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Fallece la hija de Whitney Houston: la trágica herencia de Bobbi Kristina Brown

"Está finalmente en paz en los brazos de Dios. Queremos agradecer una vez más a todos por todo el amor y apoyo que nos dieron durante estos últimos meses". Con estas palabras, la familia de Bobbi Kristina Brown anunciaba en la madrugada de este lunes 27 de julio el fallecimiento de la joven tras varios meses en coma. La hija de Whitney Houston, de 22 años, se encontraba en coma inducido desde el pasado mes de enero, cuando fue hallada inconsciente en una bañera por su pareja, Nick Gordon. 

  • Bobbi Kristina creía que era tan famosa como su madre y que había heredado el talento vocal de la cantante. Aquí aparece junto a ella en un concierto veraniego organizado por Despierta América en 2009 (Gtresonline).

La vida de la única hija de Whitney Houston y Bobby Brown estuvo marcada por la tragedia desde su nacimiento. Siendo tan sólo una niña, Bobbi Kristina adoptó el papel de protectora de su propia madre, tratando de velar por la integridad de la cantante, que ya hacía tiempo que vivía inmersa en el mundo de las drogas, y convirtiéndose en la matriarca improvisada de un clan devorado por la vorágine. Un tumulto que no solamente no pudo controlar, sino que acabó arrastrándola a ella también.

La muerte de su madre supuso el golpe de gracia. En las horas siguientes al fallecimiento de Houston, Bobbi Kristina fue ingresada en varias ocasiones por consumo de drogas y tras el funeral, desapareció durante varios días, dejando al resto de su familia muy preocupados por su estado. Y es que los problemas ya venían de lejos.

Bobbi Kristina estaba acostumbrada a ver a sus padres consumiendo crack.

La infancia de Bobbi Kristina había distado mucho de ser tranquila. La pequeña estaba acostumbrada a ver a sus padres consumiendo crack en cualquier ocasión -'cosas de adultos' le llamaban- y dejando que fuesen los empleados del matrimonio los que se encargaran de ocuparse de la niña.

Según contó Al Bowman, chófer de Houston durante veinticinco años, era habitual que tanto la cantante como su marido se dedicaran a fumar crack en la limusina -llegaron a incendiarla en una ocasión-, mientras la niña, de apenas cinco años, saltaba de asiento en asiento. “Yo no podía creerlo, era descorazonador”, explicó Bowman. “Whitney era un auténtico desastre. Yo quería ayudarla pero estaba tan fuera de control, que no era capaz de escuchar a nadie”. Y la situación no hizo más que empeorar con los años.

Adiós a la fama y la fortuna

Mientras la popularidad de Houston se desvanecía al mismo ritmo que su fortuna -se calcula que la cantante invirtió más de cien millones de dólares en drogas-, la vida de Bobbi Kristina se volvía cada vez más complicada. “Siempre había querido ser como su madre”, comenta Bowman. La joven empezó a consumir drogas y alcohol cuando era una adolescente -su madre llegaba a darle 1.000 dólares a la semana para cubrir sus gastos-, pese a haber presenciado con sus propios ojos los estragos que había causado la adicción al crack en la cantante.

Los excesos de Bobbi Kristina fueron haciéndose públicos -muchas veces de su propia mano, subiendo fotografías a sus redes sociales- y ocupando páginas de la crónica social, lo que producía un doble efecto en la joven, muy preocupada por su popularidad.

Bobbi Kristina creía que era tan famosa como su madre, Whitney.

Bobbi Kristina creía que era tan famosa como su madre y que había heredado el talento vocal de la cantante. Daphne Barak, íntima amiga de la joven durante los últimos años de su vida -ambas se conocieron cuando Barak se disponía a realizar un documental sobre la última etapa de Whitney Houston-, relató cómo Bobbi le había insistido en enseñarle a cantar para mejor su voz y cómo no se atrevía a frecuentar determinados sitios públicos por el miedo a ser reconocida.

“Bobbi estaba increíblemente perdida”, afirma Barak. “Se volcó en las drogas y el alcohol, lo vi con mis propios ojos, y, durante el proceso, se distanció de los familiares que podrían haberla ayudado”. Tan sólo encontró refugio en Nick Gordon, el que había sido su hermanastro durante gran parte de su vida.

Pese a la existencia de versiones contrapuestas, Nick Gordon llegó a la vida de Whitney Houston cuando éste tenía 12 años y la cantante decidió acogerlo en su casa y criarlo como un hijo -Bobbi Kristina, sin embargo, contó que Gordon vivió con su madre hasta los 16, cuando se trasladó a vivir con sus abuelos, y al ver que estos insistían en que trabajara o estudiara, se marchó a casa de la cantante-. Bobbi y Nick siempre se refirieron entre ellos como hermanos, hasta que, tras la muerte de Houston, empezaron una tormentosa relación sentimental, plagada de rumores de matrimonio, abuso de drogas y medicamentos, e incluso, unos presuntos malos tratos que podrían haberse producido antes del fatal accidente de la joven.

Un duro golpe

La muerte de Whitney Houston fue demasiado para que Bobbi Kristina pudiera asumirla. La joven estaba muy unida a su madre y demostraba continuamente cómo la echaba de menos. Además, tanto la relación con su padre, Bobby Brown, como con su abuela materna, se había enfriado mucho, en este último caso, por culpa de su romance con su hermanastro, algo que Cissy Houston nunca consiguió aceptar.

La joven trató de reponerse al fallecimiento de su madre, sumiéndose en una vorágine de excesos y grabando un polémico reality show -The Houstons: On Our Own- en el que se mostraba cómo la familia volvía a la normalidad tras la muerte de Whitney. Ni la crítica ni el público entendieron el movimiento y el programa tan sólo tuvo una temporada.

En medio de todo este caos, Bobbi Kristina y Nick Gordon asumieron una huida hacia adelante sin saber muy bien dónde iba a terminar. Y el problema es que el fatal desenlace no ha pillado a nadie por sorpresa. La tragedia continúa marcando el destino de los Houston.

whitney houston, el declive de la estrella que lo tuvo todo

 

La muerte de Whitney Houston, como la de Michael Jackson, dejó al mundo en estado de shock. Una de las mayores estrellas que había dejado el mundo de la música desaparecía cuando todos pensábamos que estaba empezando su recuperación. Tras muchos años víctima de los excesos, la cantante había tratado de recobrar la normalidad, concediendo entrevistas en televisión y retomando una gira mundial para que la que no estaba preparada -Houston había perdido la voz, al menos como la recordábamos, lo que le reportó numerosas críticas en sus conciertos-. Tenía en mente grabar un nuevo disco y protagonizar una película, pero su recuperación no era tan firme como nos habían hecho creer.

Un día antes de la gala de entrega de los premios Grammy -Houston iba a actuar en una de las fiestas anteriores a la ceremonia-, la cantante fue encontrada 

inconsciente en la bañera de su habitación del hotel Beverly Hilton Hotel. Cuando llegó la ambulancia, ya no pudieron hacer nada por ella. La autopsia reveló que la muerte se había producido por una combinación de medicamentos y cocaína, unidos a una enfermedad cardíaca, que había producido el ahogamiento.

El mundo de la música quedó conmocionado por el fallecimiento y la fiesta a la que iba a acudir la cantante se convirtió en una especie de homenaje -cosa que también molestó a algunos de sus allegados, ya que consideraban que era una falta de respeto y que debía haberse cancelado-.

La cantante que lo tuvo todo -según el Guinness World Records, es la intérprete femenina con más premios a lo largo de su carrera-, la estrella con la voz más cotizada, la reina de las ventas, se abandonaba a la deriva tras su matrimonio con Bobby Brown -ella misma lo contó en el programa de Oprah Winfrey en su primera entrevista tras la supuesta recuperación-. Whitney Houston se perdía en una espiral de drogas que la alejaban de la fama y de su familia, arrastrando, a su vez, a su hija Bobbi Kristina. Su última aparición pública fue el 9 de febrero de 2012, para cantar con Kelly Price el tema Jesus Loves Me. Tal vez no se trataba más que de una premonición.

 

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