Ahí queda eso. Los que apoyan esta teoría, que a juzgar por la web son legiones, afirman que la afinación a 440Hz, en lugar de a 432Hz como estaba antaño, se debe a las secretas ínfulas de este ministro de propaganda nazi. Afirman que la afinación a 432Hz es la que está de acuerdo con los sonidos de la naturaleza y, es más, “que ha estado oculto al mundo y que la música que escuchamos en este momento, genera una frecuencia inarmónica con el planeta y con el organismo humano”.
No me ha quedado más remedio que desmontar esta leyenda urbana a base de datos, no vaya a ser que se extienda y terminemos peor que en el Senado, traduciendo millones de partituras para reconvertirlas a 432 Hz.
Es cierto que en el mundo de la afinación hay muchas teorías y muy distintas (la pitagórica, la francesa, la americana...) y que es para volverse loco. El criterio común empezó a establecerse en el siglo XVI; en 1859 en Francia se decretó por ley la afinación a 435Hz para intentar aplacar las quejas de violistas y cantantes (a unos se les rompían las cuerdas y los otros se desgañitaban cantando); después llegaron los americanos y en 1936 la American Standards Assotiation (ANSI) recomendó utilizar la afinación a 440Hz, por dar menos problemas a la hora de dividir las octavas y los tonos de forma exacta, y porque el sonido que se consigue es más brillante orquestalmente hablando (que de la industria del Show Bussiness los que saben son ellos). En 1955 la International Organization for Standardization (ISO) terminó por dictar la norma de estandarización a 440Hz.
Desde luego no existe ninguna evidencia de que Goebbels estuviera en el ajo (qué tendrá el personaje que le meten en todos los saraos). Hay una cosa llamada The Schiller Institute, generadora del bulo, que parece estar ligada a Lyndon Larouche, un personaje estadounidense que además de antisemita y de presentarse 8 veces a la candidatura como Presidente de los EE.UU. afirmaba “que la reina Isabel de Inglaterra y la banca internacional están implicadas en el tráfico mundial de droga”. También lanzó pegatinas con la leyenda “echar a Jane Fonda a que la coman las ballenas” por su oposición a la energía nuclear o sus invectivas hacia el pacifista Bertrand Russell por ser “el peor demonio del siglo XX” (según publicaba El País allá por el año 1986).
Hace poco acudí a un curso de Primeros Auxilios y nos enseñaron cómo hacer la maniobra de recuperación cardiaca o RCP (que consiste en comprimir el pecho, con o sin respiración boca a boca), establecida por la Asociación Estadounidense del Corazón. Lo más difícil es mantener el ritmo, que debe estar por encima de las 100 compresiones al minuto. Pues esta Asociación lo tiene claro: que se ejecute al ritmo de Staying Alive (Manteniéndome Vivo, tiene su gracia), de los Bee Gees, que resulta perfecta porque lo mantiene a 103 pulsaciones al minuto, las necesarias para salvar una vida. En fin, que la música, lejos de confundir nuestras mentes, cura y nos ayuda a vivir mejor, ya sea a 440, a 432 o lo que elijan ustedes.