Cada año cuando llega el invierno y las nevadas en las carreteras nos acordamos, muchas veces demasiado tarde, de las cadenas, obligatorias para circular en muchos tramos de carretera. A diferencia de Europa, es la medida más habitual entre los conductores españoles, aunque poco a poco van ganando presencia los denominados neumáticos de invierno. Y eso que llevan ya más de cuatro décadas en el mercado, aunque no fue hasta los primeros años de la década de los 90 comenzaron a popularizarse principalmente en los países nórdicos, en los que los largos inviernos hicieron de este tipo de neumáticos la solución más eficaz en lo que a la movilidad se refiere.
Más eficaz y sobre todo más cómodos que la utilización de las clásicas cadenas. Permiten moverse en situaciones de nieve y hielo en condiciones de mucha mayor seguridad que un neumático convencional, una eficacia que llega de un diseño muy distinto, con muchas pequeñas laminillas –unas 6 ó 7 veces más que uno convencional- que se “pegan” sobre la nieve y con unos compuestos de goma especiales que no pierden su capacidad de agarre a temperaturas muy bajas.
Y es que este tipo de neumáticos están diseñados para ofrecer su mejor rendimiento a temperaturas por debajo de los 7 grados, hasta tal punto que la evolución del neumático de invierno les convierte en una alternativa legal a las tradicionales cadenas, siempre incómodas y complicadas de manejar y muy limitadas funcionalmente en cuanto superamos el tramo de nieve. Así, el propio Reglamento General de Vehículos contempla que cuando sea obligatorio o recomendado por las circunstancias de la vía se deberá hacer uso de cadenas u otros dispositivos antideslizantes autorizados o utilizar neumáticos especiales que irán marcados con la inscripción “M + S”, “MS” o “M & S", denominación que identifica actualmente a los neumáticos de invierno.
Frente a las cadenas convencionales, únicamente válidas para transitar de forma temporal por carreteras nevadas, los neumáticos de invierno aportan muchas ventajas y su utilización no presenta las limitaciones de las cadenas, que únicamente sirven para resolver de manera puntual un problema de tracción. Así, aunque los primeros neumáticos de invierno se deterioraban muy rápidamente al rodar por carreteras secas, la evolución ha llevado ya a que estos neumáticos soporten perfectamente incluso una utilización en condiciones de calor. Eso sí, conviene en este tipo de condiciones “cuidar” en cierta medida el neumático, sin abusar de velocidades excesivamente elevadas ni forzar en curvas con fuertes apoyos.
Al igual que cualquier neumático, cuentan con un límite legal de desgaste, una profundidad mínima en el dibujo de 1,6 milímetros. Aunque tienen mayor profundidad que un neumático convencional, cuentan con un indicador situado a 4 milímetros que señala en momento en el que dejan de ser idóneos para su utilización con la máxima eficacia sobre nieve, pudiendo ser utilizados sin problemas hasta alcanzar el límite legal de 1,6 milímetros para el resto de utilizaciones.
Mucho donde elegir
Pero no sólo ofrecen sus mejores virtudes en condiciones de nieve, sino que basta circular con ellos bajo la más habitual lluvia en cualquier época del año para descubrir que la capacidad de tracción, adherencia y frenada resulta más eficaz, especialmente a temperaturas bajas. Cuanto más frio, mayor diferencia existe respecto al neumático convencional.
El gran éxito de este tipo de cubiertas ha llevado ya a poder escoger entre una amplia variedad de las principales marcas. Michelin, Continental, Pirelli o Bridgestone ofrecen neumáticos de estas características en sus respectivas gamas, con unos precios que, aunque todavía por encima de las gamas equivalentes de verano, van reduciendo poco a poco esa diferencia.