidora.
Mario Fernández, presidente de Kutxabank, recordó lo mucho que han hecho las cajas en España por la obra social y que su rápida transformación en bancos, por ley, les va a suponer una pérdida patrimonial. Las ayudas dadas al sector han servido para que los empleados de las entidades no pierdan su trabajo, no todos Don Mario, y que los depositantes no pierdan su dinero. A los atrapados en preferentes y demás zarandajas les considera accionistas.
Calificó la ley de Cajas como al límite de la constitucionalidad mientras que recordaba que las cajas de ahorros alemanas están igual de politizadas que las nuestras y encima nadie ha analizado su solvencia. Con lo rápido que va todo en Europa, no confía en que se llegue a la mutualización de las pérdidas que es lo mollar de la Unión Bancaria Europea. Es decir, que los problemas de una entidad europea los acabe garantizando Bruselas y por ende, la señora Alemania.
El que fuera vicelehendakari (lo cual nos indica que también entre los políticos había quien lo hacía bien) recordó que cuando se firma una hipoteca hay un señor notario que debe explicarla y un registrador de la propiedad que debe consignar la operación para que todo esté OK. Concluyó afirmando que tenemos la banca más provisionada del Viejo Continente y a la que se le ha sometido a más pruebas, y convendría que en todos los países rigieran las mismas normas para regular el sector bancario pues ahora hay ventajas competitivas entre unas regiones y otras.
La quiebra de AIG
El señor Fernández arrancó las risas del respetable al explicar las cosas con extrema llaneza. Algo que no supo conseguir Esteban Tejera, vicepresidente de Mapfre. En algún momento pensé que estaba asistiendo a un gran anuncio de la compañía con una duración de una hora. Me interesó cuando dijo que en su sector el único que ha quebrado a pesar de 11-S y Fukushima fue la americana AIG porque se metió a asegurar a los especuladores.
Por último, el presidente de Abertis, Salvador Alemany, que tiene aspecto de empleado de funeraria pero es por ser hombre muy prudente y pedagógico, me cogió en la salida en un aparte para explicarme que una cosa es lo que diga y haga Artur Mas y otra lo que siente el empresariado catalán, algo que le agradecí porque ando muy preocupado con este asunto. Habló de la necesidad de una Sareb para autopistas, pues el pago por expropiaciones las convirtió en deficitarias y recordó que en Francia antes de hacer cualquier infraestructura se prepara a la comunidad que la va a recibir y traspasa legislaturas. Si lo hiciéramos así aquí, disfrutaríamos todavía del estilo Mozárabe.